Los escritores no se escuchan entre ellos. Eso es al menos lo que dice Juan Cruz en esta entrevista que concedió a Miguel Verlárdez, para el diario La Gaceta, de Tucumán (Argentina). La excusa de esa entrevista era la reciente publicación de Egos revueltos, libro memorialista en el que Juan Cruz analiza la estrecha relación que hay entre el ego y el escritor.
"Los escritores no se escuchan entre ellos"
Domingo 12 de Septiembre de 2010
Es adjunto al diario español El País, autor de una veintena de libros, ganador de varios premios literarios y mucho más que eso. Es el dueño de una de las mejores plumas de habla hispana. Conoce como pocos el mundo literario y el periodístico. En esta entrevista, habla sobre los personajes y los cruces entre estos dos mundos.
INTEROCEANICO. "Estoy literalmente atado a la literatura argentina", le confiesa Cruz Ruiz a LA GACETA Literaria.Por Miguel Velárdez
Para LA GACETA - Tucumán
"Los egos son la materia misma de la escritura (…)
A los autores los mueve la pasión y los mueve la vocación, pero el motor principal es el ego".
Juan Cruz Ruiz (Prólogo de Egos Revueltos)
Se pasó la vida entrevistando a los más destacados autores (todavía sigue haciéndolo), muchos de los cuales se convirtieron en sus amigos. Conoció a Borges, a Cortázar, a Benedetti, a Cabrera Infante y a tantos otros. Tuvo el privilegio de compartir el universo más íntimo de la literatura de las últimas cuatro décadas. Por eso, Juan Cruz Ruiz es una autoridad para hablar del ego de los escritores y de los periodistas, porque son egos diferentes. En unos, se almacena durante meses -explica-; en los otros se apaga de inmediato.
Es autor de reportajes memorables publicados en el diario El País de España, donde comenzó como corresponsal en Londres. Después fue jefe de Cultura. Ahora es adjunto en la dirección del periódico más influyente de habla hispana. También se da tiempo para ser jurado en concursos literarios y para exponer sobre este oficio que se ha ligado a su vida como un tatuaje en el cuerpo. Por ese largo recorrido, con la voz de la experiencia, advierte que la crónica es el gran género del periodismo del futuro, y que el desafío de los periodistas es hallar buenas historias para contar. Está en Facebook, tiene cuenta en Eskup (una red similar a Twitter) y escribe en su "blog" Mira que te lo tengo dicho. Desde España, vía e-mail, aceptó esta entrevista con LA GACETA Literaria.
- Una vez dijiste que sin ego es imposible escribir. ¿Qué diferencias hay entre el ego de los escritores y el ego de los periodistas?
- Hay diferencias, aunque parezca que no; el ego del periodista suele ser instantáneo, se resuelve en cuanto alguien le comenta su nota, e incluso antes: en cuanto su nota está publicada. Mientras que el ego del escritor se va almacenando en el almacén de sus egos, durante semanas y meses, hasta que el libro sale y algún amigo benevolente le calma la fiebre del ego (que es una fiebre) y le dice: que sí, hombre, que valió la pena tanta soledad y tanto esfuerzo. A partir de entonces se calma el ego, pero jamás se calma del todo. Siempre queda un rescoldo. Mientras que el ego del periodista se apaga de inmediato. Aunque no siempre, si quieres que te diga; hay periodistas que también tienen el ego de una puerta sin paisaje.
- ¿Cómo fue la etapa en la que comenzó a germinar Egos Revueltos?
- Germinaba desde hacía tiempo; y surgió, en realidad, por una coincidencia. Hubo un día en que advertí en la atmósfera un clima similar al que sentí muchos años antes, mientras llevaba una carta al correo para Guillermo Cabrera Infante. Reconstruyendo esa atmósfera fue cuando surgió el libro; no es que naciera de una necesidad de contar lo que se cuenta ahí; la necesidad fue la de contar lo otro, aquella atmósfera. Me pasa siempre que escribo.
- El pacto con la memoria fue fundamental para esta obra. Es como un paseo por la literatura de las últimas décadas. Incluso, mucho de los autores mencionados ya no están entre nosotros. Por esa razón, ¿crees posible un nuevo boom latinoamericano o sería un error para los llamados nietos del boom avanzar por ese camino?
- Me gustaría pensar que sí, que se vislumbra un nuevo boom. Esta vez, sin embargo, creo que es un boom del periodismo narrativo; excelentes narradores, algunos de los cuales son novelistas, están ejerciendo en América un periodismo extraordinario; esa es la nueva literatura suramericana y ese es un nuevo boom por el que vale la pena esperar una verdadera resurrección de nuestras literaturas.
¿Cuáles son tus vínculos con la literatura argentina?
- Bueno, creo que no son vínculos: estoy literalmente atado a la literatura argentina, desde Borges a Sabato, pasando por Cortázar y por Tomás Eloy Martínez. Y para mí, esa literatura tiene su prolongación natural en Onetti, en Benedetti, en tantos escritores latinoamericanos a los que conocí cuando empezaron a llegar a mi pueblo, en Tenerife, los libros en español que escribían autores americanos que ya desde entonces han vivificado en mi imaginación y en mis sueños de escritor.
- Sobre las publicaciones póstumas, ¿crees que algunos autores, si pudieran, no aprobarían que metieran mano en esos escritos que ellos mismos dejaron guardados en algún cajón o piensas que los lectores tienen derecho a conocer esos textos, aunque se encuentren inconclusos?
- Creo que no es bueno que nadie reescriba lo escrito, claro que lo creo. En cuanto a que los lectores conozcan lo que el autor no quiso que se conociera, depende; a veces sirve para situar al autor, para conocer herramientas que ayudan a verificar sus dudas. Convenientemente explicado, no hay problema alguno.
En relación a las nuevas tecnologías y las herramientas que aparecen día a día, ¿cómo te llevas con las redes sociales? ¿Son útiles para el periodismo o se puede prescindir de ellas?
- Estoy en Facebook, pero porque quise hacer un reportaje sobre la amistad y me interesó ver cómo funciona la herramienta. Y no, no estoy en Twitter, aunque estoy en Eskup, una herramienta social del periódico El País, donde trabajo. Y yo creo que son útiles para darle velocidad al periodismo. Pero lo mejor para el periodismo, como solía decir un maestro que tuve, es hacer periodismo.
¿Qué opinas de la crónica periodística? ¿Los diarios que no apuestan a la crónica están condenados a morir?
- La crónica es el gran género del periodismo del pasado. Y es curioso, porque ahora es el gran género del periodismo del futuro. Y sí, si los diarios no hacen crónica están condenados a morir. Pero eso sucede desde siempre. Por eso el periodismo de los diarios no ha muerto (y no morirá): porque los periodistas saben que su sustento es la crónica. Mientras haya crónica hay esperanza, pues.
¿Cuál es el desafío fundamental del periodismo hoy?
- El desafío del periodismo hoy es hacer periodismo, utilizar esta vieja herramienta para contar cosas buenas. El periodismo no depende de un soporte, más veloz o más lento. Depende de la inteligencia de los periodistas para encontrar historias interesantes que contar. Pero eso ya lo sabían Hemingway y Tomás Eloy Martínez.
Tertulia cibernética
La entrevista se pareció más a una larga conversación, que duró casi tres semanas, con mensajes de ida y vuelta. Comenzó en España, pero siguió en México, donde el entrevistado asistió como jurado de la vigésima edición del Premio de Literatura en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara.
Mientras evaluaba los textos de los finalistas (el 30 de agosto pasado se anunció ganadora a la escritora y académica mexicana Margo Glantz), Cruz Ruiz se dio tiempo para responder con su móvil (como le llaman en España al celular) a las consultas que le llegaban desde Tucumán.
- En Egos Revueltos se percibe la magia de las tertulias, con el aroma del café, el humo del cigarrillo y el sabor de los buenos tragos. Como lector, percibo que gran parte de tu vida ha sido como una tertulia permanente.
- En realidad me he pasado la vida entrevistando, hablando con gente para mi trabajo. Y yo mismo he estado en numerosas conversaciones que podrían llamarse tertulias. Pero a la gente le parece que la tertulia es literaria porque se llame tertulia. Hay tertulias extremadamente aburridas y sosas, y no tienen más altura literaria que la presencia, quizá, de literatos en ella. Los literatos suelen guardarse su brillantez para sus libros, en la mayor parte de los casos.
- ¿Lo crees así? ¿Qué podrías contar al respecto a partir de alguna anécdota?
- En las memorias que escribió Juan Benet sobre las tertulias en casa de don Pío Baroja, que son ahora un paradigma de lo que fueron las tertulias en la posguerra española, se cuenta la anécdota que sucedió cuando un obispo navarro fue a visitar al novelista, en una de sus tertulias. En el silencio que se hizo a la llegada del obispo, uno de los tertulianos dijo: "Con el permiso del señor prelado, me voy a comer un higo". Esa anécdota queda como símbolo del tono de estas conversaciones que entraron en la mitología literaria como símbolo de lo que es una tertulia.
- ¿Qué importancia tiene la tertulia para los escritores, por un lado, y para los periodistas, por el otro?
- Creo que ahora las tertulias son cibernéticas; ni los escritores se juntan tanto ni los periodistas salen tanto juntos. Ya esa tipología del escritor bohemio o del periodista bohemio, que buscaba al azar bares y cafés para terminar las noches se quedó en la noche de los tiempos. La gente charla por Internet y apenas se bebe, o se bebe mucho menos, tanto en las redacciones como en los bares, si me apuras.
- ¿Los periodistas deberían recuperar la atmósfera mágica de las tertulias?
- Nos vendría bien intercambiar más experiencias fuera de las redacciones. Pero los periodistas no son muy solidarios en los últimos tiempos, están cada uno a sus cosas y da pereza intercambiar. Ya cambiará, ya intercambiarán.
- ¿Los periodistas discuten hoy de periodismo en una atmósfera de tertulia?
- No. Si te soy sincero, yo creo que los periodistas estamos tan preocupados por la supervivencia del oficio (que sobrevivirá, no tengo duda al respecto) que sólo hablan de eso, cuando tendrían que hablar de lo que hay que hacer cuando ya se haya acabado la incertidumbre. Y lo que hay que hacer es simple: seguir haciendo periodismo.
- Hace no mucho tiempo, te preguntaste en voz alta por qué los escritores no van a escuchar a los escritores. ¿Eso refiere al ego de los escritores?
- Sin duda. Los escritores no se escuchan entre ellos; a veces da la impresión de que no se leen, o de que se leen si los otros les leen. Es un problema que incide negativamente en la divulgación de la cultura literaria.
- LA GACETA Literaria ya tiene más de seis décadas sin interrupciones. ¿Qué rol deben cumplir los suplementos literarios en los periódicos?
- Enhorabuena por esas seis décadas. Creo que la divulgación literaria, la de la importancia de la lectura, es primordial para la supervivencia del lector, y también del lector de periódico. El periódico que no tenga en cuenta al lector literario está disparando contra su fachada, contra el centro primordial de su negocio: la creación de lectores.
- ¿A qué deben apuntar las críticas literarias?
- A decirle a la gente por qué un libro es interesante o por qué no tiene interés. Y ha de hacerlo con un lenguaje adecuado, ni elevadísimo ni despectivo. Como si uno le estuviera aconsejando honestamente a un amigo o a un hijo. O a un nieto.
- ¿Es necesario recuperar la lectura de los clásicos?
- Sin duda ninguna. De su conocimiento depende la pureza de nuestro lenguaje. Y nuestra autocrítica.
- Quiero hacerte una pregunta que te escuché hacerles a otros autores. Precisamente a Mario Vargas Llosa. ¿Por qué escribes? ¿Por qué haces literatura y periodismo?
- Escribo porque respiro, y respiro escribiendo. Hago muchas otras cosas. Pero ahí, como decía Natalia Ginzburg, es cuando siento que existo, que soy algo más que este conjunto de incertidumbres que constituyen los horizontes difusos de mi vida. Vargas Llosa dijo en 1990 (después de una crisis que se asoció en su caso a la derrota electoral de su candidatura en Perú) que escribía para huir de la pena. Creo que yo escribo para explicarme la pena.
- ¿Cómo fue tu aproximación al universo de la literatura?
Fue gracias a la radio; la radio me impulsó a tratar de saber contar; me gustaba oír contar; escuchar cómo contaba mi madre, cómo contaban las vecinas. Hasta que tuve 11 años no hubo ningún libro en casa, ni periódicos. Sólo hubo la radio. Llegué a la literatura, a la letra escrita, por la palabra hablada.
- Creo que sin literatura, el periodismo se empobrece. Ante eso, ¿qué le aporta la literatura al periodismo?
- Es que son la misma cosa. La riqueza inmensa que ahora representa la aportación al periodismo mundial la labor de los cronistas o narradores de historias latinoamericanos es una consecuencia de la literatura, y viceversa; hoy no se entiende la literatura sin la ruptura de los géneros, y en esa saludable dispersión tiene mucho que ver el periodismo, el buen periodismo.
- ¿Hay un lector ideal? ¿Cuáles son sus características?
- El lector ideal es aquel que muestra entusiasmo por lo que lee. El lector ideal, por ejemplo, es Mario Vargas Llosa, el Mario de La verdad de las mentiras. Su incitación a que los demás lean es digna del premio Nobel al lector, si lo hubiera. Otro lector es George Steiner, inteligentísimo pero mucho más frío que Vargas Llosa. Ellos son dos tipos de lector.
© LA GACETA
Miguel Velárdez - Periodista de LA GACETA.
Becario de la Fundación Nuevo Periodismo
Iberoamericano (FNPI), que preside Gabriel
García Márquez.
(Nota: narrativabreve.com es un blog sin ánimo de lucro que trabaja como redifusor de textos literarios, y en ejercicio de buena praxis indica siempre -que es posible- la fuente de los textos y las imágenes publicados. En cualquier caso, si algún autor o editor quisiera renunciar a la promoción de textos suyos que han sido publicados en este blog, no tiene más que comunicálo en la siguiente direción: ciconia1@gmail.com).
INTEROCEANICO. "Estoy literalmente atado a la literatura argentina", le confiesa Cruz Ruiz a LA GACETA Literaria.
Por Miguel Velárdez
Para LA GACETA - Tucumán
"Los egos son la materia misma de la escritura (…)
A los autores los mueve la pasión y los mueve la vocación, pero el motor principal es el ego".
Juan Cruz Ruiz (Prólogo de Egos Revueltos)
Se pasó la vida entrevistando a los más destacados autores (todavía sigue haciéndolo), muchos de los cuales se convirtieron en sus amigos. Conoció a Borges, a Cortázar, a Benedetti, a Cabrera Infante y a tantos otros. Tuvo el privilegio de compartir el universo más íntimo de la literatura de las últimas cuatro décadas. Por eso, Juan Cruz Ruiz es una autoridad para hablar del ego de los escritores y de los periodistas, porque son egos diferentes. En unos, se almacena durante meses -explica-; en los otros se apaga de inmediato.
Es autor de reportajes memorables publicados en el diario El País de España, donde comenzó como corresponsal en Londres. Después fue jefe de Cultura. Ahora es adjunto en la dirección del periódico más influyente de habla hispana. También se da tiempo para ser jurado en concursos literarios y para exponer sobre este oficio que se ha ligado a su vida como un tatuaje en el cuerpo. Por ese largo recorrido, con la voz de la experiencia, advierte que la crónica es el gran género del periodismo del futuro, y que el desafío de los periodistas es hallar buenas historias para contar. Está en Facebook, tiene cuenta en Eskup (una red similar a Twitter) y escribe en su "blog" Mira que te lo tengo dicho. Desde España, vía e-mail, aceptó esta entrevista con LA GACETA Literaria.
- Una vez dijiste que sin ego es imposible escribir. ¿Qué diferencias hay entre el ego de los escritores y el ego de los periodistas?
- Hay diferencias, aunque parezca que no; el ego del periodista suele ser instantáneo, se resuelve en cuanto alguien le comenta su nota, e incluso antes: en cuanto su nota está publicada. Mientras que el ego del escritor se va almacenando en el almacén de sus egos, durante semanas y meses, hasta que el libro sale y algún amigo benevolente le calma la fiebre del ego (que es una fiebre) y le dice: que sí, hombre, que valió la pena tanta soledad y tanto esfuerzo. A partir de entonces se calma el ego, pero jamás se calma del todo. Siempre queda un rescoldo. Mientras que el ego del periodista se apaga de inmediato. Aunque no siempre, si quieres que te diga; hay periodistas que también tienen el ego de una puerta sin paisaje.
- ¿Cómo fue la etapa en la que comenzó a germinar Egos Revueltos?
- Germinaba desde hacía tiempo; y surgió, en realidad, por una coincidencia. Hubo un día en que advertí en la atmósfera un clima similar al que sentí muchos años antes, mientras llevaba una carta al correo para Guillermo Cabrera Infante. Reconstruyendo esa atmósfera fue cuando surgió el libro; no es que naciera de una necesidad de contar lo que se cuenta ahí; la necesidad fue la de contar lo otro, aquella atmósfera. Me pasa siempre que escribo.
- El pacto con la memoria fue fundamental para esta obra. Es como un paseo por la literatura de las últimas décadas. Incluso, mucho de los autores mencionados ya no están entre nosotros. Por esa razón, ¿crees posible un nuevo boom latinoamericano o sería un error para los llamados nietos del boom avanzar por ese camino?
- Me gustaría pensar que sí, que se vislumbra un nuevo boom. Esta vez, sin embargo, creo que es un boom del periodismo narrativo; excelentes narradores, algunos de los cuales son novelistas, están ejerciendo en América un periodismo extraordinario; esa es la nueva literatura suramericana y ese es un nuevo boom por el que vale la pena esperar una verdadera resurrección de nuestras literaturas.
¿Cuáles son tus vínculos con la literatura argentina?
- Bueno, creo que no son vínculos: estoy literalmente atado a la literatura argentina, desde Borges a Sabato, pasando por Cortázar y por Tomás Eloy Martínez. Y para mí, esa literatura tiene su prolongación natural en Onetti, en Benedetti, en tantos escritores latinoamericanos a los que conocí cuando empezaron a llegar a mi pueblo, en Tenerife, los libros en español que escribían autores americanos que ya desde entonces han vivificado en mi imaginación y en mis sueños de escritor.
- Sobre las publicaciones póstumas, ¿crees que algunos autores, si pudieran, no aprobarían que metieran mano en esos escritos que ellos mismos dejaron guardados en algún cajón o piensas que los lectores tienen derecho a conocer esos textos, aunque se encuentren inconclusos?
- Creo que no es bueno que nadie reescriba lo escrito, claro que lo creo. En cuanto a que los lectores conozcan lo que el autor no quiso que se conociera, depende; a veces sirve para situar al autor, para conocer herramientas que ayudan a verificar sus dudas. Convenientemente explicado, no hay problema alguno.
En relación a las nuevas tecnologías y las herramientas que aparecen día a día, ¿cómo te llevas con las redes sociales? ¿Son útiles para el periodismo o se puede prescindir de ellas?
- Estoy en Facebook, pero porque quise hacer un reportaje sobre la amistad y me interesó ver cómo funciona la herramienta. Y no, no estoy en Twitter, aunque estoy en Eskup, una herramienta social del periódico El País, donde trabajo. Y yo creo que son útiles para darle velocidad al periodismo. Pero lo mejor para el periodismo, como solía decir un maestro que tuve, es hacer periodismo.
¿Qué opinas de la crónica periodística? ¿Los diarios que no apuestan a la crónica están condenados a morir?
- La crónica es el gran género del periodismo del pasado. Y es curioso, porque ahora es el gran género del periodismo del futuro. Y sí, si los diarios no hacen crónica están condenados a morir. Pero eso sucede desde siempre. Por eso el periodismo de los diarios no ha muerto (y no morirá): porque los periodistas saben que su sustento es la crónica. Mientras haya crónica hay esperanza, pues.
¿Cuál es el desafío fundamental del periodismo hoy?
- El desafío del periodismo hoy es hacer periodismo, utilizar esta vieja herramienta para contar cosas buenas. El periodismo no depende de un soporte, más veloz o más lento. Depende de la inteligencia de los periodistas para encontrar historias interesantes que contar. Pero eso ya lo sabían Hemingway y Tomás Eloy Martínez.
Tertulia cibernética
La entrevista se pareció más a una larga conversación, que duró casi tres semanas, con mensajes de ida y vuelta. Comenzó en España, pero siguió en México, donde el entrevistado asistió como jurado de la vigésima edición del Premio de Literatura en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara.
Mientras evaluaba los textos de los finalistas (el 30 de agosto pasado se anunció ganadora a la escritora y académica mexicana Margo Glantz), Cruz Ruiz se dio tiempo para responder con su móvil (como le llaman en España al celular) a las consultas que le llegaban desde Tucumán.
- En Egos Revueltos se percibe la magia de las tertulias, con el aroma del café, el humo del cigarrillo y el sabor de los buenos tragos. Como lector, percibo que gran parte de tu vida ha sido como una tertulia permanente.
- En realidad me he pasado la vida entrevistando, hablando con gente para mi trabajo. Y yo mismo he estado en numerosas conversaciones que podrían llamarse tertulias. Pero a la gente le parece que la tertulia es literaria porque se llame tertulia. Hay tertulias extremadamente aburridas y sosas, y no tienen más altura literaria que la presencia, quizá, de literatos en ella. Los literatos suelen guardarse su brillantez para sus libros, en la mayor parte de los casos.
- ¿Lo crees así? ¿Qué podrías contar al respecto a partir de alguna anécdota?
- En las memorias que escribió Juan Benet sobre las tertulias en casa de don Pío Baroja, que son ahora un paradigma de lo que fueron las tertulias en la posguerra española, se cuenta la anécdota que sucedió cuando un obispo navarro fue a visitar al novelista, en una de sus tertulias. En el silencio que se hizo a la llegada del obispo, uno de los tertulianos dijo: "Con el permiso del señor prelado, me voy a comer un higo". Esa anécdota queda como símbolo del tono de estas conversaciones que entraron en la mitología literaria como símbolo de lo que es una tertulia.
- ¿Qué importancia tiene la tertulia para los escritores, por un lado, y para los periodistas, por el otro?
- Creo que ahora las tertulias son cibernéticas; ni los escritores se juntan tanto ni los periodistas salen tanto juntos. Ya esa tipología del escritor bohemio o del periodista bohemio, que buscaba al azar bares y cafés para terminar las noches se quedó en la noche de los tiempos. La gente charla por Internet y apenas se bebe, o se bebe mucho menos, tanto en las redacciones como en los bares, si me apuras.
- ¿Los periodistas deberían recuperar la atmósfera mágica de las tertulias?
- Nos vendría bien intercambiar más experiencias fuera de las redacciones. Pero los periodistas no son muy solidarios en los últimos tiempos, están cada uno a sus cosas y da pereza intercambiar. Ya cambiará, ya intercambiarán.
- ¿Los periodistas discuten hoy de periodismo en una atmósfera de tertulia?
- No. Si te soy sincero, yo creo que los periodistas estamos tan preocupados por la supervivencia del oficio (que sobrevivirá, no tengo duda al respecto) que sólo hablan de eso, cuando tendrían que hablar de lo que hay que hacer cuando ya se haya acabado la incertidumbre. Y lo que hay que hacer es simple: seguir haciendo periodismo.
- Hace no mucho tiempo, te preguntaste en voz alta por qué los escritores no van a escuchar a los escritores. ¿Eso refiere al ego de los escritores?
- Sin duda. Los escritores no se escuchan entre ellos; a veces da la impresión de que no se leen, o de que se leen si los otros les leen. Es un problema que incide negativamente en la divulgación de la cultura literaria.
- LA GACETA Literaria ya tiene más de seis décadas sin interrupciones. ¿Qué rol deben cumplir los suplementos literarios en los periódicos?
- Enhorabuena por esas seis décadas. Creo que la divulgación literaria, la de la importancia de la lectura, es primordial para la supervivencia del lector, y también del lector de periódico. El periódico que no tenga en cuenta al lector literario está disparando contra su fachada, contra el centro primordial de su negocio: la creación de lectores.
- ¿A qué deben apuntar las críticas literarias?
- A decirle a la gente por qué un libro es interesante o por qué no tiene interés. Y ha de hacerlo con un lenguaje adecuado, ni elevadísimo ni despectivo. Como si uno le estuviera aconsejando honestamente a un amigo o a un hijo. O a un nieto.
- ¿Es necesario recuperar la lectura de los clásicos?
- Sin duda ninguna. De su conocimiento depende la pureza de nuestro lenguaje. Y nuestra autocrítica.
- Quiero hacerte una pregunta que te escuché hacerles a otros autores. Precisamente a Mario Vargas Llosa. ¿Por qué escribes? ¿Por qué haces literatura y periodismo?
- Escribo porque respiro, y respiro escribiendo. Hago muchas otras cosas. Pero ahí, como decía Natalia Ginzburg, es cuando siento que existo, que soy algo más que este conjunto de incertidumbres que constituyen los horizontes difusos de mi vida. Vargas Llosa dijo en 1990 (después de una crisis que se asoció en su caso a la derrota electoral de su candidatura en Perú) que escribía para huir de la pena. Creo que yo escribo para explicarme la pena.
- ¿Cómo fue tu aproximación al universo de la literatura?
Fue gracias a la radio; la radio me impulsó a tratar de saber contar; me gustaba oír contar; escuchar cómo contaba mi madre, cómo contaban las vecinas. Hasta que tuve 11 años no hubo ningún libro en casa, ni periódicos. Sólo hubo la radio. Llegué a la literatura, a la letra escrita, por la palabra hablada.
- Creo que sin literatura, el periodismo se empobrece. Ante eso, ¿qué le aporta la literatura al periodismo?
- Es que son la misma cosa. La riqueza inmensa que ahora representa la aportación al periodismo mundial la labor de los cronistas o narradores de historias latinoamericanos es una consecuencia de la literatura, y viceversa; hoy no se entiende la literatura sin la ruptura de los géneros, y en esa saludable dispersión tiene mucho que ver el periodismo, el buen periodismo.
- ¿Hay un lector ideal? ¿Cuáles son sus características?
- El lector ideal es aquel que muestra entusiasmo por lo que lee. El lector ideal, por ejemplo, es Mario Vargas Llosa, el Mario de La verdad de las mentiras. Su incitación a que los demás lean es digna del premio Nobel al lector, si lo hubiera. Otro lector es George Steiner, inteligentísimo pero mucho más frío que Vargas Llosa. Ellos son dos tipos de lector.
© LA GACETA
Miguel Velárdez - Periodista de LA GACETA.
Becario de la Fundación Nuevo Periodismo
Iberoamericano (FNPI), que preside Gabriel
García Márquez.
Para LA GACETA - Tucumán
"Los egos son la materia misma de la escritura (…)
A los autores los mueve la pasión y los mueve la vocación, pero el motor principal es el ego".
Juan Cruz Ruiz (Prólogo de Egos Revueltos)
Se pasó la vida entrevistando a los más destacados autores (todavía sigue haciéndolo), muchos de los cuales se convirtieron en sus amigos. Conoció a Borges, a Cortázar, a Benedetti, a Cabrera Infante y a tantos otros. Tuvo el privilegio de compartir el universo más íntimo de la literatura de las últimas cuatro décadas. Por eso, Juan Cruz Ruiz es una autoridad para hablar del ego de los escritores y de los periodistas, porque son egos diferentes. En unos, se almacena durante meses -explica-; en los otros se apaga de inmediato.
Es autor de reportajes memorables publicados en el diario El País de España, donde comenzó como corresponsal en Londres. Después fue jefe de Cultura. Ahora es adjunto en la dirección del periódico más influyente de habla hispana. También se da tiempo para ser jurado en concursos literarios y para exponer sobre este oficio que se ha ligado a su vida como un tatuaje en el cuerpo. Por ese largo recorrido, con la voz de la experiencia, advierte que la crónica es el gran género del periodismo del futuro, y que el desafío de los periodistas es hallar buenas historias para contar. Está en Facebook, tiene cuenta en Eskup (una red similar a Twitter) y escribe en su "blog" Mira que te lo tengo dicho. Desde España, vía e-mail, aceptó esta entrevista con LA GACETA Literaria.
- Una vez dijiste que sin ego es imposible escribir. ¿Qué diferencias hay entre el ego de los escritores y el ego de los periodistas?
- Hay diferencias, aunque parezca que no; el ego del periodista suele ser instantáneo, se resuelve en cuanto alguien le comenta su nota, e incluso antes: en cuanto su nota está publicada. Mientras que el ego del escritor se va almacenando en el almacén de sus egos, durante semanas y meses, hasta que el libro sale y algún amigo benevolente le calma la fiebre del ego (que es una fiebre) y le dice: que sí, hombre, que valió la pena tanta soledad y tanto esfuerzo. A partir de entonces se calma el ego, pero jamás se calma del todo. Siempre queda un rescoldo. Mientras que el ego del periodista se apaga de inmediato. Aunque no siempre, si quieres que te diga; hay periodistas que también tienen el ego de una puerta sin paisaje.
- ¿Cómo fue la etapa en la que comenzó a germinar Egos Revueltos?
- Germinaba desde hacía tiempo; y surgió, en realidad, por una coincidencia. Hubo un día en que advertí en la atmósfera un clima similar al que sentí muchos años antes, mientras llevaba una carta al correo para Guillermo Cabrera Infante. Reconstruyendo esa atmósfera fue cuando surgió el libro; no es que naciera de una necesidad de contar lo que se cuenta ahí; la necesidad fue la de contar lo otro, aquella atmósfera. Me pasa siempre que escribo.
- El pacto con la memoria fue fundamental para esta obra. Es como un paseo por la literatura de las últimas décadas. Incluso, mucho de los autores mencionados ya no están entre nosotros. Por esa razón, ¿crees posible un nuevo boom latinoamericano o sería un error para los llamados nietos del boom avanzar por ese camino?
- Me gustaría pensar que sí, que se vislumbra un nuevo boom. Esta vez, sin embargo, creo que es un boom del periodismo narrativo; excelentes narradores, algunos de los cuales son novelistas, están ejerciendo en América un periodismo extraordinario; esa es la nueva literatura suramericana y ese es un nuevo boom por el que vale la pena esperar una verdadera resurrección de nuestras literaturas.
¿Cuáles son tus vínculos con la literatura argentina?
- Bueno, creo que no son vínculos: estoy literalmente atado a la literatura argentina, desde Borges a Sabato, pasando por Cortázar y por Tomás Eloy Martínez. Y para mí, esa literatura tiene su prolongación natural en Onetti, en Benedetti, en tantos escritores latinoamericanos a los que conocí cuando empezaron a llegar a mi pueblo, en Tenerife, los libros en español que escribían autores americanos que ya desde entonces han vivificado en mi imaginación y en mis sueños de escritor.
- Sobre las publicaciones póstumas, ¿crees que algunos autores, si pudieran, no aprobarían que metieran mano en esos escritos que ellos mismos dejaron guardados en algún cajón o piensas que los lectores tienen derecho a conocer esos textos, aunque se encuentren inconclusos?
- Creo que no es bueno que nadie reescriba lo escrito, claro que lo creo. En cuanto a que los lectores conozcan lo que el autor no quiso que se conociera, depende; a veces sirve para situar al autor, para conocer herramientas que ayudan a verificar sus dudas. Convenientemente explicado, no hay problema alguno.
En relación a las nuevas tecnologías y las herramientas que aparecen día a día, ¿cómo te llevas con las redes sociales? ¿Son útiles para el periodismo o se puede prescindir de ellas?
- Estoy en Facebook, pero porque quise hacer un reportaje sobre la amistad y me interesó ver cómo funciona la herramienta. Y no, no estoy en Twitter, aunque estoy en Eskup, una herramienta social del periódico El País, donde trabajo. Y yo creo que son útiles para darle velocidad al periodismo. Pero lo mejor para el periodismo, como solía decir un maestro que tuve, es hacer periodismo.
¿Qué opinas de la crónica periodística? ¿Los diarios que no apuestan a la crónica están condenados a morir?
- La crónica es el gran género del periodismo del pasado. Y es curioso, porque ahora es el gran género del periodismo del futuro. Y sí, si los diarios no hacen crónica están condenados a morir. Pero eso sucede desde siempre. Por eso el periodismo de los diarios no ha muerto (y no morirá): porque los periodistas saben que su sustento es la crónica. Mientras haya crónica hay esperanza, pues.
¿Cuál es el desafío fundamental del periodismo hoy?
- El desafío del periodismo hoy es hacer periodismo, utilizar esta vieja herramienta para contar cosas buenas. El periodismo no depende de un soporte, más veloz o más lento. Depende de la inteligencia de los periodistas para encontrar historias interesantes que contar. Pero eso ya lo sabían Hemingway y Tomás Eloy Martínez.
Tertulia cibernética
La entrevista se pareció más a una larga conversación, que duró casi tres semanas, con mensajes de ida y vuelta. Comenzó en España, pero siguió en México, donde el entrevistado asistió como jurado de la vigésima edición del Premio de Literatura en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara.
Mientras evaluaba los textos de los finalistas (el 30 de agosto pasado se anunció ganadora a la escritora y académica mexicana Margo Glantz), Cruz Ruiz se dio tiempo para responder con su móvil (como le llaman en España al celular) a las consultas que le llegaban desde Tucumán.
- En Egos Revueltos se percibe la magia de las tertulias, con el aroma del café, el humo del cigarrillo y el sabor de los buenos tragos. Como lector, percibo que gran parte de tu vida ha sido como una tertulia permanente.
- En realidad me he pasado la vida entrevistando, hablando con gente para mi trabajo. Y yo mismo he estado en numerosas conversaciones que podrían llamarse tertulias. Pero a la gente le parece que la tertulia es literaria porque se llame tertulia. Hay tertulias extremadamente aburridas y sosas, y no tienen más altura literaria que la presencia, quizá, de literatos en ella. Los literatos suelen guardarse su brillantez para sus libros, en la mayor parte de los casos.
- ¿Lo crees así? ¿Qué podrías contar al respecto a partir de alguna anécdota?
- En las memorias que escribió Juan Benet sobre las tertulias en casa de don Pío Baroja, que son ahora un paradigma de lo que fueron las tertulias en la posguerra española, se cuenta la anécdota que sucedió cuando un obispo navarro fue a visitar al novelista, en una de sus tertulias. En el silencio que se hizo a la llegada del obispo, uno de los tertulianos dijo: "Con el permiso del señor prelado, me voy a comer un higo". Esa anécdota queda como símbolo del tono de estas conversaciones que entraron en la mitología literaria como símbolo de lo que es una tertulia.
- ¿Qué importancia tiene la tertulia para los escritores, por un lado, y para los periodistas, por el otro?
- Creo que ahora las tertulias son cibernéticas; ni los escritores se juntan tanto ni los periodistas salen tanto juntos. Ya esa tipología del escritor bohemio o del periodista bohemio, que buscaba al azar bares y cafés para terminar las noches se quedó en la noche de los tiempos. La gente charla por Internet y apenas se bebe, o se bebe mucho menos, tanto en las redacciones como en los bares, si me apuras.
- ¿Los periodistas deberían recuperar la atmósfera mágica de las tertulias?
- Nos vendría bien intercambiar más experiencias fuera de las redacciones. Pero los periodistas no son muy solidarios en los últimos tiempos, están cada uno a sus cosas y da pereza intercambiar. Ya cambiará, ya intercambiarán.
- ¿Los periodistas discuten hoy de periodismo en una atmósfera de tertulia?
- No. Si te soy sincero, yo creo que los periodistas estamos tan preocupados por la supervivencia del oficio (que sobrevivirá, no tengo duda al respecto) que sólo hablan de eso, cuando tendrían que hablar de lo que hay que hacer cuando ya se haya acabado la incertidumbre. Y lo que hay que hacer es simple: seguir haciendo periodismo.
- Hace no mucho tiempo, te preguntaste en voz alta por qué los escritores no van a escuchar a los escritores. ¿Eso refiere al ego de los escritores?
- Sin duda. Los escritores no se escuchan entre ellos; a veces da la impresión de que no se leen, o de que se leen si los otros les leen. Es un problema que incide negativamente en la divulgación de la cultura literaria.
- LA GACETA Literaria ya tiene más de seis décadas sin interrupciones. ¿Qué rol deben cumplir los suplementos literarios en los periódicos?
- Enhorabuena por esas seis décadas. Creo que la divulgación literaria, la de la importancia de la lectura, es primordial para la supervivencia del lector, y también del lector de periódico. El periódico que no tenga en cuenta al lector literario está disparando contra su fachada, contra el centro primordial de su negocio: la creación de lectores.
- ¿A qué deben apuntar las críticas literarias?
- A decirle a la gente por qué un libro es interesante o por qué no tiene interés. Y ha de hacerlo con un lenguaje adecuado, ni elevadísimo ni despectivo. Como si uno le estuviera aconsejando honestamente a un amigo o a un hijo. O a un nieto.
- ¿Es necesario recuperar la lectura de los clásicos?
- Sin duda ninguna. De su conocimiento depende la pureza de nuestro lenguaje. Y nuestra autocrítica.
- Quiero hacerte una pregunta que te escuché hacerles a otros autores. Precisamente a Mario Vargas Llosa. ¿Por qué escribes? ¿Por qué haces literatura y periodismo?
- Escribo porque respiro, y respiro escribiendo. Hago muchas otras cosas. Pero ahí, como decía Natalia Ginzburg, es cuando siento que existo, que soy algo más que este conjunto de incertidumbres que constituyen los horizontes difusos de mi vida. Vargas Llosa dijo en 1990 (después de una crisis que se asoció en su caso a la derrota electoral de su candidatura en Perú) que escribía para huir de la pena. Creo que yo escribo para explicarme la pena.
- ¿Cómo fue tu aproximación al universo de la literatura?
Fue gracias a la radio; la radio me impulsó a tratar de saber contar; me gustaba oír contar; escuchar cómo contaba mi madre, cómo contaban las vecinas. Hasta que tuve 11 años no hubo ningún libro en casa, ni periódicos. Sólo hubo la radio. Llegué a la literatura, a la letra escrita, por la palabra hablada.
- Creo que sin literatura, el periodismo se empobrece. Ante eso, ¿qué le aporta la literatura al periodismo?
- Es que son la misma cosa. La riqueza inmensa que ahora representa la aportación al periodismo mundial la labor de los cronistas o narradores de historias latinoamericanos es una consecuencia de la literatura, y viceversa; hoy no se entiende la literatura sin la ruptura de los géneros, y en esa saludable dispersión tiene mucho que ver el periodismo, el buen periodismo.
- ¿Hay un lector ideal? ¿Cuáles son sus características?
- El lector ideal es aquel que muestra entusiasmo por lo que lee. El lector ideal, por ejemplo, es Mario Vargas Llosa, el Mario de La verdad de las mentiras. Su incitación a que los demás lean es digna del premio Nobel al lector, si lo hubiera. Otro lector es George Steiner, inteligentísimo pero mucho más frío que Vargas Llosa. Ellos son dos tipos de lector.
© LA GACETA
Miguel Velárdez - Periodista de LA GACETA.
Becario de la Fundación Nuevo Periodismo
Iberoamericano (FNPI), que preside Gabriel
García Márquez.
(Nota: narrativabreve.com es un blog sin ánimo de lucro que trabaja como redifusor de textos literarios, y en ejercicio de buena praxis indica siempre -que es posible- la fuente de los textos y las imágenes publicados. En cualquier caso, si algún autor o editor quisiera renunciar a la promoción de textos suyos que han sido publicados en este blog, no tiene más que comunicálo en la siguiente direción: ciconia1@gmail.com).
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