Película Corazón, de Luigi Comencini (1984) |
Escrita en 1886, Corazón, de Edmundo de Amicis (1846-1908), es uno de los grandes éxitos de la literatura juvenil de todos los tiempos. Ambientada en la ciudad de Turín y narrada en primera persona, a modo de diario escolar, el libro retrata la vida de Enrico, un niño de doce años, y sus compañeros de escuela. La novela supone, en segunda instancia, un fresco de la sociedad italiana de finales del siglo XIX, tras la unificación de Italia.
Aunque quizá redunde en cierto buenismo y en la exhibición de los valores de sus personajes, el libro es una joya literaria -al margen de edades- que ningún aficionado a la buena literatura debería pasar por alto. Corazón es, por así decirlo, uno de esos libros que nos permite sacar a la luz el niño que todos llevamos dentro. (Puede que esto se haya dicho de muchos libros, pero en este caso es verdad).
El texto que puede leerse a continuación es un breve capítulo de la edición de la editorial Gadir (2010), traducida por Elena Martínez y con prólogo de Luis Mateo Díez.
Una desgracia
21, viernes
El año ha empezado con una desgracia. Al ir para la escuela, esta mañana, yo iba repitiendo a mi padre aquellas palabras del maestro cuando vimos la calle llena de gente, que se agolpaba frente a la entrada de la escuela. Mi padre dijo en seguida: "¡Una desgracia! El año empieza mal!". Entramos con gran dificultad. El vestíbulo estaba lleno de padres y chicos, que los maestros no conseguían llevar a las clases, y todos estaban mirando hacia el despacho del Director y se oía decir: "¡Pobre chico! ¡Pobre Robetti!". Por encima de las cabezas, al fondo de la habitación llena de gente, se veía el pequeño yelmo de un guardia y la cabeza calva del director: lego entró un señor con un sombrero de copa y todos dijeron: "Es el médico". Mi padre preguntó al mestro: "¿Qué ha ocurrido?", ¿"le ha pasado la rueda por el pie", respondió. "La ha roto el pie", dijo otro. Era un chico de segundo que, viniendo a la escuela por la calle Dora Grossa, al ver que un niño de primero, que había escapado de la mano de su madre, se caía en medio de la calle, a pocos pasos de un ómnibus que se echaba encima, se había lanzado valientemente, lo había agarrado y puesto a salvo, pero al no haber sido ágil retirando el pie, la rueda del ómnibus le había pasado por encima. Es hijo de un capitán de artillería. Mientras nos contaba esto, una señora entró en la sala como una loca, abriéndose paso entre el gentío: era l madre de Robetti, a la que habían pedido que viniera; otra señora corrió a su encuentro, y le echó los brazos al cuello, sollozando: era la madre del niño salvado. Ambos se precipitaron hacia el despacho, y se oyó un grito desesperado "¡Ay, Giulio mío!, ¡Niño mío!". En aquel momento se detuvo un carruaje frente a la puerta, y poco después apareció el director con el chico en los brazos, que apoyaba la cabeza en su hombro, con la cara blanca y los ojos cerrados. Todos permanecieron en silencio: se oían los sollozos de la madre. El director se detuvo un momento, pálido, y levantó un poco al chico con los dos brazos para mostrarlo a la gente. Y entonces, maestros, maestras, parientes, chicos, murmuraron todos juntos: "Muy bien Robetti" ¡Bravo, pobre niño!". Él abrió los ojos, y dijo: "¡Mi cartera!", la madre del pequeño salvado se la mostró llorando y le dijo: "Yo te la llevo, querido angelito, yo te la llevo" , y a la vez sujetaba a la madre del herido, que se cubría la cara con las manos. Salieron, colocaron al chico en el carruaje, el carruaje partió. Y entonces entramos todos en la escuela, en silencio.
Edmundo de Amicis
Edmundo de Amicis, Corazón (Gadir, Madrid, 2009).
Con prólogo de Luis Mateo Díez, traducción de Elena Martínez e ilustraciones de Ferraguti, Nardi y Sartorio
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