Inmortalidad. Fuente de la imagen |
Hace unos días compré el número 134 de Nueva revista de política, cultura y arte, una publicación de la Universidad Internacional de la Rioja. La revista, que no es tan nueva como reza su nombre (la fundó Antonio Fontán en 1990), trata de manera ambiciosa temas como la política, las ciencias, las humanidades, el arte, la religión o la medicina. Precisamente en el ámbito de la medicina se mueve el breve ensayo del cual he extractado estas jugosas líneas que os ofrezco a continuación. El artículo, "Biomedicina: El futuro ya está aquí", de Javier Novo, intenta responder una pregunta que todos nos hemos hecho en alguna ocasión: "¿Hasta qué edad podrá vivir el ser humano en un futuro no demasiado lejano gracias a los avances médicos?
Si no te asusta la respuesta, sigue leyendo...
[…] “La búsqueda de la inmortalidad es una
de las constantes del espíritu humano. En términos prácticos, hoy la
encontramos en el imaginario popular como un deseo de prolongar los años de
vida, si bien no a cualquier precio: vivir más, pero sobre todo vivir en
mejores condiciones físicas y mentales. Si el aumento en la esperanza media de
vida experimentado por las sociedades desarrolladas en los últimos cincuenta
años ha venido fundamentalmente por la drástica disminución de la mortalidad
infantil, extender aún más la longevidad media sólo podrá ser el resultado de
la victoria sobre las enfermedades que constituyen la principal causa de muerte
(enfermedades cardiovasculares, cáncer) y, especialmente, sobre las
enfermedades degenerativas asociadas con el envejecimiento. En este ensayo he
esbozado cómo los avances biomédicos de la última década harán posible, al
menos en parte, esa victoria. Y esto planteará nuevos desafíos a las sociedades
del futuro.
Probablemente los lectores de estas líneas
no hayan oído hablar de la Fundación SENS (Strategies
for Engineered Negligible Senescence) o de la Fundación Matusalén. En pocas
palabras, se trata del proyecto científico (o paracientífico, según sus
detractores) de mayor envergadura para identificar las estrategias que hagan
posible frenar el envejecimiento al máximo. “Al máximo” significa, en palabras
de uno de sus fundadores, que a finales del siglo XXI las personas nazcan con
una esperanza media de vida en torno a mil años. A la luz de los avances
comentados aquí, esta aparente boutade
podría no serlo tanto. Los atenienses cambiaban todas las piezas viejas y rotas
del supuesto barco de Teseo, manteniéndolo así en perfectas condiciones durante
siglos. De modo similar, el recambio sistemático de las células dañadas o
envejecidas, junto con la reparación concienzuda de las lesiones genéticas,
pueden llevar a alcanzar cifras de longevidad que ahora mismo parecen inverosímiles.
Quizá no sean mil años, pero nada impide concebir que la vida de un ser humano
nacido a finales del siglo XXI se extienda hasta bien entrado el siglo XXIII.
Javier Novo, "Biomedicina: El futuro ya está aquí", Nueva revista de política, cultura y arte, nº 134. páginas 159-161.
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