viernes, 3 de febrero de 2012

Cuento breve recomendado (172): "Esperando", de Osamu Dazai



Osamu Dazai (1909-1948). Fuente de la imagen


“Osamu Dazai, seudónimo de Tsushima Shuji, es uno de los escritores modernos más apreciados en Japón. Décimo hijo de una familia acomodada, Dazai estudió literatura francesa en la universidad de Tokio. Desheredado por su padre a causa de una relación con una geisha de bajo rango y acuciado por su adicción a la morfina y el alcohol, Dazai intentó suicidarse en cuatro ocasiones. Autor de varios libros de relatos y de dos novelas, el reconocimiento no le llegaría hasta la publicación, tras la segunda guerra mundial, de Indigno de ser humano y El ocaso. En 1948, pocos meses después de la publicación de Indigno de ser humano y una semana antes de cumplir cuarenta años, se suicidó con su amante en Tokio arrojándose a un canal del río Tama”.


ESPERANDO
Osamu Dazai (Japón, 1909-1948)
Todos los días voy a la pequeña estación de tren a buscar a alguien. Quién es ese alguien, no lo sé.
Siempre paso por ahí después de hacer las compras en el mercado. Me siento en una fría banca, pongo la cesta de las compras sobre mis rodillas, y miro abstraídamente hacia los molinetes. Cada vez que llega un tren, una multitud de pasajeros es escupida hacia afuera desde las puertas de los vagones. La muchedumbre avanza en tropel hacia los molinetes, y las personas, todas con la misma cara de enojo, sacan los pases y entregan los boletos. Luego, sin mirar hacia los costados, caminan precipitadamente. Pasan por delante de mi banca, salen hacia la plaza que está frente a la estación, y se van cada uno por su lado. Yo sigo sentada distraídamente. ¿Qué sucedería si alguien sonriese y me hablase? ¡Ay no, por Dios! La mera posibilidad me pone tan nerviosa que me estremezco de sólo pensarlo, como si me hubieran echado agua fría en la espalda. No puedo respirar. Y sin embargo, continúo esperando a alguien todos los días. ¿A quién podría ser que estuviera esperando? ¿A qué tipo de persona? Pero quizás lo que estoy esperando no sea un ser humano. Odio a los seres humanos. En realidad les tengo miedo. Cada vez que estoy cara a cara con alguien diciendo cosas como “¿qué tal, cómo está?”, o “¡cómo refrescó!”, saludando sólo para cumplir, siento que soy la persona más falsa del mundo. Me pone tan terriblemente mal que quiero morirme. Y las personas con las que hablo se ponen a la defensiva sin razón, me hacen vagos cumplidos, y comentan sentenciosamente impresiones que no tienen en verdad. Su cautela mezquina me hace sentir triste: el mundo es cada vez más repugnante y no puedo soportarlo. La gente intercambia tensos saludos desconfiando unos de otros hasta cansarse, y así pasa la vida.
A mí no me gusta encontrarme con gente. Por eso, a no ser que hubiera una razón excepcional, nunca visitaba a amigos. Lo más cómodo ha sido para mí estar en casa con mi madre cosiendo, las dos solas, en silencio. Pero finalmente estalló la guerra, y el ambiente se puso tan tenso, que empecé a sentirme culpable de quedarme en casa todo el día sin hacer nada. Me sentía angustiada y no podía relajarme en absoluto. Quería hacer una contribución directa trabajando tan duro como pudiese. Perdí toda fe en la vida que había llevado hasta ese momento.
No soporto quedarme en casa en silencio. Sin embargo cuando salgo me doy cuenta de que no tengo ningún lugar adonde ir. Así que hago las compras, y al regresar, paso por la estación y me siento distraídamente en la fría banca. Tengo la ilusión de que alguien venga, pero si esa persona realmente apareciera, ¿qué haría? La idea me da pánico, pero estoy resignada. Si eso sucede, voy a entregarle mi vida: estoy preparada y ese momento marcará mi destino. Estos sentimientos de resignación y fantasías impudentes se entretejen de una forma muy extraña. La sensación me agobia de un modo sofocante. El mundo alrededor se enmudece; la gente que va y viene en la estación aparece pequeña y lejana, como si estuviera mirando por un telescopio al revés. La sensación es vaga, como si estuviera soñando despierta, como si no supiera si estoy viva o muerta. ¡Ay! ¿Qué cosa estoy esperando? Acaso yo no sea más que una mujer obscena. Todo eso del estallido de la guerra, lo de sentirme angustiada, de trabajar duro porque quiero ser útil, quizás sólo sea una mentira, una excusa noble para tratar de encontrar una oportunidad de materializar mis fantasías indiscretas. Me siento aquí con mirada perdida, pero en el fondo, dentro de mí puedo ver cómo flamea la llama de mis deseos obscenos.
¿Pero, a quién diablos espero? No tengo en absoluto una idea clara, solamente una imagen vaga y confusa. Y sin embargo, continúo esperando. Desde el estallido de la guerra paso por aquí todos los días a la vuelta de las compras y me siento en esta fría banca a esperar. ¿Y si alguien me sonriera y me hablara? ¡Ay, no!, no es usted a quien estoy esperando. Entonces, ¿a quién? ¿Qué espero? ¿Un marido? No. ¿Un novio? No, para nada. ¿Un amigo? De ningún modo. ¿Dinero? Es ridículo. ¿Un fantasma? ¡Ay no, por favor!
Algo más apacible y alegre, algo maravilloso. No sé qué. Por ejemplo, algo como la primavera. No, no es eso. Hojas verdes. El mes de Mayo. El agua fresca y cristalina fluyendo a través de los campos de trigo. No, tampoco es eso. Ay, y sin embargo sigo esperando, con el corazón palpitante. Las personas pasan unas tras otras delante de mis ojos. No es aquello, ni esto. Con la cesta de compras en mis brazos, me estremezco y espero con todo mi corazón. Le pido a usted por favor que no me olvide. Por favor no olvide a la chica veinteañera que viene todos los días a la estación y regresa a su casa sintiéndose vacía. Por favor recuérdeme, y no se ría de mí. No voy a decirle el nombre de la estación. Aunque no lo haga, usted me verá algún día.
“Matsu”, 1954
Trad. Pablo Figueroa


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3 comentarios:

  1. Debido la vida trágica de éste autor, podemos ver los destellos de sensibilidad extrema en sus letras. Se aparece la persona tras la pluma y entre las líneas del personaje asoma su propia cara de quien aprecia lo honesto y desprecia las falsedades y formulismos sociales y políticamente correctos.
    Con trazos de tal finura es el tipo de autor de estilo, quien puede prescindir de una trama efectista y permanecer presente en el lector por su intensa escencia humanista.
    Ciertamente que buscaré leer más de éste autor.

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  2. Osamu Dazai in Silence (Suicidios Ejemplares)
    http://silence-silencers.blogspot.com

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  3. Me permito copiar aquí el enlace que nos ofreces. Gracias. Miguel Díez R.

    DAZAI, Osamu:
    (1909-1948) Escritor japonés. Nacido como Shuji Tsushima era hijo de un terrateniente de Kanagi y se crió en un ambiente de riqueza que más tarde le avergonzaría y forzaría a vivir en un estado de pobreza autoimpuesta. Fue un muchacho solitario e introvertido, frágil y siempre enfermo. En la Universidad de Tokyo pudo hacer realidad sus tempranos sueños literarios, pero nunca terminó sus estudios. Quiso casarse con una geisha con la frontal oposición de su conservadora familia que lo desheredó. Es una de las figuras cumbre de la narrativa japonesa contemporánea y alcanzó la consagración en los años de la inmediata posguerra, con El ocaso e Indigno de ser humano, en el marco de una sociedad devastada material y espiritualmente por una guerra feroz y prolongada, de la cual, a los tres años de finalizada, sólo quedaban ruinas. Con una prosa transparente, y con un tono entre autobiográfico y nihilista, nos ofrece Dazai un certero retrato de un tiempo y una condición que no sólo son las suyas: la clara desolación ante la vida. Con el inicio de la década de los años cuarenta recobró cierta estabilidad al casarse con una maestra de escuela y también el reconocimiento literario en su país. Pero nunca logró zafarse de sus desequilibrios ni de sus adicciones. El 19 de julio de 1948, Dazai puso fin a sus días arrojándose atado junto a su amante, a las aguas de un canal de desagüe en las afueras de Tokio. Tenía 39 años.

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