viernes, 26 de noviembre de 2010

El realismo limpio de Aloma Rodríguez

Portada de Jóvenes y guapos (Xordica, 2010)
 "Jóvenes y guapos, en su apuesta por la  naturalidad, la sencillez, por la cotidianidad –lo voy a decir ya–, entronca en mi opinión con la literatura realista norteamericana. ¿Acaso con el realismo sucio? No. Yo diría que Aloma practica más bien un realismo limpio, minimalista, ajeno a las estridencias y a las truculencias de los chicos malos del underground norteamericano (algunos de ellos magistrales, todo hay que decirlo)". 




EL REALISMO LIMPIO DE ALOMA RODRÍGUEZ

El personaje-narrador de En lugar sagrado, gran novela de Wallace Stegner, cita en uno de los capítulos a Chéjov, quien decía –escribo de memoria– que los autores son proclives a mentir sobre todo al principio y al final de las narraciones. ¿Pero a qué se refería exactamente con “mentir”? Supongo que Chéjov usó ese verbo tan antipático para citar sutilmente los artificios literarios que los escritores suelen emplear a la hora de pergeñar sus historias.  
En el último libro que he leído –justo después del de Stegner– no he encontrado mentiras evidentes. Hablo de Jóvenes y famosos (Xordica, 2010), de Aloma Rodríguez, escritora hasta hace unos días para mí totalmente desconocida. Los materiales con los que trabaja esta joven autora (Zaragoza, 1983) en su primera aproximación al cuento (leo en la solapa que es su segundo libro: el anterior, la novela París tres, fue publicado en 2007, también por Xordica) son ajenos al artificio.
Adelanto que Jóvenes y famosos es un libro –sé que esto va a precisar de una explicación por mi parte– que muchos considerarán poco literario, precario. Y en cierta manera tengo que darles la razón a estos hipotéticos severos lectores. No hay en estos nueve cuentos un lenguaje elevado; tampoco hay grandes escenas, ni diálogos deslumbrantes, ni descripciones sublimes, ni metáforas memorables, ni tramas matemáticamente estructuradas, ni sesudos apuntes filosóficos. Diré más: ni siquiera hay grandes relatos. Pero, paradójicamente, esta acumulación de supuestas “carencias” individuales trabaja a favor del colectivo. Y es que, quizá por ese (estudiado) rechazo de materiales pesados, acabamos sumergidos en una suerte de novela de relatos muy equilibrada que a la larga nos sabe a poco. Los cuentos de Aloma Rodríguez no funcionan como chuzos de punta sino como un chirimiri inocente que acaba por calarnos porque creímos no necesitar paraguas. No son descargas de adrenalina a lo Poe o a lo Borges; son más bien relatos reales, sin truco, que recuerdan -salvando las distancias- el modus operandi de Carver, de Saroyan, de Hemingway (bañados, se entenderá, por las aguas del Ebro).
Jóvenes y guapos, en su apuesta por la  naturalidad, la sencillez, por la cotidianidad –lo voy a decir ya–, entronca en mi opinión con la literatura realista norteamericana. ¿Acaso con el realismo sucio? No. Yo diría que Aloma practica más bien un realismo limpio, minimalista, ajeno a las estridencias y a las truculencias de los chicos malos del underground norteamericano (algunos de ellos magistrales, todo hay que decirlo). No pone el foco en los estercoleros de la vida: lo pone en la vida misma. Un realismo limpio en el fondo y en las formas que presenta en primera persona, de modo testimonial y conciso,  las vicisitudes de una juventud (¿quizá la de la propia autora?) en busca de sí misma, una juventud en bragas y en calzoncillos que trata de encontrar oxígeno entre los bastidores de un mundo tan fascinante como cruel: el del arte.
La amistad, el amor y el sexo, la supervivencia en el ámbito del teatro y, en definitiva, la aceptación de lo convencional en el ámbito anticonvencional del espectáculo, son algunos de los temas que habitan las páginas de este libro que descarta los golpes de efecto y las impostaciones presuntamente literarias a favor de un arte sincero y cercano. 
Jóvenes y guapos no debería ser entendido como un libro de destino, pero es un más que digno arranque. 
  Francisco Rodríguez Criado es escritor y editor de NarrativaBreve.com.

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