Escribir es malo

Edgar Allan Poe.
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Decididamente, yo no contrataría al periodista Rick Gekoski ni al escritor Alan Hollinghurst para hacer fomento del acto de escribir. Sus opiniones sobre este tema (en resumen: escribir es malo porque nos hace peores personas) me llegan de manera indirecta al leer el artículo "Escribir por escribir", de Begoña Gómez, publicado el 19 de julio de 2011 en ADN. Begoña  aprovecha estas líneas para mostrar de paso su sorpresa por el boom de los concursos de microrrelatos.  

Escribir por escribir

Begoña Gómez

Recientemente, una fruta lanzaba una promoción que se anunciaba en la radio: escriba un microrrelato que incluya la tal fruta y el mejor ganará un viaje.

Los autores de la campaña sin duda habían hecho los deberes. Buscaban conectar con sus clientes y hacerlo de una manera creativa y muy del momento. Aunque la publi corría peligro de confundirse con las dos docenas de secciones de microrrelatos enviados por los lectores que promueven todos los programas de radio. Y que gozan de enorme éxito: cada semana superan su número de participantes.

El fenómeno nunca dejará de sorprenderme. Escribir no es fácil. Ni divertido. Ni, nunca relajante. Las personas que mejor escriben lo hacen por motivos tan espurios (a veces) como necesarios para los que les leemos: por ambición, porque saben (o creen) que lo hacen mejor que los demás, para que les quieran, por venganza, por lo que sea pero casi nunca porque les entretiene.

El periodista Rick Gekoski publicó recientemente un artículo titulado Por qué escribir es malo y se ponía a sí mismo como ejemplo: cuanto más escribe, peor persona se vuelve. Más despegado, menos flexible. El escritor Alan Hollinghurst, autor del reciente y monumental The Stranger's child (sus 563 páginas son el mejor plan para agosto), confiesa algo similar en sus entrevistas. Vive solo porque le cuesta integrar la escritura en una vida social normal. Peor para sus amigos, si le quedan, mejor para sus lectores. Seguro que perdía el concurso de la fruta. 

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