Náyade. Fuente de la imagen |
LA SALVACIÓN
Adolfo Bioy Casares
Ésta es una historia de tiempos y de reinos pretéritos. El
escultor paseaba con el tirano por los jardines del palacio. Más allá del
laberinto para los extranjeros ilustres, en el extremo de la alameda de los
filósofos decapitados, el escultor presentó su última obra: una náyade que era
una fuente. Mientras abundaba en explicaciones técnicas y disfrutaba de la
embriaguez del triunfo, el artista advirtió en el hermoso rostro de su
protector una sombra amenazadora.
Comprendió la causa. “¿Cómo un ser tan ínfimo –sin duda estaba
pensando el tirano- es capaz de lo que yo, pastor de pueblos, soy incapaz?”
Entonces un pájaro que bebía en la fuente, huyó alborozado por el aire y el
escultor descubrió la idea que lo salvaría. “Por humildes que sean –dijo
indicando al pájaro-, hay que reconocer que vuelan mejor que nosotros.”
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