jueves, 4 de marzo de 2010

Para conocer mejor a Kafka


En esta entrevista, Niels Bokhove, coeditar del libro Einmal ein grosser Zeichner, que recoge algunos de los grabados de Kafka, responde a las preguntas de Pilar García Velasco y nos acerca aún más la figura del escritor checo.
La entrevista y la imagen de Kafka están tomadas del espacio literario Libros colgados.

Pilar García Velasco

Cuando se habla de Kafka, generalmente se alude a su universo literario; su vocación temprana por el dibujo –en realidad, el joven Kafka deseaba ser dibujante, no escritor– es poco conocida. ¿Cuál es el origen de esa vocación?

Su interés por las artes visuales fue muy temprano, y surgió al contemplar en el escaparate de una tienda dos cuadros que le resultaron fascinantes. En uno aparecía una pareja, un hombre y una mujer, a punto de suicidarse juntos; en el otro, unos cazadores sorprendidos por un jabalí. Kafka recordó estos dos cuadros durante toda su vida. Con quince o veinte años se interesó por el arte, como muchos otros chicos de su edad, y cursó estudios de arte en la universidad, pero después decidió seguir la carrera de derecho pensando, como muchos otros chicos de su edad, que así mejorarían sus expectativas de conseguir un empleo.
Max Brod afirmaba en su biografía de Kafka: «Su pensamiento […] se construía en forma de imágenes». ¿Qué vinculaciones concretas entre imagen y palabra podemos rastrear en su obra?
Un bonito y significativo ejemplo de la función de las artes plásticas en la prosa de Kafka es la figura del pintor Titorelli en El proceso. Titorelli es un pintor de paisajes y también hace retratos de jueces. Gracias a esa actividad tiene buenos contactos con la judicatura, un contacto que ansía Josef K., protagonista de la novela. El pintor Titorelli aparece, pues, como figura de un hombre de éxito, tanto a ojos de K. como del propio Kafka. En efecto, los estudiosos de la obra de Kafka coinciden en que proyectaba en Titorelli su ideal de convertirse en un escritor exitoso y aceptado socialmente.


En el libro Einmal ein grosser Zeichner se incluyen alrededor de cuarenta dibujos de Kafka que usted y Marijke van Dorst han vinculado con un fragmento de texto específico del autor. ¿Cómo fue el proceso de asignar un texto de la obra de Kafka a cada uno de los dibujos?
En el libro hay que diferenciar dos tipos de textos: por un lado están los que acompañaban originalmente a los dibujos, y que no supusieron ningún problema, y por otro lado, y esta parte sí entrañó algunas dificultades, están aquéllos que tuvimos que seleccionar a partir de la obra completa de Kafka, procurando que el texto elegido sirviera para intensificar el dibujo y a la inversa.

¿Se podrían considerar expresionistas los dibujos de Kafka?
Muchos de sus dibujos son simplemente bocetos que realizó en sus días de estudiante universitario. Max Brod los recopiló y hoy no sabemos exactamente dónde están, quizás en Tel Aviv, donde ha vivido la heredera de Max Brod, su última secretaria, que nunca permitió el acceso a los dibujos. Pero volviendo a su pregunta, podemos decir que algunos son expresionistas, otros se aproximan al absurdo… En cualquier caso, sería complicado calificar sus dibujos como expresionistas. Lo mismo sucede con sus textos, difíciles de encuadrar, y con los que se produce la misma discusión acerca de si cabe o no considerar a Kafka un escritor expresionista.

¿Mantuvo Kafka contactos con los artistas de su época?
Sí, alrededor de 1905, Max Brod facilitó a Kafka el contacto con el grupo Osma («Los Ocho») un grupo de artistas plásticos de Praga al que pertenecía Emil Filla, entre otros. Brod mostró a los miembros de este grupo varios dibujos de Kafka y les habló de su talento como dibujante: «Puedo deciros el nombre de un gran artista, Franz Kafka». Fue en esos mismos años cuando Kafka tomaría la decisión de dedicarse a la escritura, aunque siguió dibujando durante toda su vida.

Es curioso cómo las narraciones de Kafka han dado lugar a la imagen de un hombre permanentemente triste y atormentado, algo que no parece corresponder con la alegría de vivir que descubrimos en sus cartas y diarios: su interés por la natación, el remo, la gimnasia, el nudismo etc. ¿Hasta qué punto cree usted que los personajes de Kafka han logrado reemplazar a su propio creador en el imaginario colectivo?
No sabría decirlo; lo cierto es que hay dos caras en el carácter de Kafka: una es la alegre y optimista, la que mostraba cuando se encontraba en público; pero hay otra cara, la interna, llena de problemas y duras elecciones vitales, por ejemplo, entre la escritura y el matrimonio. Cuando Kafka decide ser escritor y no seguir el negocio familiar, renuncia a tener una «vida normal», con mujer e hijos.

También se ha generalizado la idea de que Kafka apenas salió de Praga; tendemos a imaginarlo encerrado en su habitación, como si fuera Gregor Samsa, cuando lo cierto es que Kafka viajó bastante. ¿Cree que sus viajes influyeron en su vida y en su obra?
Diría que no demasiado, al menos en su obra. Es cierto que en sus viajes visitó museos y pudo observar de cerca la obra de numerosos artistas, pero apenas encontramos referencias a estos viajes en su obra literaria. Y aunque visitó buena parte de Europa, Kafka siempre volvía a Praga. Solamente al final de su vida, en 1923, decide ir a Berlín, donde vivirá con su última novia, Dora Diamant.

Otro tema poco tratado en la obra de Kafka es el humor, la ironía, ese humour noir de Breton como «revuelta superior del espíritu». ¿Tal vez también podemos encontrar ese humor en sus dibujos?
La verdad es que nunca había pensado acerca del humor en sus dibujos. Hablar del humor en Kafka es algo muy reciente, algo de lo que nadie había escrito hasta hace diez o quince años. Siempre se hablaba del Kafka oscuro y pesimista, de lo absurdo, de la dificultad de su obra, pero nunca del humor.

En estos momentos trabaja usted en un ensayo acerca de las mujeres en la vida y en la obra de Kafka. ¿Cree que el «matrimonio con la literatura» de Kafka le impidió tener relaciones duraderas con las mujeres?
Sí, lo creo. Kafka se enfrentó al dilema de seguir el negocio de su padre y fundar una familia o convertirse en escritor, dos alternativas que consideraba excluyentes. En sus años de universidad decidió tomar el camino de la escritura y se mantuvo fiel a esa elección durante toda su vida. Llegó a comprometerse con Felice Bauer en dos ocasiones, y las dos veces rompió con ella con argumentos poco sólidos.

Precisamente me gustaría preguntarle por Felice Bauer. Al leer los diarios de Kafka, nos encontramos con instantes de gran ternura, seguidos por una terrible frialdad. Por ejemplo, en la forma en que Kafka narra su primer encuentro con Felice para luego describirla, de manera despectiva, como «una criada». Después de cinco años de correspondencia y tras romper su relación, ¿qué huella cree usted que dejó Felice Bauer en él?
¡Debía de estar exhausto tras intercambiarse quinientas cartas! No, en serio: el crítico literario alemán Marcel Reich-Ranicki dijo en una ocasión que Felice Bauer era una especie de buzón de correos donde Kafka echaba las cartas. Puede sonar cínico, pero creo que también es realista. Felice era sólo una persona a la que Kafka dirigía unas cartas con las que conseguía sacar las ideas de su cabeza y de su casa: las ponía por escrito y las enviaba. Podríamos considerarlo una especie de terapia. Por otro lado, las cartas son muy hermosas, son pura literatura. Y en cuanto a la huella de Felice Bauer en la obra de Kafka, el personaje de Fräulein Bürstner de El proceso está inspirado en ella.

La correspondencia de Kafka con Milena Jesenska parece, sin embargo, menos forzada, más espontánea. ¿Estaba Jesenska más próxima a la sensibilidad del escritor?
Sí, ambos eran escritores. Su relación empezó cuando ella quiso traducir una de sus obras. Sin duda Milena estaba más próxima al Kafka escritor que Felice Bauer. Pero, en cambio, había otros impedimentos en su relación: Milena ya estaba casada. Además, tenían un carácter casi opuesto, frente a la introversión de Kafka, Milena era una persona muy extrovertida. Rompieron tras dos o tres años de relación.

Tras visitar una exposición de Picasso, Kafka pronunció la famosa frase: «El arte es un espejo, que se adelanta como un reloj –a veces–». ¿Cree que Kafka también se adelanta?, ¿tiene sentido considerarlo una especie visionario?
Muchos ven en Kafka un profeta, alguien que anticipó la Segunda Guerra Mundial. Yo no lo veo así. Daría la vuelta a la pregunta: afirmamos que el siglo XX es el siglo de Kafka pero, ¿cómo habría sido el siglo XX si Kafka no hubiera existido?
CICLO KAFKA: VISIONES Y SUEÑOS
02.06.08 > 05.06.08
PARTICIPANTES JORGE ALEMÁN • NIELS BOKHOVE • JOSEF CERMÁK • MARIJKE VAN DORST • JORDI LLOVET
ORGANIZA CBA
COLABORA CENTRO CHECO DE MADRID

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