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Fotograma de Madame Bovary (Vincent Minnelli, 1949). Fuente de la imagen |
"A Jeanne la enterramos en otoño. El doctor Bovary no era un gran médico. No voy a negar su buena voluntad, aunque hubiese preferido que la atendiese otro. Pero Jeanne siempre había querido que fuese él, ese hombre solitario del que, con el tiempo y por esos misterios de la comunicación, supimos que había vivido una tragedia con su mujer, que se quitó la vida".
AQUEL OTOÑO DEL DOCTOR BOVARY
Horacio Vázquez Rial
No es abril el mes más cruel. Es octubre.
La existencia se agazapa como antes lo ha hecho la nada. Hay un pacto entre
ellas, se turnan, se justifican mutuamente, pero no establecen pacto alguno con
los hombres, que pueden morir en medio de la vida más espléndida o en el
momento más triste de la ciudad. Mamá empezó a irse en octubre, aunque no se
despidió hasta enero, cuando la miseria es más dura.
A Jeanne la enterramos en otoño. El doctor
Bovary no era un gran médico. No voy a negar su buena voluntad, aunque hubiese preferido
que la atendiese otro. Pero Jeanne siempre había querido que fuese él, ese
hombre solitario del que, con el tiempo y por esos misterios de la
comunicación, supimos que había vivido una tragedia con su mujer, que se quitó
la vida. Tal vez Jeanne abrigase alguna esperanza de recobrar la salud a su
lado y ocupar su existencia. Hasta hacerse cargo de la niña, la pequeña Berta,
a la que su padre cuidaba como buenamente podía.
Y algo debía de sentir Charles Bovary por
Jeanne, porque veló toda la noche en la casa y después fue con nosotras al
cementerio y lloró desconsoladamente. Quizá por ella, quizá por su propio
fracaso como médico, quizá porque él también hubiese imaginado una madre para
Berta. El corazón de los hombres no siempre es transparente. El de Bovary no lo
era. Supongo que lo oscurecía el dolor.
Cuando dejamos a Jeanne en la tierra, él se
marchó con su hija en un carruaje y nosotras elegimos regresar andando. Vinimos
bordeando el bosque, por el paseo exterior. Aunque parezca insólito, nuestro
grupo de mujeres de luto caminando en el anochecer no llamaba la atención.
Había mucha gente y toda parecía tristísima, un tanto fantasmal a la luz pobre
de las farolas de gas en la niebla.
Me asombra que hayan pasado casi veinte
años de aquello. Ayer encontré en la calle a Berta Bovary, toda una mujer.
Desde luego, me reconoció ella. Su padre murió hace tiempo, ella se ha casado
con un hombre de Barcelona y piensan marchar a América, al sur, donde en
octubre es primavera.
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