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Este es el texto que leí el pasado jueves para presentar a Mercedes Cebrián en el Aula José María Valverde, en Cáceres. Durante el acto, la autora madrileña nos ofreció una síntesis de su poética y proyectó algunas fotografías que le han servido como disparadores temáticos de sus obras. Y leyó, cómo no, algunos de los textos más representativos del cuadernillo que el Aula publicó para la ocasión.
EL NUEVO ESPEJO DE LA REALIDAD DE MERCEDES CEBRIÁN
Francisco Rodríguez Criado
Stendhal dijo, en una imagen hoy harta famosa, que “la novela es un espejo que ponemos en el camino”. Esta declaración de intenciones de quien fue uno de los grandes autores del realismo literario europeo del siglo XIX no hace sino reflejar el credo literario de la época, ese que en gran medida creemos haber dejado atrás. Hace unas semanas leí la trascripción de la ponencia de un conocido crítico literario que aludía al realismo, en su vertiente social, como una meta sobrepasada hace décadas por los narradores españoles. Ni alababa ni criticaba ese abandono, se limitaba a constatar hechos consumados.
Yo creo, sin embargo, que la nueva narrativa española es más realista y sociológica que nunca. El camino, obstinado, sigue estando ahí. Lo que ha cambiado en ciertos narradores es la naturaleza del espejo, su intencionalidad, su punto de vista.
Si algo hace tan valiosa la narrativa de Mercedes Cebrián, autora que hoy nos acompaña, es la originalidad de su mirada, que ubica en ángulos inusuales del camino donde cabría imaginar un arbusto, un insecto o incluso un pájaro, pero nunca un espejo indiscreto.
Paloma González Rubio, una amiga escritora que valora mucho la obra de nuestra invitada, destaca su querencia a poner el foco en detalles aparentemente nimios, inapreciables, a partir de los cuales se dedica a destrenzar historias que cobran nuevas dimensiones. Paloma dice de ella que “lee en los márgenes”. Por decirlo de otra manera: Mercedes Cebrián parte de lo marginal para abrazar lo trascendente. En Cul-de-sac (Alpha Decay, 2009), por ejemplo, la impresión estampada de unos ideogramas chinos en sábanas o en fundas nórdicas (esto sería el detalle imperceptible para el común de los mortales) le sirve para analizar la sociedad de consumo (he aquí lo trascendente). Y en la primera novela corta de las dos que componen La nueva taxidermia, una onza de chocolate abandonada en el bolsillo de un abrigo –al modo de la magdalena en la taza de tila de Proust– funciona como disparador temático a partir del cual el personaje-narrador se lanza a reconstruir un pasado pretendidamente ideal.
La observación sociológica de Mercedes me recuerda, en cierta manera, al Georges Perec de Las cosas, novela –si se la puede llamar así– en la que los objetos suponen una vía de entendimiento de quienes los poseemos o somos poseídos por ellos. Y a lo mejor no me equivoco demasiado al señalar esa posible influencia: no en vano Mercedes ha traducido un libro de artículos de Perec, Lo infraordinario, título en consonancia con la propensión de la autora madrileña a sacar a la luz lo que en apariencia está debajo de lo ordinario, lo que resulta invisible por exceso de visibilidad.
Stendhal y Flaubert escribieron Rojo y negro y Madame Bovary a partir de noticias de prensa. Nada extraño entonces: los autores del XIX leían y publicaban con fruición en los periódicos, modus operandi que sigue en vigor en la sociedad de la información del siglo XXI. Autores como Agustín Fernández Mallo, que visitó este Aula hace unas semanas, o la propia Mercedes reflejan en sus narraciones gran integración con los medios informativos, inagotable armería de material literario para analizar el vertiginoso mundo actual. Lo que ha cambiado respecto a autores pretéritos es la manera de estructurar ese material en el folio en blanco. En los libros de Mercedes se aprecia una ruptura con la tradición clásica –vertebrada alrededor de las peripecias experimentadas por los personajes mediante el trinomio presentación, nudo y desenlace– a favor de usos narrativos menos rígidos, más abiertos.
Los cuentos de El malestar al alcance de todos (Random House, 2004), libro que incluye también poemas, se antojan reflexiones emitidas en un tono presuntamente confesional por cuyas sutiles rendijas se filtran las historias. A pesar de lo angosto de esas rendijas, a pesar de que la fábula contada no es centro de la narración, las historias están ahí: conoceremos la visita de una hija a su madre, recién divorciada; el suicidio asistido de una mujer que luego resulta ser inmortal; el asedio que sufre una inquilina por parte de unos jovenzuelos desaprensivos; la relación de una mujer con un hombre que pretende disimular su cojera; o una boda narrada en presente por el propio novio. Todo ello aderezado con sorna corrosiva que hace más amena y personal esta colección de relatos.
El poemario Mercado común (Caballo de Troya, 2006) viene a refrendar mi tesis de que el realismo social sigue estando vigente en los autores españoles considerados modernos o postmodernos. En este libro de título tan prosaico, Cebrián deja de lado los temas a priori poéticos para poetizar los asuntos que le interesan a ella: la publicidad, los medios de comunicación, la literatura…
Tenemos pues a una autora con vocación de evitar conductas manidas, de sortear los tópicos. Yo que soy un lector incorregiblemente limitado agradezco que las arriesgadas propuestas de Mercedes Cebrián no desemboquen en el caos, el hermetismo o en el esteticismo vacuo, vicios que están a la orden del día entre algunos escritores que pretenden inventar, imitando a Gila, la radio en color. Por suerte no encontramos extravagancias de este tipo en los libros de Mercedes Cebrián. El último de ellos, La nueva taxidermia (Mondadori, 2011), compuesto de dos nouvelles que vienen a indagar en los conflictos del yo más subterráneo y de sus múltiples voces, es claro ejemplo de que Mercedes no se aparta de lo que ha interesado a cualquier gran escritor de cualquier tiempo: el estudio de la condición humana. Si algo ha cambiado, insisto, es que aquí las historias son enfocadas no de modo directo sino oblicuo, entre rendijas decía yo antes, algo que también ocurre con los libros de la autora que presenté en este Aula el pasado año: Lolita Bosch.
El historiador Fernando García de Cortázar ha publicado hace poco Leer España, un libro para comprender la Historia de nuestro país a partir de referencias directas de los escritos de los autores más sobresalientes: Baroja, Valle-Inclán, Martín Gaite, Fernández Santos, Joseph Pla, George Borrow, etcétera. Si en el futuro se publicara un algo similar, esto es, un libro que acercara al lector la sociedad de principios del siglo XXI con el concurso de sus mejores literatos, no tengo la menor duda de que el espejo narrativo de Mercedes Cebrián estaría incluido en él como testimonio de los ángulos más esquinados de la poliédrica realidad que nos ha tocado en suerte.
Merece la pena leer a Mercedes Cebrián no porque el azar o una estrategia de mercado la hayan ubicado dentro de una conocida generación de escritores españoles, sino porque es una de las mejores escritoras españolas de su generación.
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