Deporte de riesgo. Fuente de la imagen en Internet |
He leído estas páginas como si fueran el espejo de toda mi vida, retrato de lo que fui y de lo que soy, y lo he hecho con la misma nostalgia con la que hojeamos ese álbum de fotos escolar donde nuestro rostro, insultantemente joven, resuena como una bofetada en nuestro achacoso ánimo. A lo mejor se escribe precisamente para eso, para ilustrar con tinta novelesca las hojas de un álbum fotográfico en el que vernos retratados cuando el pasado empiece a amarillear.
EL OFICIO DE ESCRIBIR
En junio voy a impartir un seminario de lectura en Miajadas y los organizadores del acto me han pedido algunos de mis textos para hacer una breve publicación. Mientras los seleccionaba no he tenido más remedio que echar una mirada al pasado en que fueron escritos, ese pasado brumoso en el que yo aún era joven e ingenuo y creía ver en mi pluma la espada certera con la que conquistar el mundo. (La juventud y la ingenuidad, analizadas en frío, resultan entrañables).
He leído estas páginas como si fueran el espejo
de toda mi vida, retrato de lo que fui y de lo que soy, y lo he hecho con la
misma nostalgia con la que hojeamos ese álbum de fotos escolar donde nuestro
rostro, insultantemente joven, resuena como una bofetada en nuestro achacoso ánimo.
A lo mejor se escribe precisamente para eso, para ilustrar con tinta novelesca
las hojas de un álbum fotográfico en el que vernos retratados cuando el pasado
empiece a amarillear.
Así que ahí estoy –esas líneas me delatan–
torpe y confuso en mis primeros balbuceos como narrador, y pese a todo
dispuesto a comerme el mundo, ay, como si el mundo no tuviera nada más que
hacer que dejarse comer por este servidor.
Hacer carrera en el ámbito de las artes nunca
ha sido del interés de quienes sitúan la seguridad en lo más alto de su escala
de valores: saben que en este viaje el destino es más que incierto. Alabo el
sentido común y el compromiso con la realidad de estas personas, pero me cuesta
compartir sus precauciones. Amante del riesgo, empiezo a comprender que la
intuición de que el fracaso estaba casi asegurado fue precisamente lo que me
animó a hacerme escritor.
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