Prócoro Hernández Oropeza dedica este artículo a la figura de uno de mis poetas preferidos: el mexicano Jaime Sabines. La semblanza fue publicada el 3 de junio de 2002 en Interforum, "La mejor fuente de información en Iberoamérica y el Caribe".
Jaime Sabines padeció un conflicto perenne con su mismidad. En una ocasión dijo que a él le hubiera gustado representar a Pancho Villa o a Lucio Blanco y no a Jaime Sabines. Lo mismo en su rol de poeta: prefería ser un simple peatón que poeta.
Jaime Sabines, un conflicto con su mismidad. La poesía salva del diario morir
Para Sabines la poesía es un “acto gratuito, un misterio tremendo al que hemos buscado durante años en nuestra juventud, en ese encuentro tremendo de las palabras con el misterio de la vida. La poesía es un suceso, un acontecimiento, una ocurrencia de todos los días”.
Sabines no creía en los poetas de la vocación, sino en los poetas del destino, porque la poesía es como una maldición o como una bendición “que nos salva del diario morir”.
La soledad, uno de los temas recurrentes de Sabines tiene su origen en el hecho de que todos estamos tremendamente solos. “Vivimos una gran soledad, y la poesía como un gesto amoroso, es un puente que tendemos entre una isla y otra isla. La isla de Sara, la isla de Jaime; un puente entre nuestras propias vidas. La poesía no es más que un puente que tendemos entre una soledad y otra”.
DEL PAPEL DE LA POESÍA
La poesía es un medio de comunicación, una manera de contacto humano. Uno escribe para los demás no para uno mismo delante del espejo, sentenciaba Sabines. Durante siglos, explicaba el escritor, todos los poetas han tratado de definir qué es la poesía. La poesía es indefinible por naturaleza. Sólo se puede hablar de ella como una aproximación. Para Sabines es el retrato, el testimonio de la vida. Su vida. Eso hacía Sabines: retratarla en el momento preciso en se conectaba con los demás. Hablar del amor o del dolor, de la muerte, de la angustia… de la soledad. De ahí que la poesía sea un testimonio, el retrato de una emoción más que de una idea. Estaba en contra de idealizar la poesía porque se corre el riesgo de hacer tratados de filosofía. La poesía es intentar; tratar de contagiar una emoción.
Jaime Sabines desdeñó a los poetas que se enamoran de las palabras y juegan con ellas. No obstante, reconocía que la poesía es un problema de palabras. No se puede hacer poesía con los pies, por lo que se debe aspirar a tener las menos palabras posibles para comunicar las emociones más auténticas del hombre. “El poema se da muchas veces gratuitamente. Es como un don que crece entre nosotros, que sale, aflora”.
En ocasiones -decía Sabines- me di cuenta que el poema no fue construido, sino entregado gratuitamente. Casi nunca reescribía el poema, siempre le salían las palabras a flor de piel. “El poema salía como el fruto; el durazno da durazno, el peral da peras, así de esta manera gratuita, de un don, de un milagro fluye la magia del poema”.El verdadero poema se entrega de forma tal que este deja de pertenecer al autor. Cuando llego a releer el poema, afirmaba Sabines, me doy cuenta de que no sé quien lo hizo.
En relación al trabajo de la poesía para el escritor chiapaneco es un oficio, pero debe haber la voluntad del poeta. “El poema nace, pero además se hace, por eso el poeta tiene que hacerse, conocer el instrumento de su trabajo: el idioma. Y además tiene que aplicarlo. Hacer poesía es como aprender a nadar. Te tienes que meter al agua y nadar todos los días para aprender a ser buen atleta, asentaba el poeta. Para él el oficio de escritor se aprende escribiendo y escribiendo y desde luego leyendo a mucha gente, escuchando a otra, investigando algunas cosas. Pero sobre todo escribiendo.
¿Quiénes influyeron en el poeta? De los 17 a los 19 años tuvo influencias marcadas de Pablo Neruda, también las tuvo de Gabriel García Márquez, de Juan Ramón López Velarde y de Rafael Alberti, aunque sólo fueron pasajeras. Fue con Horal cuando descubrió que ya tenía una voz propia y que sería su voz en adelante.. Posteriormente reconoce influencias, pero de estilo o de carácter moral o espiritual. Dos autores que le transformaron su visión fueron Aldoux Huxley con su Filosofía perenne y James Joyce, quien con su Ulises lo “golpeó como si lo voltearan como calcetín”. Ese autor, aunque no lo influyó literariamente, le dio un resplandor de vida, de excelsitud o generosidad de la vida, confesó Sabines.
No obstante, la influencia más profunda de Sabines provino de su padre el Mayor Sabines. Cuando niño, este les leía diariamente Cantar del Mío Cid y Las mil y una noches, a pesar de que era un hombre inculto, hombre de la vida real, un revolucionario.
NO ERA AMANTE DE REESCRIBIR SUS POEMAS
El Poema se da o no se da en el momento que se escribe, aunque esta regla no la consigna Sabines cómo fórmula. De hecho reconoció que algunos de sus amigos escribían un poema y luego se encerraban y lo reescribían veinte veces; eso también es legítimo. Pero el autor chiapaneco prefería borrarlos o eliminarlos si no le gustaban. Por cada libro que publicó hay una serie de poemas que se guardó; sólo la quinta parte de lo escrito fue publicado, lo cual refleja la rigurosidad y la exigencia del escritor.
Un poema, expresaba, no se puede volver a escribir. Su dialéctica le decía que la poesía encierra un concepto determinado en el tiempo. “Uno es distinto de hoy a mañana; cada día se es una persona distinta”. Y porque la poesía toma precisamente un instante de vida, entonces al otro día ya no tienes derecho a meterte con él, reconocía el poeta. Sabines escribía el poema de una “sentada” y si salió, salió.
DE LOS AMOROSOS
Uno de los poemas más reconocidos y recitados, Los amorosos fue escrito en 1949. Sabines observaría que ese poema fue, en cierta forma, un vaticinio de de los temas esenciales de sus poesía: el amor, la soledad, la presencia de la muerte y el amor a la vida fundamentalmente. Ya en los amorosos aparecen los trenes que se despiden, los gallos en la madrugada, la soledad, la angustia, el hecho de que el amor no puede ser permanente sino frágil; los alacranes en las sábanas, la sabana que flota como sobre un lago, temas que se reconcentran en la soledad, hablan de la soledad del hombre y de su amor. De ese amor que tiene que ser renovado perpetuamente a través de una mujer y de otra, a través de un hijo y de otro, de una soledad y otra.
De porqué registra el dolor y no la alegría lo explicó así: El dolor humano es contagiable, se contagia el dolor con la mayor prontitud. Si veo llorar a una persona, decía el poeta, las lágrimas son de lo más contagioso del mundo. Pero en cambio si es la alegría, el gozo de vivir es mucho más difícil de expresarlo. Pocos artistas, músicos o pintores han contagiado la alegría. En la poesía es mucho más difícil de contagiar la alegría, porque la alegría es casi exclusiva, cerrada y permanente de nosotros. “En cambio el dolor es un hilo que nos ensarta a todos”.
EL FINAL
Poco Antes de morir, Sabines había percibido ya la presencia de la muerte, la sentía cerca. Se dio cuenta de ello al escribir los siguientes versos:
“Yo, yo, yo, yo, el más amado,
el elegido de mi corazón,
el solitario, el fuerte porque he
representado fielmente
el papel del hombre y he ascendido
la cuenta biológica
desde la dulce infancia
irrepetible hasta el cañón del eco
de la vejez,
donde ya empiezo a gritar mi nombre.
Tendré que dejar, con dolor,
Con dolor, dejar el mundo,
Dejar el mundo. Ah, dejar,
Dejar, dejar el mundo”.
Y Sabines se dio cuenta de ello y gritó desesperadamente: “No, yo amo la vida”. Pero no escapó a su destino y se fue dejando esta hermosa vida.
Prócoro Hernández Oropeza
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