© Julio Vanzo |
"Me quedé sentado una hora más junto a su cama. Hubiera querido conversar con él, pero ya no sabía de qué. Un rato después le pregunté si le dolía algo. Dijo que no. De manera que tampoco le pude hacer más preguntas en cuanto a eso. Estuvimos callados todo el tiempo. La relación entre nosotros era púdica y reservada, hablábamos sólo de hechos. Pero los hechos que ayer todavía hubiéramos podido mencionar, para hoy perdieron importancia y se convirtieron en nada. De sentimientos nunca intercambiamos palabra".