Bandido con mujer. Fuente de la imagen |
Cuento de Andrés Ibáñez: La mujer del bandido
San estaba entonces en la cúspide de su poder. Dominaba toda la región, y su fama se extendía sin cesar a través de las llanuras, se filtraba por los pasos y los desfiladeros que atraviesan las montañas, se deslizaba en las barcazas que fluyen río abajo, avanzaba pausada pero imparable con las caravanas. El propio emperador estaba preocupado.
Camelia Blanca no era especialmente hermosa. Era muy morena, muy delgada y huesuda, tenía ojillos vivaces y brillantes, labios finos y secos. Incluso entonces, cuando casi era una niña, la expresión de su rostro era ya desconfiada y arrogante. Todos los cautivos se arrodillaron frente al bandido San, con la esperanza de salvar su vida. Todos menos Camelia Blanca.
-Toca el suelo con la frente, muchacha -le dijeron los alcaldes del bandido. Uno de ellos se acercó para golpearla con la espada, pero el bandido le detuvo con un gesto.
-¿No me tienes miedo? -le dijo a la niña.
-Sí -dijo ella, que estaba temblando de pies a cabeza-. Pero sé que me vas a matar de todos modos. Si muero mirando a la tierra, iré a los infiernos. Prefiero morir mirando al cielo.
El bandido soltó una carcajada.
-Niña -le dijo-. ¿Tú crees en esas cosas? No existen ni el cielo ni el infierno.
-Eso ni tú ni yo lo sabemos -dijo Camelia Blanca.
El bandido quedó en silencio y se puso a rascarse la barba, signo de que estaba pensando profundamente. La muchacha estaba allí frente a él, mirándole a los ojos, mientras los otros cautivos seguían postrados en el suelo, con la frente tocando el polvo.
-¿Quieres salvar tu vida? -preguntó el bandido-. Te perdonaré la vida si matas a los otros.
Camelia Blanca rechazó la espada que le ofrecían y eligió una daga corta. Uno por uno fue matando a los otros cuatro, pero antes de cortarles la garganta les decía que levantaran el rostro y miraran al cielo, país de la garza y del halcón, morada de los inmortales.
El perfume del cardamomo. Cuentos chinos, Navarra, NH Hoteles, 2003, págs.11-14.
Andrés Ibáñez
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