lunes, 2 de enero de 2012

Cuento breve recomendado (156) "Natación", de Virgilio Piñera



Virgilia Piñera (1912-1979). Fuente de la imagen
“Aunque estoy a punto de renacer, / no lo proclamaré a los cuatro vientos / ni me sentiré un elegido: / sólo me tocó en suerte, / y lo acepto porque no está en mi mano / negarme, y sería por otra parte una descortesía / que un hombre distinguido jamás haría. / Se me ha anunciado que mañana, / a las siete y seis minutos de la tarde, / me convertiré en una isla, / isla como suelen ser las islas. / Mis piernas se irán haciendo tierra y mar, / y poco a poco, igual que un andante chopiniano, / empezarán a salirme árboles en los brazos, / rosas en los ojos y arena en el pecho. / En la boca las palabras morirán / para que el viento a su deseo pueda ulular. / Después, tendido como suelen hacer las islas, / miraré fijamente al horizonte, /veré salir el sol, la luna, / y lejos ya de la inquietud, / diré muy bajito: / ¿así que era verdad?”
Virgilio Piñera, “Isla”, 1979


NATACIÓN
Virgilio Piñera, Cuba, 1912-1979
He aprendido a nadar en seco. Resulta más ventajoso que hacerlo en el agua. No hay el temor a hundirse pues uno ya está en el fondo, y por la misma razón se está ahogado de antemano. También se evita que tengan que pescarnos a la luz de un farol o en la claridad deslumbrante de un hermoso día. Por último, la ausencia de agua evitará que nos hinchemos.
No voy a negar que nadar en seco tiene algo de agónico. A primera vista se pensaría en los estertores de la muerte. Sin embargo, eso tiene de distinto con ella: que al par que se agoniza uno está bien vivo, bien alerta, escuchando la música que entra por la ventana y mirando el gusano que se arrastra por el suelo.
Al principio mis amigos censuraron esta decisión. Se hurtaban a mis miradas y sollozaban en los rincones. Felizmente, ya pasó la crisis. Ahora saben que me siento cómodo nadando en seco. De vez en cuando hundo mis manos en las losas de mármol y les entrego un pececillo que atrapo en las profundidades submarinas.
(1957)
Cuentos, Madrid, Alfaguara, 1983, pág. 165
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