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Yo y la aldea, de Marc Chagall. Fuente de la imagen |
MENDEL, DE LA CALLE MARKET
Mendel,
el pintor que vivía en la calle Market, había convencido a un amigo labriego,
viejo y achacoso como él, para que le cortara la oreja izquierda. Mendel era
sordo de ese oído desde los ocho años, secuela de unas fiebres mal curadas; así
que pensó que no tenía nada que perder. Después de la “hazaña” su fama de autor
maldito recorrería todo el país y sus cuadros, por fin, serían apreciados en su
justa medida. ¿Qué tenía Van Gogh que no tuviera él? “Guardaré la oreja en la
nevera e invitaré a grandes personalidades de la cultura a que vengan a
admirarla”, le dijo a Moshe, que era el nombre del labriego. Éste se encogió de
hombros, alzó la hoz y cortó la oreja de un tajo limpio.