Siento cierta pena cuando me entero de que un concurso literario ha quedado desierto. Por una parte es una pena que el esfuerzo de los organizadores no pueda ser coronado con la entrega del galardón a una obra de la que se sientan orgullosos; y por otra, es una pena que los participantes se queden con -imagino- cierta sensación de orfandad.
Es lo que ocurrió anoche durante el acto de entrega de los ganadores de los premios literarios que convoca el Excmo. Ayuntamiento de Mérida (Extremadura) a través de la Biblioteca Juan Pablo Forner. Los miembros del jurado del XIV premio de Novela Juan Pablo Forner (Espido Freire, Manuel Vilas y Félix Romeo) decidieron fallar desierto el premio, que tenía una dotación de 24.000 euros. (El de Poesía recayó en Julio Rodríguez Suárez por su poemario Doméstica).
Pienso ahora, sobre todo, en los autores de esas 193 novelas que han visto truncado el sueño de ganar el premio. Solo en una ocasión he tenido la mala suerte de participar en un concurso literario que resultó desierto. Fue toda una decepción. En mi opinión siempre es menos doloroso que se lo lleve otro autor a que no se lo lleve ninguno...
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