En este texto, publicado en su blog en minúscula, Ezequiel Martínez da un repaso a los escritores ocultos, que según él -algo de razón no le falta- están últimamente de moda.
LOS ESCRITORES OCULTOS ESTÁN DE MODA
La primera vez, aunque se haya tratado de una figurita trillada, vaya y pase. La segunda, quizás pueda atribuirse a una casualidad. La tercera... es posible hablar de una tendencia. A la cuarta, ya entramos a la categoría de moda: por un azar de lecturas revueltas, o por cierta modorra periodística, en los últimos días germinaron como conejos las noticias sobre "escritores ocultos", de esos que se niegan a las fotografías y a las entrevistas al punto de hacernos dudar de su existencia.
Veamos: el 29 de junio el suplemento de cultura del diario Perfil le dedica su portada a J. D. Salinger, una especie de prócer del escritor enigma. La palabra "oculto" no podía estar ausente del título (El castrador oculto) y la bajada avisa lo que ya se sabe, porque nada ha cambiado desde hace décadas en la vida del autor de El guardián entre el centeno: "Jerome David Salinger decidió, un día de 1965, en la cima de su fama como escritor, seguir escribiendo eternamente pero dejar de publicar para siempre. Desde entonces, se cree que todos los días continúa en soledad la saga de la familia Glass y que guarda sus manuscritos en una enorme caja de seguridad, en su propia casa".
Luego, el 2 de julio, el suplemento Culturas del diario La Vanguardia de Barcelona, le dedica un par de páginas a Antoni Casas Ros, si es que éste existe. El misterioso hombre sin rostro anuncia la producción dedicada a "un escritor francocatalán que nadie ha visto" y cuya identidad ponen en duda desde esas mismas páginas.
Veamos: el 29 de junio el suplemento de cultura del diario Perfil le dedica su portada a J. D. Salinger, una especie de prócer del escritor enigma. La palabra "oculto" no podía estar ausente del título (El castrador oculto) y la bajada avisa lo que ya se sabe, porque nada ha cambiado desde hace décadas en la vida del autor de El guardián entre el centeno: "Jerome David Salinger decidió, un día de 1965, en la cima de su fama como escritor, seguir escribiendo eternamente pero dejar de publicar para siempre. Desde entonces, se cree que todos los días continúa en soledad la saga de la familia Glass y que guarda sus manuscritos en una enorme caja de seguridad, en su propia casa".
Luego, el 2 de julio, el suplemento Culturas del diario La Vanguardia de Barcelona, le dedica un par de páginas a Antoni Casas Ros, si es que éste existe. El misterioso hombre sin rostro anuncia la producción dedicada a "un escritor francocatalán que nadie ha visto" y cuya identidad ponen en duda desde esas mismas páginas.
Un par de días más tarde, el suplemento ADN del diario La Nación despliegaen seis páginas (más la tapa y el editorial del número) la vida y la trayectoria de Carlos Castaneda: "Empeñado en ocultarse tras una nube de datos contradictorios, concedió poquísimas entrevistas y dejó detrás de sí una serie de pistas falsas que construyen y alimentan su enigma".
Pero aquí no termina la saga. Al día siguiente, me tropiezo en el suple Radar del diario Página/12 con una nota titulada El poeta escondido, sobre la obra de Wallace Stevens (1879-1955), que Guillermo Saccomanno arranca así: "A menudo el adjetivo 'secreto' que se le pega a un autor es una artimaña marketinera. Se sabe: el lector de suplementos literarios no sólo busca estar al tanto del último 'secreto' que todos consumen sino que, además, pretende vanidoso que su fruición sea exclusiva, privada".
Así que ya saben: para ponerse de moda hay que jugar a las escondidas.
Pero aquí no termina la saga. Al día siguiente, me tropiezo en el suple Radar del diario Página/12 con una nota titulada El poeta escondido, sobre la obra de Wallace Stevens (1879-1955), que Guillermo Saccomanno arranca así: "A menudo el adjetivo 'secreto' que se le pega a un autor es una artimaña marketinera. Se sabe: el lector de suplementos literarios no sólo busca estar al tanto del último 'secreto' que todos consumen sino que, además, pretende vanidoso que su fruición sea exclusiva, privada".
Así que ya saben: para ponerse de moda hay que jugar a las escondidas.
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