martes, 18 de enero de 2011

Los personajes reales están de moda


Crítico literario José María Pozuelo Yvancos

La Vanguardia se ha anotado un tanto con esta mini-entrevista a seis bandas (en realidad yo cuento siete), publicada en su sección de libros, a la que responden autores y críticos literarios. El tema: el personaje real, últimamente de moda...


Los entrevistados son: Darío Villanueva, Mercedes Monmany, Ignacio Martínez Pisón, Enrique Vila-Matas, Javier Cercas, Manel Ollé y José María Pozuelo. 

No os la perdáis. 


REAL COMO LA FICCIÓN MISMA


Seis opiniones sobre los personajes reales de ficción en la literatura.

Responden Darío Villanueva, Mercedes Monmany, Ignacio Martínez Pisón, Enrique Vila-Matas, Javier Cercas, Manel Ollé y José María Pozuelo 



LAS PREGUNTAS

1.- ¿Por qué cree que ese juego de personajes reales de ficción está hoy tan extendido? Ya no se trata del juego borgiano, de las bromas de Max Aub o de aquello que decía un autor mexicano: “todos mis personajes son imaginarios, incluidos los reales” . ¿Por qué no crear un personaje como hacía Thomas Mann (aunque se inspirara en Schönberg o Mondrian) y tener que recurrir a un nombre real?
2.- ¿Cree que hay sed de verosimilitud?¿O se trata de esa moda moderna de la idolatría a la celebrity y de fisgoneo en la intimidad del personaje público al confundirse ya los planos privado/público?
3-  ¿O tal vez refleja una época en la que los límites antiguos entre realidad y la ficción, que antes eran el dominio de la literatura, ensueño o el delirio de los narcóticos ha sido asumido ya por lo virtual?
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DARÍO VILLANUEVA
1.- Acabo de estar en el jurado de un importante premio internacional de novela en español. Las tres novelas finalistas siguen ese juego: mezclan personajes reales (históricos, del Siglo XX) e imaginarios. Incluso dos de ellas comparten algunos de los primeros. No es más que la confirmación de una tendencia que viene de antaño. Cuando en 1975 el "National Book Critics Circle" norteamericano le concedió el premio a la mejor novela del año a una obra de E.L. Doctorow, un escritor émulo de Truman Capote, éstas fueron sus declaraciones: "Ya no hay más ficción o no ficción. Solo narrativa" ("There is no more fiction or non fiction. Only narrative"). Es, por supuesto, la herencia del "New Journalism" del propio Capote, Gay Talese y demás, que tiene en "A sangre fría" del primero un buen ejemplo de auténtica obra maestra. 
2.- Efectivamente, esto indica cierta sed de verosimilitud. Influye también la potenciación del relato gracias a los medios de comunicación. Vivimos rodeados de narraciones; los telediarios lo son, pues sobre la realidad fáctica de que parten los reportajes hay una elaboración, una enunciación, un posprocesado. Los "reality shows" muestran muy bien esas dos dimensiones: los protagonizan personas reales en situaciones y escenarios reales, pero hay un componente de narrativización inducida, una suerte de ficcionalidad sobrevenida para generar el espectáculo. Ahí entraría ese componente de fisgoneo al que te refieres. Rosa María Rodríguez Magda, una filósofa que está escudriñando en los entresijos de lo que ella ya llama "Transmodernidad" (más allá de la posmodernidad) habla a este respecto, como un rasgo de nuestra época, de la "obscenidad de la intimidad".
3.- Con todo, la clave creo que está en la tercera de tus preguntas: la fluencia entre realidad y ficción. Pero esto, lejos de ser un síndrome posmoderno  o transmoderno, pienso que está en la entraña no solo de la literatura sino también de toda enunciación narrativa. Hace años publiqué un libro, que está traducido al inglés, en la que expongo mi teoría de lo que llamo "realismo intencional". Consiste ni más ni menos que en mi convicción de que el acto de leer implica la intención de dotar de sentido realista a la ficción que se lee. Coleridge hablaba de la "voluntaria suspensión del descreimiento" como la actitud propia del que lee literatura; yo me permito ir más allá: esa suspensión del descreimiento inicial se olvida luego cuando nos sumergimos en el universo ficcional que la narración nos propone y en cierto modo acabamos creyéndolosno. El gran mito que representa lo que digo es, obviamente, el de Don Quijote, y su confusión entre  los dos territorios. El realismo nace no de la realidad que puede estar en el origen de lo que el escritor cuenta sino en la proyección intencional que los lectores hacemos de nuestra realidad sobre lo que leemos. Bien es cierto que la forma en que se cuenta ayuda en este proceso del "realismo intencional". Zola pedía un estilo transparente, como un vaso de vidrio limpio y sutil, y los semiólogos han acuñado el término "realema" para referirse a otros recursos de escritura y composición que ayudan en ello. Por ejemplo, en la Retórica clásica se habla ya de la figura conocida como "evidentia" que los oradores debían usar (y Obama lo hace magistralmente) para dar fuerza de convicción a sus discursos, consistente en poner con palabras ante los ojos del auditorio casos individuales, de personas y de situaciones que dieran
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MERCEDES MONMANY
1.- Creo que una parte importante del fenómeno tiene que ver con la explosión masiva y simultánea de otro muchos soportes y modos de expresión -blogs, facebooks, etc.- aparte de los tradicionales, en la forma de agendas íntimas puestas sin cesar al descubierto, expuestas sin pudor a la curiosidad de todo tipo de públicos, incluidos los inadecuados y en absoluto calculados o controlables. Lugares donde se narra y se desnuda la gente y el yo permanentemente y donde la sinceridad y autenticidad, en la forma también tradicional que se conocía, se borra por completo, como se borran las antiguas fronteras y disfraces de lo verificable. Como creo que en cada época todo forma parte de un gran movimiento que dialoga y se interfiere continuamente  (el cine y su afición actual por los documentales, la literatura y su tendencia igualmente a documentarse con datos extraídos de lo realmente sucedido, la pintura-pintura que parece ir desapareciendo, al menos momentáneamente, en favor de la fotografía y el vídeo, etc…)-  se trata con toda posibilidad de respuestas genéticas y espontáneas de la especie que se contagian, alimentan y retroalimentan mutuamente, sin cesar, y sin que apenas nos demos cuenta.
2.- Se dan toques de "veracidad" cuando la veracidad, lo real, lo imaginario, lo biográfico-recreado o lo autobiográfico-reinventado, son todos ellos procesos más ambiguos que nunca. Los soportes tecnológicos, las nuevas formas de expresarse y comunicarse están marcando (y difuminando) muchas más pautas y normas de las que percibimos a diario conscientemente y que ni siquiera tenemos tiempo de procesar o reflexionar sobre ellas como auténticos cambios y mutaciones.
3.- Quiero pensar que en escritores actuales de ficción inteligentes -lo cual no siempre va asociado- las citas y nombres de no ficción van mucho más allá del simple gossip. Ya sea con las microbiografías de Echenoz, con los libros de Pierre Michon o el portugués Gonçalo Tavares, con Paul Auster y Enrique Vila-Matas citándose mutuamente en sus obras, con una joven escritora excelente, Berta Vías, recreando la figura de Camus, con Ignacio Martínez de Pisón recuperando al traductor español de John Dos Passos, con Javier Marías y los rastros reales dejados en su magnífica saga  o con Vargas Llosa escogiendo como centro narrativo a Casement para hablar de muchas más cosas, en todos esos casos, creo que se trata de explorar los márgenes, las periferias y fragmentos olvidados pero sumamente elocuentes, ciertos nombres escapados a más amplios contextos, figuras huidizas, casi fantasmas de paso que sucumbieron en su día a discursos o centros narrativos únicos y mucho más despóticos que intentaban erigirse en representantes de toda una época. Se trata de atrapar momentos "descuidados", rastros, huellas seccionadas y menospreciadas en su día, lejano o no.
Como en el magma indiscernible e hiperfiltrado por todo tipo de fuentes de Internet se tiende, sin duda, cada vez más, a formas narrativas mixtas en las que, por otro lado, no hay nada inventado. También eran productos literarios más que mixtos los “Ensayos” de Montaigne, “La vida del doctor Samuel Jonson” de Boswell, las Sátiras de Horacio o "don Jorgito" vendiendo Biblias por España (es decir, George Borrow y su “Biblia en España. Viajes, aventuras y prisiones de un inglés en su intento de difundir las Escrituras por la Península”).
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IGNACIO MARTÍNEZ DE PISÓN
1, 2 y 3.-  La realidad es más prestigiosa que la ficción. En muchos casos, la mezcla de realidad y ficción busca que ésta se prestigie al contacto con aquélla. El efecto viene a ser como el del cartelito ese de las películas que se anuncian como "basadas en hechos reales", que para algunos espectadores (y lectores) puede tener un efecto legitimador.
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ENRIQUE VILA-MATAS
1.- Ya sólo en los últimos tiempos me he visto convertido en personaje de ficción en libros de Antonio Tabucchi ('Se está haciendo cada vez más tarde'), Paul Auster ('Invisible'), Alberto Manguel ('Todos los hombres son mentirosos'), Sergio Pitol ('El mago de Viena') Antoni Casas Ros ('Enigma'), Agustín Fernández Mallo ('Nocilla Lab'), Eduardo Lago ('Trilogía de Brooklyn')…
2.- En 1985, cuando la costumbre no estaba nada extendida entre nosotros, incluí muchos personajes reales en 'Historia abreviada de la literatura portátil'. En 1995 le di un papel importante a Sergio Pitol en 'Lejos de Veracruz' y el escritor mexicano, entre  irónico y humilde, me agradeció “haberle inmortalizado”. Bartleby y compañía es una ficción que no puede estar más abarrotada de personajes reales.
3.- Mi método desde hace tiempo –un método del que soy consciente ahora, pero que nació de forma intuitiva- consiste en partir, por ejemplo, de una breve anécdota de carácter autobiográfico (que el lector lee como un hecho real) e ir deslizándome  a partir de esa circunstancia por derroteros cuyo desarrollo me lleva a construir, a partir de sucesivas ampliaciones, verdaderas transformaciones que me llevan a un territorio ficcional que resulta ya prácticamente inseparable de lo real, entre otras cosas porque el tono mismo de lo relatado lo presenta todo como cierto.
En el fondo, se trata de la vieja cuestión de lograr la verosimilitud para que el lector se olvide de que todo podría ser únicamente una ficción. Se trata básicamente de pertenecer a ese tipo de gente que fingen maravillosamente ser “ellos mismos” Eso sí: entiendo que el arte del engaño exige esmerarse cada día más. ¿Por qué debería un novelista, que no deja de ser una  persona que se dedica a inventar ficciones, ser menos hábil y sobre todo ser menos fiable que un pobre diablo –pongamos que un oficinista de segunda fila- que tiene una amante y engaña a diario a su mujer con su convincente puesta en escena?
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 JAVIER CERCAS
"Empecé a usar personajes reales en “Relatos reales”, un conjunto de crónicas publicadas en 'El País' que venían a ser una mezcla de crónica, de relato y de ensayo. En ese libro descubrí que pintar un personaje real es muy parecido a pintar un personaje de ficción, sólo que bastante más difícil; en ambos casos tienes que usar sobre todo la imaginación y la empatía, pero en el caso del personaje real, además, tienes que ser rigurosamente fiel a sus rasgos reales; por tanto, el personaje ficticio sólo tiene que ser coherente con la ficción, pero el personaje real tiene que ser coherente a la vez con la ficción y con la realidad. En “Soldados de Salamina” yo partía de una anécdota histórica protagonizada por un personaje histórico; a mitad del libro me di cuenta de que, aunque en el fondo fuera una ficción -porque mezclaba la ficción y la realidad-, el libro adoptaba la forma de una crónica, y eso lógicamente obligó a que no sólo Sánchez Mazas sino todos los demás personajes, fueran personajes reales o por lo menos llevaran el nombre de personas reales, empezando por el narrador. El caso de “Anatomía de un instante” es distinto. Aquí también parto de una anécdota real protagonizada por personajes reales -un instante del golpe de estado del 23 de febrero de 1981-, pero en el libro no hay ni rastro de ficción.
Una novela es todo aquello que se lee como tal; es decir: si algún lector fuese capaz de leer la guía de teléfonos de Roma como una novela, la guía de teléfonos de Roma sería una novela. Cervantes creó la novela moderna como un género híbrido, un género libérrimo y casi infinitamente maleable, un género de géneros en el que caben todos los géneros y que se alimenta de todos; eso es el Quijote y, dado que el Quijote definió las reglas de la novela moderna acotando un territorio que todavía no hemos terminado de colonizar, eso es lo que después del Quijote, sabiéndolo o sin saberlo, hemos hecho los demás.
¿La novela puede contar la historia mejor que la historia? La historia y la literatura persiguen en principio objetivos distintos; ambas buscan la verdad, pero sus verdades son opuestas: según sabemos desde Aristóteles, la verdad de la historia es una verdad factual, concreta, particular, una verdad que busca fijar lo ocurrido a determinadas personas en determinado momento y lugar; por el contrario, la verdad de la literatura es una verdad moral, abstracta, universal, una verdad que busca fijar lo que les pasa a todos los hombres en cualquier momento y lugar."
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MANEL OLLÉ
 “Las relaciones entre las ficciones y las presencias opacas, las cosas que suceden y los seres que habitan efectivamente este mundo se han vuelto como mínimo ambiguas, turbias e incestuosas. La suspensión de la incredulidad nos acompaña diariamente desde el primer café de la mañana Comemos de todo y todo nos lo tragamos .La metaficción se ha acabado convirtiendo en realidad aumentada.
Solo el más ingenuo de los narradores o de los lectores puede creer que una novela (o un  periódico) refleja o recrea la “Realidad” o la “Historia” en mayúsculas.
Todo es discurso y todo es relato, todo es ficción y aquella ficción o aquel relato que se presenta con pretensiones de realidad es más ficción y mentira que ninguna. Por ello la ficción en manos desaprensivas causa tanto daño y desazón: desde el último y plúmbeo best-seller histórico al penúltimo montaje mediático-político para justificar una guerra o una crisis económica global.
Por ello la ficción literaria -crítica, consciente, artística- adquiere una responsabilidad inusitada en un ecosistema de signos tóxicos e hipnotizantes.
En este  panorama la irrupción de nombres propios de personajes reconocibles por el lector como seres de carne y hueso y domicilio fiscal actúa por reducción al absurdo como enlace entre la ficción y lo inmediato y reconocible, lo tangible y convencionalmente real. Certificación la voluntad de hablar sobre el mundo de relatos que no necesariamente se adscriben a ninguna convención de lo real. No se trata de un guiño para entendidos sino del uso de una mitología compartida, de unos referentes reconocibles que permiten que la ficción se proyecte sobre lo compartido.
Cuando Sergi Pàmies se refiere al “sindicalista Lopez Bulla” en el cuento “La nostra guerra”, del libro “Si menges una llimona sense fer ganyotes”, abre un territorio de explicitación de referentes personales que al mimo tiempo son colectivos. En su último libro, “La bicicleta estàtica”, la presencia fabulada de sus padres Teresa Pàmies y Gregorio López Raimundo aparece mucho más explícita, no por el nombre sino por muchos otros detalles, que el proceso de recepción y difusión del libro se encargan de concretar. El giro biográfico no hace más que acentuar o explicitar temas latentes con anterioridad: ya en su primer libro, el director de una Caixa que se esconde dentro de un armario transfigura el motivo de su padre escondiéndose en el armario de casa cada vez que algún desconocido llamaba al timbre.
La ficción que se basa en lo biográfico encuentra un recurso potente en la mezcla de personajes inventados con algún personaje de nombres y apellidos coincidentes con seres que realmente han existido. En “El cor del senglar”, Baltasar Porcel fabula sobre su vida, se inventa una vida y unos ancestros probablemente en parte conectados con hechos vividos. En medio de los personajes claramente ficticios, aparecen los nombres de Juan March, Camilo José Cela y Llorenç Villalonga no tanto cómo herramienta de verosimilitud sino como fabulaciones, proyecciones subjetivas, que al conectar todo lo que el lector sabe sobre estos personajes de dominio público dotan de mayor fuerza explicativa y simbólica la ficción biográfica en que se insertan.
Recientemente Ponç Puigdevall ha novelado en su novela “Un día tranquil” dos días de un personaje hundido y paralizado por el consumo compulsivo de alcohol. En medio de su deambular por bares, pisos, terrazas y calles de lo que fácilmente reconocemos como Girona y Sant Feliu,  aparecen algunos personajes reconocibles por el lector: se hace mención (poco laudatoria) a algunos colaboradores del diario “El Punt” y se narra un rato de bar amigable con otro periodista del mismo diario. No son ingredientes fundamentales, pero que en medio de una serie de gentilicios y topónimos encriptados, más o menos basados en lugares y amigos, aparezcan al descubierto algunas referencias compartidas con el lector, ayuda a potenciar la ambigüedad de loa biografico ficcionalizado. Más adelante se describe una fiesta con numerosos asistentes, entre los cuales encontramos a un ser enigmático, que como tantos otros de la novela, de repente desaparece, se trata de Sophie Poldoski, que es una poeta belga que realmente existió, escribió y se suicidó a principios de los setenta, y que aparece en varios relatos de Roberto Bolaño, amigo a quien rinde homenaje aquí Puigdevall.
En uno de sus “Contes rusos”, Francecs Serés imagina un extraño concierto de Elvis Presley en la plaza roja de Moscú. En este caso, es claramente la utilización de una mitología compartida, de un personaje con su leyenda al servicio de un caso insospechado.
Monzó siempre ha tendido a rebajar la proyección demasiado evidente de sus referentes en los relatos. Sin  embargo, del mismo modo que las marcas o los topónimos,  en su último libro encripta bajo los nombres de Beristain y Brugat a los protagonistas de los sueños que transcribe el cuento: Ramon Barnils y Jordi Vendrell. En esta variante de irrupción de personajes reales en la ficción, la identificación no se produce propiamente en el texto sino en los paratextos de su difusión: en las entrevistas en las que el autor desencripta.
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JOSÉ MARÍA POZUELO
1.-  La literatura siempre ha tenido ambición de parecerse a lo real, no considero que sea cosa de nuestro tiempo. Lo que sí que ha cambiado es la competencia de los lectores respecto a aquello que leen, ya que los “discursos de lo real” (el periodístico, el televisivo, el de la red internet) invaden la vida de tal manera que la literatura se resiste a quedar relegada a la esfera de lo inventado y, sin dejar de ser un discurso de imaginación, pretende situarse en esa competencia creando un estatuto bifronte, que se sirve a la vez de lo imaginario y del prestigio de lo real.
2 y 3.- La sed de verosimilitud se ha dado siempre, es un rasgo que Aristóteles ya situaba como principio definitorio de la literatura, otra cosa es el asunto de la intimidad, que haya venido emergiendo con tal fuerza desde el Renacimiento. Bajtin se preguntaba por qué no había autobiografías en el mundo antiguo. Grecia, Roma, el Medievo carecen, fuera del ámbito puramente de la confesión religiosa de Agustín de Hipona en el siglo IV después de Cristo, de representación de la intimidad. La modernidad comienza con un Montaigne elevando a público su discurso privado, que decía estar hecho para sus amigos, pero que fue publicado. Él llamó a esto 'Essais', porque era consciente de que la esfera de lo privado era un experimento nuevo.
El Romanticismo da otro paso al situar en la esfera subjetiva las bases de una poética. La progresiva explosión de lo íntimo está en relación directa con el creciente individualismo de sociedades que han ido perdiendo la dimensión de lo que era ejemplar, en el sentido de modelo, y tienden a crear en el individuo, en su vida, la medida de todas las cosas. La novela no hace sino ser expresión de todo esto. Pero aparte es posible pensar en otra razón: una vez la literatura no puede competir con la fotografía y con el cine en la aspiración de ofrecer realidad vuelve a la intimidad porque la representación no verbal de lo íntimo es prácticamente imposible y la literatura ha visto ahí una vía de desarrollo de lo que es propia, donde no tiene competencia.
En cuanto a las figuraciones del yo, considero que a Sebald, Coetzee, Vila-Matas, podríamos añadir a Claudio Magris, y a Javier Marías y muchos otros no se incluyen la auto-representación como se dice ahora por crear auto-ficciones, en el sentido biográfico de tal estirpe, sino por otro fenómeno que es el que me ha llevado a proponer le concepto de figuración: se trata de la creación de un yo reflexivo, en la doble dimensión que tiene el adjetivo: porque trata figuradamente de sí mismos, pero eso ocurre porque quieren crear una voz pensante, reflexiva en ese sentido, semejante al ensayo. Creo que la nueva novela, la más interesante al menos, está trazando una territorio común que no tiene que ver tanto con la vida como con el ensayo, es decir con la creación de una voz que cruza en ambos sentidos (como ocurre con las fronteras) la línea, cada vez más difusa que separa la narración del ensayo.







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