Portada de Bin Laden. La espada de Alá, de Eric Frattini |
DUDAS ÉTICAS
Encontrar acomodo ético e intelectual nunca se me ha dado bien. La vida me resulta demasiado complicada y multidireccional para despachar los conflictos de conciencia con conclusiones rotundas (o lo que es lo mismo: cómodas). El asesinato del mayor terrorista del mundo por tropas especializadas estadounidenses me ha hundido aún más en mis conflictos interiores. Las declaraciones de primera hora de algunos de nuestros políticos, alegrándose públicamente del asesinato de Bin Laden, me hicieron preguntarme, también a primera hora, si una democracia puede permitirse el lujo de que sus máximos representantes ensalcen el asesinato de estado, por muy terrorista que fuera el ajusticiado. Ay si yo me hubiera quedado ahí, consolado con ese pensamiento humanista… No he conseguido hacerlo. Llevo varios días tratando de establecer los límites entre lo que una democracia puede y no puede hacer, y acabo siempre estrellándome contra el muro de la indecisión cuando el tema a debatir no son las ayudas asistenciales a ancianos, enfermos u oprimidos, sino si debemos tener miramientos con aquellos cuyo mayor objetivo en la vida es acabar con la nuestra.
En la madrugada del viernes escuché a Eric Frattini, biógrafo (no autorizado, obviamente) de Bin Laden hacerle una pregunta a uno de los periodistas sentados junto a él a la mesa del debate: si la vida de un familiar muy querido pudiera salvarse previa tortura de un cruel asesino, ¿estaría usted a favor de esa tortura?
La pregunta es incómoda, y aún lo es más la respuesta si uno decide abandonar esa distancia de los hechos a los que presumiblemente nos encontramos todos.
Disfrutar de las ventajas de la democracia sin defender los inconvenientes que conlleva su defensa sería lo ideal. Solo necesitamos ser capaces de sortear preguntas incómodas y dejar que sean otros, con sus acciones, quienes tomen las decisiones de sangre, que podremos criticar sin empacho con la solvencia ética e intelectual que suele ostentar el espectador privilegiado que nunca se ha visto obligado a pisar el campo de batalla.
En los días posteriores al ataque a la fortaleza de Bin Laden, los periodistas dijeron de él que ya no era una pieza fundamental de Al Qaeda. Una vez más los periodistas se equivocaban: las tropas estadounidenses han encontrado material que demuestra que Bin Laden tenía escrupulosamente preparados atentados masivos en Estados Unidos para conmemorar la matanza del 11-S. Los familiares de esas futuras víctimas, si esos atentados conmemorativos estuvieran llamados a triunfar, no tendrían la menor duda ética. Rescatando la pregunta de Frattini, cabe imaginar cuál sería su respuesta, porque la vida de sus seres queridos pendería del mayor o menor grado de sensibilidad que ellos mostraran hacia los derechos humanos de los terroristas.
Desde la distancia, podemos sentarnos tranquilamente a sopesar. A algunos les parece saludable que Bin Laden haya desaparecido del mapa y a otros les pesa la forma en la que lo han hecho desaparecer. Yo vivo en una suerte de limbo ético, entre el cielo y el infierno.
El periodista preguntado por Frattini se negó a responder: alegó que él solo sabía de periodismo. Pero su acalorada y justificada evasiva fue la más elocuente de las respuestas.
Francisco Rodríguez Criado
(Artículo en dos partes publicado en la contraportada de El Periódico Extremadura los miércoles 11 y 18 de mayo de 2010).
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