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Fotografía de Doifel Videla |
YO VI MATAR A AQUELLA MUJER
Ramón Gómez de la Serna
En la habitación iluminada de aquel piso vi
matar a aquella mujer.
El que la mató, le dio veinte puñaladas,
que la dejaron convertida en un palillero.
Yo grité. Vinieron los guardias.
Mandaron abrir la puerta en nombre de la
ley, y nos abrió el mismo asesino, al que señalé a los guardias diciendo:
–Este ha sido.
Los guardias lo esposaron, y entramos en la
sala del crimen. La sala estaba vacía, sin una mancha de sangre siquiera.
En la casa no había rastro de nada y,
además, no había tenido tiempo de ninguna ocultación esmerada.
Ya me iba, cuando miré por último a la
habitación del crimen, y vi que en el pavimento del espejo del armario de luna
estaba la muerta, tirada como en la fotografía de todos los sucesos, enseñando
las ligas de recién casada con la muerte...
–Vean ustedes –dije a los guardias–.
Vean... El asesino la ha tirado al espejo, al trasmundo.
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