Morama estalló en sollozos porque el río estaba
muy lejos, era muy profundo y estaba lleno de serpientes y cocodrilos. A la
gente le daba miedo ir allí y sólo las gacelas y los leones iban a beber. Pero
Marama tenía tal terror a su malvada madrastra que cogió el mazo y se fue.
En el camino del bosque encontró un león que,
agitando su melena, rugió con voz terrorífica:
-¿Cuál es tu nombre y adónde vas?
Marana tenía mucho miedo, pero cantó con dulce
voz:
Marama es mi nombre
Y no tengo madre…
Voy al río
a lavar este mazo.
Al río de los cocodrilos,
mi madrastra me ha enviado.
Allí sólo van las gacelas
Y los leones a beber.
Y duermen las serpientes
y los cocodrilos.
-¡Ve, pues Marama, niña sin madre! –dijo el
león-. Ve y no tengas miedo. Yo velaré para que no te molesten las gacelas y
los leones cuando vayan a beber.
Marama prosiguió su camino y cuando llegó al río,
un horrible y viejo cocodrilo surgió ante ella, abrió su enorme boca y sus
grandes ojos rojos parecían salírsele de la cabeza.
-¿Cuál es tu nombre y adónde vas? –preguntó.
Marama llena de miedo cantó con dulce voz:
Marama es mi nombre
Y no tengo madre…
Voy al río
a lavar este mazo.
Al río de los cocodrilos,
mi madrastra me ha enviado.
Allí sólo van las gacelas
Y los leones a beber.
Y duermen las serpientes
y los cocodrilos.
-¡Ve, pues, Marama, niña sin madre! –dijo el
cocodrilo-, lava el mazo y no te asustes. Yo velaré para que no te molesten las
serpientes y los cocodrilos que viven en el río.
Marama se arrodilló a la orilla el río y empezó a
lavar el mazo, pero, como pesaba mucho, se le resbaló de las manos y
desapareció en el agua. Marama se puso a llorar porque no podía volver a casa
sin el mazo. De repente surgió del agua un cocodrilo que le dio un mazo nuevo,
completamente limpio e incrustado de oro y plata.
-Lleva este mazo a tu casa, Morama, niña sin madre,
y enséñalo a todos para que el mundo sepa que el poderoso Subara, rey de los
cocodrilos, es tu amigo.
Marama le dio las gracias y volvió a su casa. Por
el camino encontró de nuevo al león.
-Déjame el mazo, Marama, niña sin madre, -dijo-.
Pesa demasiado para ti. Te lo llevaré hasta tu casa y así todo el mundo sabrá
que el poderoso Subara, rey del río de los cocodrilos, es tu amigo.
Cuando Marama llegó a casa, su madrastra admiró
mucho el mazo y le preguntó dónde lo había encontrado. Marama solamente le dijo
que lo había encontrado en el río de los cocodrilos. Entonces la madrastra
cogió otro viejo mazo y fue corriendo al río para poder, también ella,
encontrar uno nuevo incrustado de oro y plata.
Por el camino, a través del bosque, encontró un
león que agitando su melena, rugió con terrorífica voz:
-¿Quién eres y adónde vas?
La perversa mujer se asustó tanto que no pudo
responder y puso pies en polvorosa. El león la siguió con la mirada hasta que
hubo desaparecido entre los árboles y simplemente se encogió de hombros.
Al llegar al río la mujer, un horrible y viejo
cocodrilo surgió ante ella, abrió su enorme boca y sus grandes ojos rojos
parecían salírsele de la cabeza.
-¿Cuál es tu nombre y adónde vas? –preguntó.
La malvada mujer se asustó tanto que no pudo
decir ni una palabra y huyó por la orilla del río. No llegó muy lejos. Los
leones y las gacelas que iban a beber la rodearon, así como las serpientes y
los cocodrilos que vivían en el río, y cantaron todos a coro:
Marama, la niña sin madre,
puede venir a lavar
porque el poderoso Subara,
rey del río, es u amigo.
Pero para ti, pérfida mujer,
El río de los cocodrilos
Significa la muerte.
Y así fue.
El círculo de la choza. Cuentos populares africanos, trad.
Elena del Amo,
Madrid, Gaviota, 1991, págs. 222-226.
Acabo de votaros como Mejor Blog Personal en los Premios Bitácoras 2011.
ResponderEliminarYo también he presentado el mío, es iPadSfera (www.ipadsfera.com) al Mejor Blog Tecnológico.
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Muchísimas gracias y mucha suerte =)