lunes, 13 de septiembre de 2010

"Examinando minuciosamente las letras de un libro" (I y II), por Sergio Parra


Tiene razón Sergio Parra: cuando leemos un libro nos fijamos por lo general no en la tipografía sino en el contenido, en lo que nos cuenta el autor.
Este texto viene a salvar esas carencias y nos explica algunas cosas muy interesantes sobre la tipografía en la que están impresos los periódicos y los libros que leemos.
El reportaje de Sergio Parra puede leerse en la revista digital dedicada a la literatura Papel en blanco. La imagen que ilustra el texto está tomada también de esta revista.

Examinando minuciosamente las letras de un libro (I)

Cuando leemos un libro solemos darle más importancia a lo que dice el libro que a las letras en sí mismas. Es obvio: la mayoría de libros que leemos hoy en día usan fuentes tipográficas muy similares, diseñadas específicamente para allanarnos el camino hacia la narración.

Pero haced el esfuerzo de no leer un libro. Imaginad que sois analfabetos y limitaos a examinar las letras, sin más, sus formas redondeadas y picudas, como insectos aplastados, engarzadas, una detrás de otra, como si prestarais atención a las líneas vitales de un diagrama cardiológico. Por un momento, imitad a Jean-Paul Sartre cuando era pequeño, como refiere en su autobiografía Las palabras, al recordar sus primeros años como lector:

Allí, sentado en el borde de una cuna, fingía leer. Mis ojos seguían los negros signos sin perder uno solo, y me contaba un cuento a mí mismo en voz alta, teniendo cuidado de pronunciar todas las sílabas. Me pillaron por sorpresa (o procuraron que lo pareciera), y montaron un gran alboroto. La familia decidió que ya era hora de que aprendiera el alfabeto.

Ahora intentad fijaros en las formas de las letras de manera individual, una a una, imitando el ojo escrutador de Victor Hugo:


¿Se han fijado en lo pintoresca que es la letra “Y” y en los incontables significados que tiene? El árbol es una “Y”, dos caminos que divergen forman una “Y”, dos ríos que confluyen, la cabeza de un burro y la de un buey, la copa con su pie, el lirio en el extremo de su tallo y el mendigo que levanta los brazos son una “Y”. Esta observación puede hacerse extensiva a todos los elementos de las diversas letras concebidas por el hombre.

¿Qué caprichos, qué arbitrios llevaron a las letras a ser cómo son ahora? No es objeto de este artículo ahondar en ello. Sólo tenedlo presente. Cada trazo, cada curva responde a un motivo. No quiero que perdáis la concentración en la historia de su formación sino en la forma en sí. De tanto mirarla, entonces parece adquirir cierto sentido de extrañeza. Como quien repite muchas veces la palabra “cuchara”: al final la palabra ya no significa nada, sólo es un runrún.

Para aprehender esas formas, nada como escribirlas a mano. Desenvainad un bolígrafo de tallo transparente o una pluma elegante y deleitaos con el movimiento pendular al escribir cualquier palabra, trazando líneas aserradas de encefalograma activísimo, arriba y abajo, poniendo orden en las letras, en filas simétricas.

Imaginad cómo os imitaría alguien que empleara la escritura egipcia primitiva, que carecía de signos de puntuación. La disposición de las letras del texto, entonces, no sería coherente, de izquierda a derecha o de derecha a izquierda, sino que estaría escrita en bustrofedon.

Un bustrofedon es una palabra griega que significa “dar la vuelta a la manera del buey”, porque así era este tipo de escritura: se escribía un renglón de izquierda a derecha y el siguiente de derecha a izquierda, a la manera en que los bueyes aran la tierra. En vez de desplazar la vista en una sola dirección, como hacemos hoy, el ojo baja entonces una línea y sigue leyendo en sentido opuesto.

Pero la mayoría de nuestros textos ya no nacen de bolígrafos o plumas sino de teclados de ordenador. Así que seamos realistas y observemos detenidamente las letras de la pantalla, construidas a base de píxeles diminutos, como células cromáticas de pintor puntillista. Algo que haremos en la próxima entrega de este artículo.


Examinando minuciosamente las letras de un libro (II)

 En muchos de procesadores de textos podéis usar la tipografía helvética, las letras de los titulares de la mayoría de los periódicos del mundo.



El creador de esta letra fue Max Miedinger, que nació en Zúrich en 1910 y murió en 1980. Miedinger fue un famoso tipógrafo suizo que alcanzó la fama internacional al crear la helvética en 1957, que inicialmente se llamó Neue Hass Grotesk. Su diseño estaba inspirado en una fuente tipográfica anterior llamada Berthold Akzidenz Grotesk, creada en 1896.

La helvética es muy sencilla, pero precisamente en su sencillez reside su gracia y lo que ha conseguido que se convierta en una de las tipografías más usadas de la historia.

Sobre todo se emplea para los titulares grandes y enfáticos de los periódicos o de la publicidad, así como a la hora de crear una identidad corporativa, porque al aumentar su tamaño no se pierde legibilidad, mantiene cierta armonía que permite que su lectura sea especialmente cómoda.

El mundo de la tipografía es fascinante. Tiene sus expertos, los defensores a ultranza de unas tipografías frente a otras, existen guerras internas, falsificaciones, plagios, de todo. Como en una película de espías cuyos protagonistas fueran la A y la B. Como si la historia de la tipografía corriera paralela a la historia de un cónclave de brujos que elaboran secretas pócimas.

No en vano, un tipógrafo puede pasarse hasta 10 años perfilando un tipo de letra, hasta que consigue que encaje entre sí y no se desajuste al cambiarla de tamaño, justificarla y demás contorsionismos. Por eso no es extraño que una buena tipografía, que permanece estable hasta el más mínimo detalle después de maquetarla en un texto de 200 páginas, pueda pagarse a un precio elevado".

Sergio Parra

(Nota: narrativabreve.com es un blog sin ánimo de lucro que trabaja como redifusor de textos literarios, y en ejercicio de buena praxis indica siempre -que es posible- la fuente de los textos y las imágenes publicados. En cualquier caso, si algún autor o editor quisiera renunciar a la difusión de textos suyos que han sido publicados en este blog, no tiene más que comunicarlo en la siguiente direción: ciconia1@gmail.com).




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