"Tiempos del cólera", por Rosa Lencero

Imagen tomada de Haití por descubir

La escritora extremeña Rosa Lencero ha dedicado su artículo semanal a la epidemia del cólera que padece actualmemente Haití, y lo ha hecho estableciendo un paralelismo literario con la novela El amor en los tiempos del cólera, de García Márquez. 

La foto la he tomado de la web Haití por descubrir.

(Fuente: Hoy, 4/11/2010)

TIEMPOS DEL CÓLERA

"Como siempre llueve sobre mojado; lo que le faltaba a Haití para volver a frenar de golpe su lentísima reconstrucción es esta cruel apocalíptica epidemia de cólera. Lo que no destruyó la ira de la naturaleza lo remata ahora una bacteria que sale de los infiernos para convertir de nuevo el país en un «moridero de pobres». Un siglo limpio de esta enfermedad mortal y de nuevo la maldición tras un terremoto que arrasó la infraestructura de un país precario con pobreza también endémica y hambre aderezada de miseria a pesar de esas espantosas galletas de barro seco amarillo con sal y grasa vegetal, que no remedian la desnutrición, son tóxicas e infectadas de parásitos. No es de extrañar que a Haití se le considere «vivo ejemplo del hambre en el mundo» y que toda contaminación se cebe en ellos como un caldo de cultivo perfecto. ¿Cuánto dinero se recaudó en aquellas cientos de cuentas que se abrieron en todos los bancos del mundo? ¿Con cuánto contribuyeron todos los países del globo? ¿Qué fue de los dinerales que aportaron los famosos concienciados? ¿Ubi sunt? Tantas preguntas que hacer al gabinete del presidente René Preval, que lucha sin aliento por el bienestar de su pueblo, que puede que esta muerte lenta de su país no exista, y que constatemos «que los síntomas del amor son los mismos del cólera», como magistralmente escribe García Márquez.

El gobierno de Haití pide sales de rehidratación oral, tubos gástricos, catéteres intravenosos, gasas y un largo etcétera de apoyo técnico y médico. Plantas potabilizadoras de agua, desinfectantes, alimentos sanos y entre paquete y paquete la ternura de la solidaridad y unos gobernantes que vivan una temporadita en las mismas chavolas de hojalata para empaparse de pueblo. De igual manera la lenta burocratización retrasa los procesos de ayuda sin tener en cuenta que salvar una vida depende de la rapidez de actuación. Que se lo pregunten al doctor Juvenal Urbino que acabó en su pueblo con el cólera, donde la gente vivía «ensopados por las lluvias horizontales de octubre» y las víctimas caían «fulminadas en los charcos del mercado». «El cólera fue endémico no sólo en la ciudad sino en casi todo el litoral del Caribe», sigue narrando García Márquez en su novela. Esa epidemia hizo gastar pólvora a cañonazos para purificar el ambiente y el estrago «fue mucho más encarnizado con la población negra, por ser la más numerosa y pobre». No cambia nada, nada; podremos releer todavía «que los tiempos del cólera no habían terminado, a pesar de las cuentas alegres de las autoridades sanitarias» y creer que se acaba de escribir estos días. No me extraña que a Juvenal le asuste «la sospecha tardía de que es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites».

Estos no son tiempos para el amor, ni debieran ser para el cólera".

Rosa Lencero

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