jueves, 2 de febrero de 2017

Lecturas para todos


Cuentos, relatos, textos cortos, recetas literarias... Ya veis que sigo trabajando duro, sin descanso, en la promoción de la lectura de grandes autores. :-)

Sigo con las recetas literarias. Ayer mismo publiqué una receta revolucionaria de Slawomir Mzorek, que será de vuestro agrado (es uno de los mejores textos breves narrativos que he leído jamás). Tenéis también un comentario sobre Perder el tiempoun gran libro de relatos cortos de Juan Ramón Santos, un podcast sobre una guía práctica para ganar dinero con Amazon (no todo ha de ser literatura en la Viña del Señor), una entrevista con el pedagogo Jorge Casesmeiro Roger, dos historias cortas de miedo de Arthur Machen, una reflexión sobre las faltas de ortografía, etcétera. 

Seguiré informando por esta vía de las muchas tareas literarias que me tienen tan ocupado últimamente. Y si os gusta escribir con pluma estilográfica, echadle un vistazo a esta página que he creado para amantes de la escritura a mano. O lee este post si quieres comprar plumas estilográficas baratas: Parker, Lamy, Online, Kaweco, Pelikan...

Y para que no sea todo informativo, os dejo un gran microrrelato del escritor de ciencia ficción Fredric Brown: Reconciliación.  

RECONCILIACIÓN

Afuera, la noche era silenciosa y estrellada. En el salón de la casa se respiraba un ambiente tenso. El hombre y la mujer que allí estaban se contemplaban con odio, a unos pocos metros el uno del otro.
El hombre tenía los puños cerrados como si debiera utilizarlos, y los dedos de la mujer estaban separados y curvados como garras, pero ambos mantenían los brazos rígidamente estirados a lo largo de su cuerpo. Eran seres civilizados.

Ella habló en voz baja:

–Te odio –dijo–. He llegado a odiar todo lo que te concierne.

–No me extraña –replicó él–. Ya me has arrancado hasta el último céntimo con tus extravagancias, y ahora que ya no puedo comparte todas las tonterías que tu egoísta corazoncito…

–No es eso. Ya sabes que no es eso. Si aún me trataras igual que antes, sabes que el  dinero no importaría. Es esa… esa mujer.

Él suspiró como aquel que suspira al oír una cosa por diezmilésima vez.

–Sabes muy bien –dijo– que ella no significaba nada para mí, absolutamente nada. Tú  me empujaste a hacer… lo que hice. Y, a pesar de que no significara nada para mí, no lo lamento. Volvería a hacerlo.

–Volverás a hacerlo en cuanto se te presente la oportunidad. Pero yo no estaré aquí para que me humilles. Me has humillado ante mis amigas…

–¡Amigas! Esas arpías cuya asquerosa opinión te importa más que…

Un destello cegador y un calor sofocante. Ambos comprendieron, y cada uno de ellos dio un paso hacia el otro con los brazos extendidos; se abrazaron desesperadamente durante el segundo que les quedaba, el segundo final, que era todo lo que entonces importaba.

–Oh, amor mío, te quiero…

–John, John, cariño…

La onda de choque los alcanzó.

Fuera, en lo que había sido una noche silenciosa, una flor roja aumentaba de tamaño y  se alzaba hacia el cielo destruido.