miércoles, 15 de septiembre de 2010

Poemas de Jenaro Talens

JENARO TALENS


Territorios de un cuerpo

I

HERMOSO es el desorden de mi pensamiento.

Yo no sigo el ejemplo de los más ancianos:

busco lo mismo que buscaban.

Por eso, en esta diáspora de ti,

sé que el silencio que nos cubre es esto,

dos bultos que se pliegan y se envuelven

para volver de nuevo hasta su soledad.


Compruebo que es abril, que el invierno termina

y que incluso las flores son felices.

Soy como ellas, no pregunto nada;

y me limito a estar sobre tu cuerpo

como quien mira sin temor, de frente,

un eclipse

de sol.




II

DÉJAME ser el huésped de tu boca,

la lentitud con que el calor recorre tu desnudo.

Soy como el frío de una noche desierta,

pronto a buscar cobijo en los derrumbaderos

donde hace nido la melancolía.

Hay tanto resplandor, la luna es tanta

que me deslumbras con la calidez

de tu silencio, y me sumerjo en ti.

Nunca pensé una eternidad tan cerca.



III

CADA nuevo clima

es, al cabo, costumbre, y yo, extranjero.

El día ha caducado

y va a empezar la oscuridad.

Déjame que me oculte junto a ti,

en el frondoso bosque de unos ojos

donde no cesa de llover.

Acurrucado entre sus matorrales,

aguardaré a que tu pasión me señale el camino.

Sé que el aire es más dulce donde crece la luz.


IV


ESTOY tumbado al borde de tu claridad,

en la suntuosidad de una batalla

donde ninguno es vencedor,

y hasta el olor del cuarto,

donde rugen, insomnes, tu apetito y mi sed,

florece sin saberlo, como un musgo surgido

de mi humedad tan tuya, de un sendero

que nos conduce hasta ese mar sin olas,

la tierra azul donde se desordena

el centro mismo del placer, la espuma

en que consiste toda esta explosión, y , al fondo,

la lluvia que golpea las ventanas,

la lluvia siempre otra, insobornable,

con sus lentas espinas.


V

APAGA las estrellas,

desconecta el sol.

Quiero adentrarme a tientas

por los acantilados de tu piel,

reconstruir sobre tu boca

las letras, una a una,

con que dar nombre al fuego,

a la locura de saber que he visto

el cielo tan de cerca, o no, tan mío

que mi país se llama medianoche.

¿Quién eres? ¿Dónde estás? Qué importa,

si te elegí entre todas las estrellas.


VI

DESCUBRIR los motivos de la aurora

es otra forma de pensarte,

asomado a la baranda del anochecer.

En cuanto a mí, no sé,

¿qué más puedo decirte?

Sólo que por tu causa

casi tuve el proyecto de durar.




VII

DETRÁS de mi silencio oíste "no",

cuando quise decirte que no hay olas sin

la polilla del tiempo, su escozor,

o el duermevela de un escalofrío.

De mi antigua ambición no queda nada,

quizá no más de un torpe balbuceo

quemado en el rescoldo de tu boca.

Déjame a solas con la muerte.

Para impregnarme de tu luz

fue necesaria la tiniebla.

Luego, al quebrar el alba,

con un desasosiego

que tiende a confundirse con la oscuridad

busco en tus ojos los míos

para que me confirmes que viví. ¿Me entiendes?

También yo, como el sol, me pondré un día.

Escribiré un poema sin mujer, sin nada,

y al leer las palabras que dan forma a mi rostro

tal vez no adviertas que no estoy. Abrázame.

Pido la vez para apagar el sol.



De Viaje al fín del invierno, Visor, Madrid, 1997

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