EL REGALO DE BODA
Victoria Pelayo
Hacía tres meses de la boda y la casa relucía divina con los muebles traídos de las tiendas más selectas de Madrid, lámparas de diseño, alfombras en las que te hundías, chester de piel, radiadores que parecían esculturas de hierro, cajones que se cerraban solos, en fin, estaban orgullosos y satisfechos de su casa recién estrenada. Después de volver de la luna de miel, habían tomado la costumbre de invitar cada fin de semana a un grupo de amigos o familiares a cenar. Cada invitación superaba a la anterior: el menú resultaba más exquisito, la cristalería escogida lucía más, el vino tenía más cuerpo, los invitados cada vez estaban más y más a gusto, la sobremesa se prolongaba más…
Aquel fin de semana cenarían con los padrinos de bautizo de él, que tan generosos habían sido costeando gran parte del banquete de bodas pero cuyo regalo fue sencillamente horroroso, dos lámparas gemelas compradas en Marruecos, formando un exuberante busto de mujer con sendos globos de luz en el lugar de la cabeza, y que sin más contemplaciones habían ido a parar directamente al trastero. Antes de que llegaran los invitados, las lámparas fueron rescatadas de un cajón, para ocupar por unas horas un privilegiado lugar sobre las mesillas de noche del dormitorio principal, mientras las estilizadas y carísimas lámparas de Liberty Luz iban a parar bajo la cama, total solo es para enseñarles la casa. Y no se molestaron en desenchufar unas y enchufar las provisionales. Cuando los padrinos llegaron para cenar, la mesa estaba tan perfecta como el resto de la casa. Al enseñarles el dormitorio y encender el interruptor para que vieran cómo lucía su regalo de boda, los cuatro quedaron perplejos al comprobar que la luz llegaba desde debajo de la cama.
Relato publicado previamente en DigitalExtremadura.com
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Que agradable sorpresa encontarte en esta página,¿Toya exiten esas lamparas?las cabezas de globo me han impactado.Me gusta
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