domingo, 25 de julio de 2010

Autodidactos y autodidactas, por Alexis Márquez Rodríguez

En este escrito, publicado en la sección de Lengua de la revista Venezuela analítica, el escritor Alexis Márquez Rodríguez reflexiona sobe el adjetivo "autodidacto/a", un clásico en el apartado de dudas filológicas.
Dos cosas me llaman especialmente la atención de este texto: uno, que en países como Venezuela se emplee el adjetivo "analfabeta", en femenino, incluso cuando se aplica a sujetos varones, algo que no sucede en España. Y dos, la reflexión final sobre el autodidactismo, que va más allá de lo filológico, y que añade un interés extra a la aportación de Márquez Rodríguez.  



Autodidactos y autodidactas



"Un buen amigo, excelente escritor y periodista de opinión muy agudo y sagaz, nos pide escribir sobre el vocablo "autodidacta", que, a su juicio, no siempre se emplea bien, en lo cual tiene razón.

Debemos comenzar aclarando que esta palabra es un adjetivo de dos terminaciones; es decir, una para el masculino, "autodidacto", y otra para el femenino, "autodidacta". Sin embargo, el masculino se emplea cada vez menos, sobre todo en Hispanoamérica, y no es difícil prever su desaparición definitiva. Ocurre, pero a la inversa, como con la palabra "poetisa", femenino de "poeta", que hoy se usa poco, porque las mujeres que escriben poesías prefieren que se les llame "poetas". En este caso la sustitución se facilita, porque "poeta", aunque masculino, por su terminación en "a" permite su aplicación como si también fuese femenino, con lo que el vocablo acabará por convertirse en sustantivo de género común, aplicable indistintamente a los dos géneros, como "artista", "periodista", "economista", "novelista", "especialista", "turista", etc.

En el caso de "autodidacto", paradójicamente los hombres prefieren que los llamen "autodidactas", en femenino. Caso parecido es el de "analfabeto", que se tiende a sustituir por el femenino "analfabeta", aun cuando se refiera a un varón, usando esta forma como si fuese de genero común: "Ese diputado es un analfabeta".



"Autodidacto, a" es palabra compuesta (auto + didacto). Su significado, según el DRAE, es "Que se instruye por sí mismo, sin auxilio de maestro". Viene del Griego, "autodidactos" con igual significado. El uso venezolano de "autodidacta", en femenino, lo mismo que el de "analfabeta", aplicado a personas de sexo masculino, según Rosenblat no es excepcional, pues también se da en Colombia, México, Guatemala, Nicaragua, Puerto Rico, Cuba, Perú, Chile y otros países hispanoamericanos. Y el hecho de que Manuel Seco, en su "Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española", lo censure con énfasis, indica que también se conoce en España. La preferencia de la forma heterodoxa, en femenino para hombres y mujeres, en lugar de la académica, diferenciando entre el masculino (autodidacto, analfabeto) y el femenino (autodidacta, analfabeta), con fundamento en la etimología, se explica por la preexistencia de muchos vocablos cultos, traídos del Griego y del Latín, o formados de raíces griegas o latinas, en los que es notoria la tendencia a la síntesis de los dos géneros en una forma común, que es la femenina. Ya vimos el caso de "poeta", pero ocurre lo mismo con "atleta", "nauta", "acróbata", "esteta", etc, y particularmente con vocablos compuestos a partir de raíces griegas o latinas, en que aquella tendencia parece más fuerte: "políglota", "autómata", "hermafrodita", "astronauta", "cosmonauta", etc. En todos estos casos el origen etimológico supone la forma masculina: "atleto', "nauto", "acróbato", "esteto", "polígloto", "autómato", "hermafrodito", "astronauto", "cosmonauto". De hecho, algunas se usaron y aparecieron en el diccionario. Incluso "pediatra" y "psiquiatra", según Rosenblat, "en rigor etimológico deberán ser psiquiatro y pediatro". Sin embargo, en todos ellos fácilmente se impuso el género común, invariable para masculino y femenino.



Estos cambios morfológicos de las palabras son propios de un lenguaje vivo y dinámico, e inevitables a lo largo de un proceso de evolución como el experimentado por el Castellano, desde sus primeros tiempos, cuando era una simple derivación dialectal del antiguo Latín, que, al irse desarrollando y diferenciándose cada vez de la lengua madre, dio origen a nuestro idioma.



No quisiéramos concluir estas notas sin hacer algunas observaciones sobre el significado preciso de la palabra "autodidacta". De hecho, todo el mundo es un poco autodidacta. Aun cuando se tengan buenos maestros, éstos se limitan a orientar y encauzar a sus discípulos por el mejor camino para llegar al saber que se persigue. No puede un maestro pretender que sus discípulos lo sigan fielmente, sin apartarse ni un milímetro de sus enseñanzas, menos aún sin intentar superarlos o abrirse paso hacia posiciones divergentes. Ese será un mal maestro, y lamentablemente los hay en abundancia, que incluso muestran envidia y se resienten cuando sus antiguos alumnos dan muestras de su independencia y les echan por encima. Aún a riesgo de parecer cursi, preciso es recordar el lugar común de que el verdadero maestro es el que se regocija y se siente orgulloso cuando el discípulo lo supera, y aún discrepa de sus posiciones. Ello demuestra que sus enseñanzas no fueron en vano ni estuvieron mal orientadas.



Por otra parte, también es cierto que el autodidacta puro no existe. El magisterio no se da solamente en forma directa, en el aula o en el contacto cotidiano entre maestro y discípulo. Todo el que adquiere valiosos conocimientos a través del estudio y la lectura, y éstos lo llevan a posiciones importantes, aun sin tener profesores o maestros en el sentido común de dichos vocablos, ha sido en cierto modo discípulo, no de uno, sino de muchos maestros. Notables escritores como Rubén Darío, Hemingway o Alejo Carpentier, se hicieron grandes y alcanzaron las posiciones que alcanzaron sin estudios universitarios sistemáticos ni completos. Lo mismo que los venezolanos Rómulo Gallegos, Julio Garmendia y Vicente Gerbasi, cuyos estudios formales no pasaron del bachillerato. Otros, como Fernando el Paso, Saint John Perse o Uslar Pietri, tuvieron una formación universitaria, pero no precisamente en el campo de las Letras, y el saber que sobre éstas adquirieron fue producto primordialmente de sus lecturas. Pero, ¿puede decirse que no tuvieron maestros en materia literaria? Difícilmente. Con seguridad todos ellos reconocen algún magisterio a través de lo leído, y hasta superior a los que hubiesen podido tener en las aulas universitarias.



¿Qué es preferible, el autodidactismo o la formación sistemática y formal? Difícil respuesta. En los dos casos hay elementos positivos y negativos. Ante malos maestros, no hay duda de que la lectura por propia cuenta es mejor. Pero el riesgo de leer y estudiar en forma desordenada y sin orientación, hace preferible el buen magisterio. La sociedad contemporánea tiende más a los estudios formales y sistemáticos, universitarios y de postgrado. En el ámbito de la literatura ello puede ser plausible para la formación de docentes e investigadores. No tanto si se trata de escritores de literatura imaginativa (poetas y narradores). Estos no se forman en las aulas, y allí hasta pueden deformarse. En su caso, la práctica y el ejercicio constantes, disciplinados y autocríticos, son la única escuela recomendable".



Alexis Márquez Rodríguez


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