Hay que leer a Quiroga, hay que leer a Felisberto Hemández y hay que leer a Borges. Hay que leer a Rulfo, a Monterroso, a García Márquez. Un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá jamás a Cela ni a Umbral. Sí que leerá a Cortázar y a Bioy Casares, pero en modo alguno a Cela y a Umbral.
Roberto Bolaño, "Consejos sobre el arte de escribir cuentos"
Cuento de Felisberto Hernández: La envenenada
En uno de los barrios de los suburbios de
una gran ciudad, uno de los literatos no tenía asunto. Esto le pasó desde el 24
de agosto por la tarde —en la mañana había terminado un cuento— hasta el 11 de
octubre, también por la tarde. En la mañana del 11, el día le amenazaba con
normalidad: como uno de los tantos días él estaba encerrado en su casa y no
tenía ganas de salir; se paseaba por toda su pequeña casa, a grandes pasos y a
profundos pensamientos; quería atacar algún asunto, porque ningún asunto venía
hacia él; al mismo tiempo que sus piernas se le cansaban y se le ponían
pesadas, sentía angustia con pesimismo; pero se acostaba un rato y, a medida
que sus piernas descansaban, la angustia con pesimismo se le iba.