Esteban Padrós de Palacios en la portada de la revista La Bolsa de Pipas, nº 27, 2001. Fuente de la imagen |
“La unidad del cuento depende de la proporción que existe entre el planteamiento y su final. En el cuento se producen un flujo y un reflujo rapidísimos. Un flujo que recorre las playas emocionales e imaginativas del lector: es la corriente que nos conduce al final. Viene luego un reflujo, nacido de este mismo final, que invita a nuestro intelecto a recorrer en sentido inverso todo lo leído: es decir, a meditarlo, a integrarlo, a la luz reveladora de este final. O sea, que solamente a partir del final halla perfecta aclaración y sentido todo lo expuesto anteriormente.”E.P. de P.
TINIEBLAS
Esteban Padrós de Palacios (España,
1925-2005)
Vengo de muy lejos. ¿De dónde? Todo son
tinieblas. Oscuridad aterradora. Si pudiera abrir los ojos. Razono que quiero
ver. Tengo la voluntad de ver. Pero no puedo. Los párpados. ¡Oh, los párpados!
Cómo pesan. No, no se mueven. ¿Estaré ciego? ¿Y dónde estoy? Puedo pensar.
Estoy pensando. Y tengo frío y miedo. La muerte. ¿Es la muerte? Si no estoy
muerto, ¿por qué no puedo ver nada? ¿Por qué no puedo moverme? Me invade el
pánico. ¿Estaré paralítico? ¡Abríos de una vez, Dios mío, abríos! Y ahora ¿qué
sucede?
-Lucas, Lucas...
Es una voz muy suave. Una voz solícita que
viene de muy lejos. ¿Lucas soy yo? Sí, debo de ser yo.
-Lucas...
De nuevo la voz persuasiva, la voz serena.
Esto quiere decir que oigo. Mis oídos captan sonidos. Hay algo exterior a mí.
Mi mente se desvela. Los dedos. Puedo mover los dedos. No, no estoy paralítico.
Estoy tocando una tela, una tela de textura conocida. Sí, una sábana. ¿Y por
qué una sábana? Si pudiera ver... Una sábana, una cama. ¿Qué hago en una cama
sin ver nada? ¿Estaré realmente ciego? ¡Oh, no, eso no!
-Se mueve...
La voz se dirige a otras personas. Parece
contenta. Luego hay gente a mi alrededor. Un esfuerzo. Un esfuerzo para
despegar los párpados. Ver la luz. Sobre todo ver la luz. No siento dolor. No
hay duda de que estoy en una cama. Seguramente una cama de hospital. Pero, ¿por
qué digo de hospital? No recuerdo nada. Sí, sí recuerdo. Vagamente. La imagen
de un coche. Un gran chirrido. Un choque. Eso es. Estoy volviendo a la vida.
Salgo de la anestesia. ¡Oh, Dios, los párpados parece que se mueven! Vislumbro
formas borrosas, imprecisas.
-Por fin...
Unos dedos suaves se posan sobre mis ojos.
Me cierran los párpados. Y es en este momento cuando al fin veo. Veo con
claridad a mis abuelos, a mi padre, a Carlos, mi gran amigo, que murió tan
joven...
-Lucas, hijo. Al fin has llegado. Ha sido
un camino muy duro.
Y ahora sí, ahora los contemplo a todos
bajo una nueva, infinita luz.
La bolsa de pipas (Mallorca), núm.
27, 2º extra de 2001, págs. 26-27.
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