Mourinho en armas

José Mourinho

Parece mentira que un deporte tan apasionante como el fútbol genere un periodismo especializado tan aburrido. No culpo a los periodistas: debe de ser terriblemente difícil hacerle una entrevista enjundiosa a quien es incapaz de articular un par de frases seguidas sin regatearse con sus propias palabras. En España tenemos grandes jugadores que son a la vez grandes personas, pero esa grandeza por partida doble mengua cuando tienen que vérselas ante un micrófono o una cámara. La estela de Emilio Butragueño, que bostezaba y hacía bostezar entre frase y frase, la han recogido estrellas como Messi, Iniesta o Xavi, tres especialistas en no decir nada cuando hablan.

La información deportiva entre semana resulta tediosa. A los periodistas se les nota el esfuerzo de tener que rellenar el vacío informativo que va del martes al sábado. La frágil prosodia de los futbolistas y entrenadores, plagada de monólogos, muletillas y lugares comunes, no ayuda en absoluto.

Menos mal que nos queda Portugal. O lo que es casi lo mismo: Mourinho. Yo no era partidario de que Florentino fichara a un entrenador tan deslenguado, pero confieso que a mi pesar he acabado por profesarle simpatía a este portugués sin fado, sin saudade y sin modales que habla no el castellano más brillante de la Liga pero sí el más vibrante. Mourinho debió de ser uno de esos niños en armas a quienes les crecen en la boca antes los agravios que los dientes. El fútbol español es menos respetuoso desde que Mou arribó a él, pero hemos de perdonarle casi todo a este enfant terrible que se atreve a interpretar el papel de halcón en una galaxia de palomas. 

Francisco Rodríguez Criado


(Artículo publicado en la contrapartida de El Periódico Extremadura el 9 de marzo de 2011).


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