Cuentos,
relatos, textos cortos, recetas literarias... Ya veis que sigo trabajando duro,
sin descanso, en la promoción de la lectura de grandes autores. :-)
Sigo
con las recetas literarias. Ayer mismo publiqué una receta revolucionaria de Slawomir Mzorek, que
será de vuestro agrado (es uno de los mejores textos breves narrativos que he
leído jamás). Tenéis también un comentario sobre Perder el tiempo, un gran libro de relatos cortos de Juan Ramón
Santos, un podcast sobre una guía práctica para ganar dinero con
Amazon (no todo ha de ser literatura en la Viña del Señor), una
entrevista con el pedagogo Jorge Casesmeiro Roger,
dos historias cortas de miedo de
Arthur Machen, una reflexión sobre las faltas de ortografía,
etcétera.
Seguiré
informando por esta vía de las muchas tareas literarias que me tienen tan
ocupado últimamente. Y si os gusta escribir con pluma estilográfica, echadle un vistazo a esta página que he creado para amantes de la escritura a mano. O lee este post si quieres comprar plumas estilográficas baratas: Parker, Lamy, Online, Kaweco, Pelikan...
Y
para que no sea todo informativo, os dejo un gran microrrelato del escritor de
ciencia ficción Fredric Brown: Reconciliación.
RECONCILIACIÓN
Afuera, la noche era silenciosa y estrellada. En el salón de la
casa se respiraba un ambiente tenso. El hombre y la mujer que allí estaban se
contemplaban con odio, a unos pocos metros el uno del otro.
El hombre tenía los puños cerrados como si debiera utilizarlos,
y los dedos de la mujer estaban separados y curvados como garras, pero ambos
mantenían los brazos rígidamente estirados a lo largo de su cuerpo. Eran seres
civilizados.
Ella habló en voz baja:
–Te odio –dijo–. He llegado a odiar todo lo que te concierne.
–No me extraña –replicó él–. Ya me has arrancado hasta el último
céntimo con tus extravagancias, y ahora que ya no puedo comparte todas las
tonterías que tu egoísta corazoncito…
–No es eso. Ya sabes que no es eso. Si aún me trataras igual que
antes, sabes que el dinero no importaría. Es esa… esa mujer.
Él suspiró como aquel que suspira al oír una cosa por
diezmilésima vez.
–Sabes muy bien –dijo– que ella no significaba nada para mí,
absolutamente nada. Tú me empujaste a hacer… lo que hice. Y, a pesar de
que no significara nada para mí, no lo lamento. Volvería a hacerlo.
–Volverás a hacerlo en cuanto se te presente la oportunidad.
Pero yo no estaré aquí para que me humilles. Me has humillado ante mis amigas…
–¡Amigas! Esas arpías cuya asquerosa opinión te importa más que…
Un destello cegador y un calor sofocante. Ambos comprendieron, y
cada uno de ellos dio un paso hacia el otro con los brazos extendidos; se
abrazaron desesperadamente durante el segundo que les quedaba, el segundo
final, que era todo lo que entonces importaba.
–Oh, amor mío, te quiero…
–John, John, cariño…
La onda de choque los alcanzó.
Fuera, en lo que había sido una noche silenciosa, una flor roja
aumentaba de tamaño y se alzaba hacia el cielo destruido.
mi vida es rara pero feliz talves algo de esto me ayude comprender que mi vida es bonita no fea
ResponderEliminarMuy buena narrativa, buen pcio. y final. Saludos.
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