Me llama la atención los serios problemas que tienen muchas personas -algunos escritores profesionales incluidos- a la hora de puntuar correctamente el vocativo, pese a lo sencillo que es de identificar. He leído novelas y colecciones de relatos premiados en certámenes literarios que han sido publicados con vocativos huérfanos de sus correspondientes comas, lo cual demuestra que el vocativo sigue siendo una tarea pendiente para a) autores, b) miembros del jurado y c) correctores de estilo.
A continuación podemos leer un breve estudio de Encarnación García Dini, de la Universidad de Pisa, sobre el vocativo y su "circunstancia". Se trata de una síntesis de la aportación de la autora en un seminario filológico celebrado en Pérgamo. Como me he tomado la molestia de reproducir este texto en narrativabreve.com para mayor conocimiento del vocativo, no puedo pasar por el alto un pequeño gazapo que se le ha colado a la autora en uno de los ejemplos. (Algo que le puede pasar a cualquiera, claro... Quien esté libre de gazapos que lance la primera piedra...).
A continuación podemos leer un breve estudio de Encarnación García Dini, de la Universidad de Pisa, sobre el vocativo y su "circunstancia". Se trata de una síntesis de la aportación de la autora en un seminario filológico celebrado en Pérgamo. Como me he tomado la molestia de reproducir este texto en narrativabreve.com para mayor conocimiento del vocativo, no puedo pasar por el alto un pequeño gazapo que se le ha colado a la autora en uno de los ejemplos. (Algo que le puede pasar a cualquiera, claro... Quien esté libre de gazapos que lance la primera piedra...).
La frase es esta:
- Abuela mire, esto está de muerte...
y obviamente debería ser:
-Abuela, mire, esto está de muerte
(faltaba la coma después de "Abuela").
Por lo demás, el artículo es de gran interés pese a que su academicismo puede resultar molesto para los más perezosos en asuntos gramaticales.
(Fuente del artículo: Instituto Virtual Cervantes)
(Fuente del artículo: Instituto Virtual Cervantes)
ENCARNACIÓN GARCÍA DINI
Università di Pisa
Algo más sobre el vocativo
En el Seminario Internacional que se celebró en la Universidad de Bergamo durante los días 9 y 10 del pasado mes de mayo, recordé que aún contamos con pocas investigaciones sobre el vocativo centradas en el marco de la interacción hablada.
En aquella ocasión me referí a los posibles valores que este elemento lingüístico puede llevar consigo y de cómo y por qué una vez conocida la intención propulsora del responsable de la enunciación, el vocativo, gracias a su función marcadora y de enfoque, puede llegar a ser incluido entre los conectores pragmáticos.
A lo largo de aquellas reflexiones se delinearon las dos funciones prioritarias del vocativo:
- apelativa
- enfática.
A propósito de la primera -apelativa- recordé que desde siempre había sido reconocida por los gramáticos como un elemento lingüístico independiente y marginal respecto a la estructura oracional, otorgándole asimismo la función de mero llamamiento o llamada de atención de alguien.
Respecto a la segunda - enfática - señalé que lleva consigo una serie de importantes funciones preanunciadas en los varios Esbozos publicados por la RAE y sostenidas por conocidos gramáticos, funciones que, sucesivamente, fueron ahondadas y reelaboradas por los lingüistas. Éstos, al tener en cuenta la configuración semántico-pragmática del vocativo observaron que su presencia confería al texto connotaciones de
- alegría
- tristeza
- rabia
- ira, etc.
En aquella ocasión me limité a citar de paso las tres opciones posicionales que el vocativo presenta en el ámbito de la interacción hablada, aspecto en el que ahora me detengo nuevamente.
Todos sabemos que la colocación del vocativo puede ser
— inicial
— inedia
— final
y, como queda dicho, la colocación inicial o de llamada, según la opinión mayoritaria de los gramáticos, servía exclusivamente para atraer la atención de alguien y se mantenía al margen de la oración. Más tarde, los lingüistas, gracias a su renovado análisis del contexto, concluyeron que, además de servir para llamar la atención de alguien, se usaba para llamar la atención sobre lo dicho o sobre el acto mismo de decir. Consecuentemente, al proponer una nueva posibilidad de uso del vocativo, remozaron su denominación transformándola en marginal- inicial.
Y así, la marginalidad del vocativo sólo es aceptable hoy si entendemos tal atribución en términos sintagmático- lineales: la posicionalidad de un segmento lingüístico no debe hacerse ya equivalente a posible inoperancia sintáctico-semántica. La posición marginal del vocativo ha de entenderse cuando éste se encuentre situado al principio o al final de un enunciado, de ahí que pueda hablarse de dos tipos de marginalidad : inicial y final.
Ambas posiciones del vocativo tienden a referirse más al marco de la enunciación que al del enunciado; más al modus que al dictum.
Un breve muestreo de vocativos margínales-iniciales pone de relieve que propenden en su valor — dentro del mecanismo de la interacción hablada - más a la reacción que cuando se hallan situados en posición marginal-final.
Veamos, desde esta perspectiva, algunos vocativos iniciales:
- ¡Hombre, lo que tú puedas contarme me lo sé ya todo de memoria!
- ¡Chico, espabila, que ya va siendo hora!
- Luisa, ¿lo has visto? Ya te lo decía yo.
- ¡Rico, que no te pongas así por tan poco..!
- Abuela mire, esto está de muerte...
- Ande.chulito, si tiene usted valor, rómpame la cara.
La tendencia imbricada en el vocativo marginal-inicial de reacción es motivo de la escasa frecuencia con que tal posición asume comportamientos distensivos.
La marginalidad final es connatural a aquellos vocativos que se instalan en los llamados apéndices conversacionales, transformándose a menudo en una especie de apéndices de apéndice:
- ¿Verdad, hija mía...?
- Claro que sí, niña.
- Siete somos, ¿no, tú..?
- Mauricio Confert, un amigo, un caballero.
- Ven acá, ven acá tú, golondrina.
Existen tendencias de uso del vocativo final en algunas "rutinas lingüísticas", como es la tendencia a colocar la apelación en posición final de saludos, despedidas, disculpas, agradecimientos, etc.:
- ¡Hasta la vista, chicos!
- Que te vaya bien, Manolo...
- Suerte, mucha suerte, muchacho...
- Se lo agradezco en el alma, Pepe.
A veces aparece en sentencias impositivas:
- Anda, vuélvete a casa, mal hijo,
- Bueno, pues nada, tú a contar ovejitas, macho.
- Usted perdone, señorita...
El vocativo se considera central siempre y cuando se halle situado entre dos partes simétricas de un enunciado:
- ¡Anda, so bobo, vete ya...!
- Calla, enano, come...
- Que te vaya bien, mi vida, adiós.
En los tres casos tanto bobo, como enano y vida intensifican la acción expresada por los imperativos anda, calla, vaya; dichas intensificaciones son indicios importantes con los que contar a la hora de un adecuado análisis interpretativo de la enunciación.
El análisis del valor y funciones del vocativo en el marco comunicativo y socio lingüístico ha sido renovado por Antonio Ángel Bañón, a cuya obra {El vocativo en españoL Propuestas para su análisis lingüístico, Barcelona, Octaedro Universidad, 1993) remito a quienes deseen más datos acerca de la posición del vocativo en el contexto . Bañón se detiene incluso en el estudio de los vocativos pre-marginales, pos-marginales, pre-centrales, poscentrales y axiales o de tipo interpuesto que, además de ocupar el centro de
estructuras repetitivo-cursivas, actúan de eje entre sus dos partes equivalentes formal y funcionalmente.
Así pues, el vocativo central, inicial y final funcionan en general como elementos lingüísticos reforzadores o atenuadores dentro del ámbito de la expresividad del enunciado. Relacionándose con la información, sirven
incluso de enlaces interoracionales o de transiciones en las estructuras contextúales, como sucede con el vocativo definido por Bañón de delimitación de turno conversacional.
Al vocativo, como ya dije, le reconocemos hoy unánimemente una función marcadora y de focalización fundándonos en las investigaciones lingüísticas, pero raras veces tenemos en cuenta que a esta función — hoy tan finamente indagada - se ha aludido desde siempre en los Esbozos que la Academia ha venido publicando e incluso si nos remontamos más hallamos traza en las obras de gramáticos de la talla de Manuel Seco y Gili
Gaya:
"Su colocación - advertía éste en su Sintaxis - al principio, en medio o al final de la oración, es gramaticalmente indiferente, pero no tiene el mismo valor expresivo".
"Desempeña - se dice en los varios "Esbozos (cito por la edición de 1987) - la función apelativa del lenguaje [...]. Puede colocarse al principio, en medio o al final de la oración. Al principio, llama la atención del interlocutor hacia lo que va a decirse; es la posición más frecuente en el habla coloquial.
En medio o al fin de la oración es casi siempre enfático; su papel suele limitarse a reforzar la expresión o a suavizarla, según los matices que la entonación refleje".
En mis observaciones sobre el vocativo me he valido de opiniones de gramáticos y propuestas aportadas por los lingüistas, insistiendo intencionadamente sobre esta dicotomía — gramáticos I lingüistas — ya hoy puramente terminológica, para recordar a quienes se mueven en el ámbito de la lengua española, que en su transmisión didáctica, especialmente frente a un primer acercamiento, no podemos eximirnos de considerar la oportunidad de la utilización de un código - o sistema de códigos — y de impartirlo.
Las teorías gramaticales más al día — sostiene Ignacio Bosque — no consideran equivocado ese enorme corpus de doctrina sino que al contrario lo consideran imprescindible, aun si a la vez — y sin que por ello exista contradicción - insuficiente; constituye el fundamento sobre el que todo discente universitario — especialmente quien en su estudio haya de moverse entre dos lenguas tan en contacto como son el español y el italiano podrá asentar cualquier aproximación teórica por novedosa que sea.
Es posible que la gramática pueda parecemos estrecha — "encorsetada", como dice el profesor Narbona —, pero creo que todo ello depende de nosotros mismos pues no siempre la utilizamos en toda su capacidad,
es decir, como conjunto de recursos que, convenientemente aprovechados, permiten un acercamiento con importantes secuencias didácticas: cambiar los hábitos memorísticos - las rutinas - por la reflexión. Es difícil penetrar en mecanismos y aspectos teóricos complejos sin haber adquirido una base descriptiva firmemente asentada.
Los marcos teóricos modernos ayudan a profundizar en los aspectos más intricados de la gramática a quien desee proseguir, ahondando con rigor científico, en su estudio. Mi experiencia me permite sostener que cuanto más sólida sea la formación del estudiante en gramática descriptiva de tipo "tradicional", más natural le parecerá el proceso de adentrase en las concepciones nuevas de la gramática. No puede seguir negándose la necesidad de sustituir una gramática rutinaria por una gramática reflexiva.
Una gramática descriptiva — exhaustiva - rigurosamente actualizada de la lengua española para italohablantes está por hacer.
Y yo que creía ser el único que se preocupaba por semejantes pejigueras... Qué decepción. Con lo gratificante que resulta sentirse un bicho raro.
ResponderEliminarhttp://antoniolopezpelaez.com
Siempre es importante repasar estas cosas. Gracias por compartir este interesante artículo.
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