Madonna, de Edvard Munch. Fuente de la imagen |
FINAL
Esteban Dublín
A
Víctor Lorenzo
Siempre
que me sumerjo en el placer de la escritura, mis personajes derivan en la
muerte de manera irremediable. A Mariana le asesté una ballesta en la frente, a
Ramón lo lancé de un rascacielos, a Juanse lo fulminé por un capricho del
destino y a Pedro lo condené a un voraz linchamiento. Los crímenes, a pesar de
pertenecer a la ficción, me han supuesto más de un susto. En las noches, las
voces de los caídos me susurran al oído el placer de su venganza y no exagero
si digo que en más de una ocasión he visto sus sombras traducidas en fantasmas.
Al borde de la demencia, delirante por los lamentos y las apariciones de mis
personajes, he decidido escribir una historia donde el protagonista soy yo.
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Contundente. Adoro el relato corto.
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