LA SIBILA DE CICERÓN
Una noche sin luna el difunto Marco Tulio Cicerón vino a mi humilde morada para que el oráculo adivinara qué le deparaba el caprichoso destino.
–¿Qué has de temer, estimado Cicerón? Eres un brillante orador, escritor y político –le recordé–. La vida te sonríe. Pero cuídate con engañar a los que son menos afortunados que tú, porque me dicen mis guías divinos que en caso contrario te espera un final trágico.
El procónsul Cicerón asintió con la cabeza y, esgrimiendo una sonrisa tenebrosa, me pagó con una espléndida moneda que yo nunca antes había visto.
–Ten, te lo has ganado. Es un cistóforo –dijo, orgulloso–. Se trata de una moneda de plata acuñada con mi propio nombre de la época en la que fui gobernador en Asia Menor.
Extendí una mano titubeante para coger aquella moneda. Nada más apresarla entre mis dedos, un temblor –entonces inexplicable– recorrió todo mi cuerpo.
Días después, Cicerón fue asesinado por los sicarios de Marco Antonio. Todavía conservo aquel cistóforo –que, ay, resultó ser falso– con la convicción de que en mayor o menor medida los grandes personajes de la Historia, creyéndose inmunes al poder castigador de Apolo, han sido siempre víctimas de su propia soberbia.
(Publicado en la La Luna Digital, un proyecto literario de la editorial De la Luna Libros. La imagen está tomada de Wikipedia).
Me gusta porque tiene una narrativa,rica en palabras y ala vez sencilla, muy importante la moraleja de este relato. Se nota la profesionalidad y maestría de quien lo ha escrito.ENVIDIA SANA.
ResponderEliminarNo te había leido este relato. Me ha gustado.
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