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jueves, 29 de diciembre de 2016

Cuento breve de Felisberto Hernández: La envenenada



Hay que leer a Quiroga, hay que leer a Felisberto Hemández y hay que leer a Borges. Hay que leer a Rulfo, a Monterroso, a García Márquez. Un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá jamás a Cela ni a Umbral. Sí que leerá a Cortázar y a Bioy Casares, pero en modo alguno a Cela y a Umbral. 
Roberto Bolaño, "Consejos sobre el arte de escribir cuentos" 


Cuento de Felisberto Hernández: La envenenada

En uno de los barrios de los suburbios de una gran ciudad, uno de los literatos no tenía asunto. Esto le pasó desde el 24 de agosto por la tarde —en la mañana había terminado un cuento— hasta el 11 de octubre, también por la tarde. En la mañana del 11, el día le amenazaba con normalidad: como uno de los tantos días él estaba encerrado en su casa y no tenía ganas de salir; se paseaba por toda su pequeña casa, a grandes pasos y a profundos pensamientos; quería atacar algún asunto, porque ningún asunto venía hacia él; al mismo tiempo que sus piernas se le cansaban y se le ponían pesadas, sentía angustia con pesimismo; pero se acostaba un rato y, a medida que sus piernas descansaban, la angustia con pesimismo se le iba.

jueves, 28 de febrero de 2013

Umbral

Francisco Umbral junto al cartel de una calle que lleva su nombre.
Fuente de la imagen en Internet

"Su admirado Eugenio d´Ors hizo un ejercicio de síntesis y escribió La historia del mundo en 500 palabras. Umbral, que no escatimaba palabras –vivía precisamente de venderlas–, garabateó día a día una heterodoxa Historia de España en decenas de miles de artículos desde su esquina de prensa, ese árbol pecaminoso donde los umbralianos íbamos cada mañana a recoger manzanas pulcramente envenenadas".