La crítica la firma Mr. Self Destruct y fue publicada en El séptimo arte el 27 de marzo de 2010. La película, El escritor, fue dirigida por el hoy en desgracia director Roman Polanski, un hombre cuya vida, como decía ayer de Jean Seberg, bien merecería una novela.
"El escritor: Polanski y la precisión absoluta
La primera impresión que me dejó ‘The Ghost Writer’ es el de un filme recio y singular, bastante intrincado, pero resuelto con sencillez y estilo clarividentes. Cuenta la historia de un escritor de medio pelo, un don nadie (bien interpretado por un actor a menudo muy blando, que aquí demuestra de lo que es capaz, como lo es Ewan McGregor, y sale triunfante), un tipo casi sin pasado, es contratado como «negro» para escribir la supuesta autobiografía del ex Primer Ministro británico que se encuentra en EE. UU, tramposo y siniestro éste, al que Pierce Brosnan clava en una interpretación grandiosa. No interpreta a un ex-primer ministro, si no que lo es. Y así, el escritorzuelo, con el que de manera admirable conectamos sensiblemente a pesar de ser sólo una sombra de personaje, se ve envuelto involuntariamente en una espinosa trama política y criminal cada vez más oscura.
Polanski filma con una precisión absoluta. Sin ligerezas. Sin caer en ese estilo tan actual de exagerar el cine negro. Para él, esto es un juego. Un juego cruel, pero juego al fin y al cabo. De modo que está presente un erotismo y un humor negro que alinean un relato lleno de pequeños y placenteros detalles (el barrendero al que el viento le lleva lo barrido, el gorro del jardinero, la recepcionista disfrazada…) que hacen respirar de cotidianeidad una trama que, de otro modo, hubiera resultado más fría. Porque estamos ante una verdadera “pieza de cámara” (pues la mayor parte de su metraje transcurre en el interior de un búnker de lujo…). Polanski no tiene ya nada que demostrar a nadie, y se lo pasa como un chiquillo y esa sensación (vigorosa, juvenil) se transmite en cada secuencia.
Polanski filma con una precisión absoluta. Sin ligerezas. Sin caer en ese estilo tan actual de exagerar el cine negro. Para él, esto es un juego. Un juego cruel, pero juego al fin y al cabo. De modo que está presente un erotismo y un humor negro que alinean un relato lleno de pequeños y placenteros detalles (el barrendero al que el viento le lleva lo barrido, el gorro del jardinero, la recepcionista disfrazada…) que hacen respirar de cotidianeidad una trama que, de otro modo, hubiera resultado más fría. Porque estamos ante una verdadera “pieza de cámara” (pues la mayor parte de su metraje transcurre en el interior de un búnker de lujo…). Polanski no tiene ya nada que demostrar a nadie, y se lo pasa como un chiquillo y esa sensación (vigorosa, juvenil) se transmite en cada secuencia.
La elección de los espacios -de esa mansión, tan abierta por cristales al exterior, pero tan encerrada por su ubicación aislada- juega otra vez a favor de la angustia. Los personajes se encuentran en una isla y el precursor del protagonista perdió la vida precisamente en el único medio que existe para escapar de ella. Los movimientos están condicionados y cualquier paso custodiado. Con todo ello, se hace más arduo respirar que averiguar las claves que se ocultan en la gestión del gobernante retirado.
El experimentado Polanski toma, de un relato gastado e irrisorio, los mecanismos que mejor se prestan a producir el modelo de thriller que tan magistralmente ha llevado a cabo en previas oportunidades. El polaco cuece una atmósfera asfixiante y corrompe la urgencia de la investigación, gracias a un conjunto de secuencias conducidas con tranquilidad, pero que no extravían, ni por un instante, la siniestra presencia de una amenaza indeterminada, tan poco concreta que podría ser, por lo que al protagonista concierne, una simple paranoia sin fundamento. La escena del GPS despunta entre ellas como un ejemplo claro de construcción de la tensión y de mantenimiento del interés.
Si al escritor se le ha podido llamar «fantasma» gracias a que, en inglés, la expresión para hablar de los autores ocultos tras una firma famosa contiene esa palabra; mucho más invisible es aún el antiguo Primer Ministro, personaje que, entre carrera y carrera, echa una mirada nostálgica a otras épocas de su vida. A su alrededor, dos mujeres convertidas en rivales por la situación, luchan por su espacio. Misteriosos todos ellos, plenos de verdades sin desvelar, cada uno de los personajes que aparece en ‘El escritor’ aumenta la curiosidad, pero más centrada en sus vidas y personalidades que en su desempeño dentro de la confabulación.
Puede ser que no estamos ante un filme de la categoría de ‘Chinatown’, ‘La semilla del diablo’, ‘El pianista’ o ‘El baile de los vampiros’, pero sin duda es un filme notable, sin la menor caída de ritmo, con un grupo de actores para destacar (no sólo McGregor o Brosnan, también Kim Cattrall, Olivia Williams, Timothy Hutton, Tom Wilkinson...), que nos devuelve a un director indispensable, quien desde su residencia alpina debe estar orgulloso de haber filmado un relato tan conciso y falto de superficialidades. Es increíble que un director de su jerarquía filme con tanta humildad.
Mr. Self Destruct
Mr. Self Destruct
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