“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor…”
—
Don Miguel de Cervantes y Saavedra
Creo que no hay forma más conocida de comenzar un libro y seguramente tampoco la haya mejor. El Quijote, obra maestra de las letras patrias, es sin lugar a dudas uno de los libros más traducidos, más leídos y más editados de la historia, y todo ello a pesar de que su autor murió practicamente en la miseria, y apenas fue gente a su entierro. De hecho, poca gente sabrá que en el Barrio de las Letras, cerca de la calle Huertas -sí, la de bares de fin de semana- se encuentra no sólo su casa, sino también el lugar en el que se editó el Quijote original, amén del convento de las Trinitarias que pagaron el rescate al Turco del famoso “manco de Lepanto”
Es tal la importancia del libro, que incluso se le han atribuido frases que no están en el libro y al hilo del post del otro día sobre las supuestas “verdades”, he decidido escribir sobre una de las más famosas expresiones que hay en castellano. Me refiero a “Ladran, luego cabalgamos” o en su defecto a alguna de sus variantes:
1. “Ladran, luego cabalgamos, amigo Sancho.”
2. “Ladran, amigo Sancho, luego cabalgamos.”
3. “Deja que los perros ladren Sancho amigo, es señal que vamos pasando.”
4. “Ladran Sancho, señal que avanzamos.”
5. “Si los perros ladran es señal de que avanzamos.”
6. “Sancho, si los perros ladran es señal de que avanzamos”
7. “Señor, los perros están ladrando. — Tranquilo, Sancho, es señal de que estamos cabalgando.”
Lo curioso de la frase en cuestión es que ni es originaria de El Quijote, ni aparece en ningún momento en el libro, y por lo que he podido averiguar ‘googleando’, es bastante difícil rastrear su origen, que se pierde en la lejanía del tiempo…
Al parecer, la expresión latina “Latrant et scitis estatint praetesquitantes estis”-Ladran y sabéis al momento que cabalgáis por delante de los demás- es el origen de nuestra acepción castellana, pero no es el origen verdadero de la expresión, pue este se sitúa en la antigua Grecia. Por desgracia, no se sabe quién es el origen de la misma, y por lo tanto queda como anónima.
No obstante, la frase sigue siendo tan válida hoy como lo fue hace miles de años cuando se pronunció, puesto que aquel que intenta lograr sus metas siempre ha de soportar los ‘ladridos de los perros’, y el que no pertenezca al Quijote no le resta un ápice a su validez ni utilidad. No en vano nuestra querida ex-ministra Maleni la utilizó en su día para salir al paso de las críticas.
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