Antonio de Nebrija (1444-1522). |
1492 es un año fundamental en la historia de España. Es el año del descubrimiento de América y de la toma de Granada, pero también -algo que se suele olvidar- de la publicación de la primera gramática española, obra de Elio Antonio de Nebrija (1444-1522).
Este es el punto de arranque de este capítulo del estudio de Sergio Zamora, que abarca cinco siglos de la evolución del idioma español. ¿Cuándo desapareció la distinción fonética entre b y v?, ¿cuándo se publicó el primer diccionario de la lengua?, ¿cuándo se creó la Real Academia Española? (...)
Fuente del texto: elcastellano.org
LA HISTORIA DEL ESPAÑOL. LA EVOLUCIÓN DE LOS ÚLTIMOS CINCO SIGLOS
La publicación de la
primera gramática castellana de Elio Antonio de Nebrija en 1492, fecha del
descubrimiento de América y de la toma de Granada por los Reyes Católicos,
establece la fecha inicial de la segunda gran etapa de conformación y
consolidación del idioma. A esta época pertenecen el cambio de las consonantes
que altera y consolida definitivamente el sistema fonológico del español.
Desaparece
la aspiración de la h, cosa que testimonia la versificación. Se funden en un
único fonema la s sonora y sorda, prevaleciendo el valor sordo. Las consonantes
ç y z pasan a ser el fonema fricativo (con pronunciación equivalente a ts) que
se escribirá ç durante el siglo XVI y pasará a tener el valor de la z (con su
pronunciación actual) en el siglo siguiente, con lo que de esta manera se
resolvió la vacilación ortográfica c, ç, z. Las variaciones fonéticas que
representaban x, g, j, se solucionaron también en favor del sonido velar
fricativo sordo que en el XVII pasa a tener la pronunciación y grafía actuales
de g y de j.
Desapareció
asimismo la distinción -b-, -v- que se neutralizó en -b- durante el siglo XVI.
En la morfología aparecieron los tiempos compuestos de los verbos, y se
convierte en auxiliar el verbo haber. En la sintaxis el orden de los elementos
de la oración se hace más rígido, y se anteponen los pronombres átonos a
infinitivos y gerundios.
Desde
el punto de vista del léxico adquirió una gran cantidad de neologismos, pues a
estos momentos correspondió la expansión de Castilla y, por lo tanto, el
contacto con otras culturas. Consiguió consolidarse como lengua dominante
frente a otros dialectos peninsulares al llevarse a cabo la unidad política de
Castilla y Aragón y ser el castellano la lengua de los documentos legales, de
la política exterior y la que llegó a América de la mano de la gran empresa
realizada por la Corona de Castilla, ya fijada en la gramática normativa de
Nebrija. A partir de los primeros momentos del siglo XVI se prefirió la
denominación de española para la lengua del nuevo imperio, y la preocupación de
los intelectuales del momento se refleja en la enorme tarea de sistematizarla,
analizarla y divulgarla.
Lo
demuestran la publicación del gran Diccionario de Alcalá, obra de la
Universidad Complutense creada por Cisneros; la aparición de la Minerva de
Francisco de las Brozas, conocido por El Brocense, que es una gramática
normativa y descriptiva más moderna que la realizada por el grupo francés de
Port Royal, y, a principios del siglo XVII, la publicación del Tesoro de la
lengua castellana o española (1611) de Sebastián de Covarrubias, primer
diccionario de la lengua, que contiene cuanta información histórica y sincrónica
había disponible en el momento de su publicación.
En
Francia, Italia e Inglaterra se editaban gramáticas y diccionarios para
aprender español, que fue la lengua diplomática hasta la primera mitad del
siglo XVIII. En esta etapa de la lengua se llegó al esplendor literario que
representan los autores del siglo de oro. El léxico incorpora palabras
originarias de tantas lenguas como contactos políticos tenía el imperio. Del
italiano entran en el español desde el siglo XV al XVII los nombres de la métrica
y preceptiva literaria como soneto, asonante, silva y lira, palabras
relacionadas con las bellas artes como fachada, escorzo, medalla, piano.
De
otros campos léxicos son italianismos de la época centinela, alerta, escopeta,
aspaviento, charlar, estropear y muchas más. Son galicismos paje, jardín,
jaula, sargento, forja o reproche. Los americanismos, que comienzan a entrar en
el siglo XVI, ofrecen una lista referida a las realidades que en Europa no se
conocían y que son españolismos tomados por las lenguas europeas como patata,
cóndor, alpaca, vicuña, pampa, puma, papa (denominación afincada en Canarias
para patata), que proceden del quechua y el guaraní. Los términos más antiguos,
como canoa, ya citado en el diccionario de Nebrija, proceden de los arawak. A
este conjunto pertenecen huracán, sabana, maíz, cacique, colibrí, caribe,
enagua y caníbal. De la familia de lenguas náhuatl habladas por los nahuas, se
incorporan hule, chocolate, tomate, cacao, aguacate y petate.
El español contemporáneo
En el
año 1713 se fundó la Real Academia Española. Su primera tarea fue la de fijar
el idioma y sancionar los cambios que de su idioma habían hecho los hablantes a
lo largo de los siglos, siguiendo unos criterios de autoridad. En esta época se
había terminado el cambio fonético y morfológico y el sistema verbal de tiempos
simples y compuestos era el mismo que ha estado vigente hasta la primera mitad
del siglo XX.
Los
pronombres átonos ya no se combinaban con las formas de participio y, gracias a
la variación morfológica, los elementos de la oración se pueden ordenar de
formas muy diversas con una gran variedad de los estilos literarios, desde la
mayor violación sintáctica que representan el barroco del siglo XVII, los
poetas de la generación del 27 y el lenguaje publicitario, hasta la imitación
de los cánones clásicos, también violentadores del orden del español, que
incorporaron los neoclásicos o los primeros renacentistas.
Coincidiendo
con otro momento de esplendor literario, el primer tercio del siglo XX, aparecieron
las nuevas modificaciones gramaticales que aún hoy están en proceso de
asentamiento. De ellas cabe citar: la reducción del paradigma verbal en sus
formas compuestas de indicativo y subjuntivo, la sustitución de los futuros por
perífrasis verbales del tipo tengo que ir por iré, la práctica desaparición del
subjuntivo, la reduplicación de los pronombres átonos en muchas estructuras
oracionales y con verbos de significación pasiva, que están desarrollando una
conjugación en voz media como en le debo dinero a María; la posposición casi
sistemática de los calificativos, la reducción de los relativos, prácticamente
limitados a que y quien en la lengua hablada.
Junto
a ello, la irrupción continua de neologismos, que nombran innovaciones técnicas
y avances científicos, tiene dos momentos: los anteriores a la mitad del
presente siglo, que contienen raíces clásicas como termómetro, televisión,
átomo, neurovegetativo, psicoanálisis o morfema, y los neologismos apenas
castellanizados, siglas y calcos del inglés y fruto de la difusión que de ellos
hacen las revistas especializadas, la publicidad o la prensa, como filmar,
radar, módem, casete, anticongelante, compacto, PC, o spot.
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