Víctor Manuel Jiménez Andrada
La mujer
abre la puerta. El chico mira con desconfianza a ambos lados y entra de forma
clandestina. La sigue por las escaleras sombrías. Intenta dibujar su silueta en
la penumbra y percibe matices que le aceleran el pulso.
En la intimidad de la habitación ella deja caer el vestido
y le entrega su alma en bandeja. El chico, desconcertado, devora la carne con
deleite animal, pero obvia lo intangible. Saciado el apetito, la mira a los
ojos. Entonces huye antes de que la primera lágrima asome a los párpados.
Cuando
sale a la calle la noche reina en cada rincón. El silencio envuelve las horas y
solo se rompe levemente con sus pisadas rápidas.
La mujer
se asoma a la ventana y lo ve desaparecer entre las sombras. Sonríe y piensa
que quizás las uvas estaban verdes.
Genial, como poco gracioso, Me ha gustado mucho.
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