sábado, 5 de octubre de 2019

HIPNOSIS, un relato corto de Octavi Franch

Imagen: Pixabay

El Dr. Harry Koontz era hipnólogo: practicaba regresiones a sus pacientes. Con este método, conseguía que la herida inherente que los martirizaba emergiera del abismo donde estaba recluida. Un montón de enfermos desfilaban por su consultorio, desde el amanecer hasta la medianoche; todos salían curados.

Pero lo que ningún cliente sabía era que él también sufría una pesadilla que lo acuciaba, desde que era un crío. Aquel sueño lo atormentaba cada noche, con puntualidad. Después de tantos años, ya se había acostumbrado a malvivir aquella escena a diario. No renunciaba, con un golpe de suerte, a entender su significado.
La primera visita de aquella tarde fue una mujer de unos treinta años con una cara de asustada que tiraba para atrás. El doctor le pidió que se acomodara, que se estirara en el diván. Entonces, empezó su ritual: bajó la persiana hasta conseguir la penumbra deseada, encendió el equipo de música y pinchó una recopilación de melodías celtas, y encendió una barra de incienso.
—Si ya está preparada, podemos empezar.
—De acuerdo. Cuando quiera... —contestó la paciente.
—Cierre los ojos. Respire hondo. Relájese. Muy bien, así. A partir de este momento, solo escuchará mi voz. Mis palabras la guiarán...
Cuando el doctor constató que la mujer estaba a punto para el viaje, le trazó el camino.
—Cuénteme ese sueño, ese que tanto la inquieta...
—...
—Tranquila... No debe tener miedo a nada... Confíe en mí...
—... Estoy en una casa... En el comedor... —dijo la mujer, inmersa en el trance.
—¿La casa de quién?
—De un hombre...
—¿Y de alguien más?
—De su compañera...
—¿Compañera? —preguntó el doctor, que no había acabado de entender el comentario.
—Sí... No están casados​​... Nadie lo hace ya...
—Siga, por favor.
—Es extraño... —prosiguió la chica.
—¿Qué?
—Todo lo que hay en la casa...
—¿Qué quiere decir? Pruebe a concretarlo más.
—Es de plástico... Todo es de plástico...
—¿Qué más ve?
—Llevan una máscara... —informó la hipnotizada.
—¿Por qué?
—Para respirar... Si no, morirían en el acto...
Aquella revelación golpeó el alma del doctor. No podía ser verdad. De ninguna de las maneras. No. Imposible. ¿El mismo sueño?
—¿Qué año es? —preguntó el hipnólogo, cada vez más asombrado.
—2513...
—Siga, siga... No se detenga ahora...
—El chico me mira, de reojo...
En la pesadilla del doctor, era al revés: la chica del sueño lo buscaba, él, con la mirada.
—¿Por qué lo hace? —le planteó Koontz.
—No lo sé...
—¿Qué pasa ahora?
—Están discutiendo... —confirmó la paciente.
—¿Por qué motivo?
—Ella le ha sido infiel...
—¿Con quién?
—Con su cuñada, la hermana de su hombre...
—¿Es lesbiana? —quiso aclarar el hipnotizador.
—No...: bisexual... Todo el mundo lo es...
—Siga, por favor... Por lo que más quiera...
—...
—¿Qué sucede?
—Él...
—¡¿Qué?!
—Me vuelve a mirar...
—¿Qué le dice?
—Me parece que...
—¿Qué?
—... Soy yo...
—¿Cómo dice? —intervino, intrigado, Harry.
—El hombre...
—¿Sí?
—Seré yo... de aquí 500 años —anunció la viajera onírica.
El Dr. Koontz empezaba a atar cabos y sacar el intríngulis. Ahora ya podía confirmarse que estaba del todo seguro: era su pesadilla, la misma. Y aquella chica era la pieza que faltaba en el rompecabezas.
—Siga...
—Se gritan..., se insultan... Ella le araña la cara...
—¿Quién es ella?
—Usted...
Saltó del sillón. Cada vez era todo más evidente.
—Y ahora, ¿qué ocurre?
De pronto, la mujer se revolvió. Sudaba mucho. Empezó a llorar.
—¡Dígame qué está pasando! —le exigió el doctor, a punto de perder los estribos.
—La ha matado...
—¿Quién?
—Él... El chico la ha matado... Yo lo he matado..., a usted...
—Le ha arrancado el tubo, ¿verdad?
—Sí... —afirmó la chica, al tiempo que hacía una mueca de extrañeza ante aquella apreciación. En ese momento, se dio cuenta de que el doctor conocía aquella historia tan bien como ella misma.
—Y él, ¿qué hace ahora? —insistió Harry, desconcertado.
—Lo mismo que ella...: se ha desconectado el tubo...
—¿Por qué? —preguntó, entre llantos, el médico.
—No puede vivir sin ella...
A continuación el Dr. Koontz, con los brazos temblorosos, se levantó del sillón, se dirigió hacia el diván y estranguló a su paciente, con sus propias manos. Al cabo de medio milenio ya pasarían cuentas, se dijo el doctor. Era la única manera que veía para justificarse del crimen que acababa de cometer. Poseso, salió corriendo del consultorio. Se adentró en la primera boca de metro con la que tropezó y, a continuación, se tiró a la vía.

 Octavi Franch (Barcelona, 1970). Escritor de todos los géneros en todos los formatos, ha publicado unos 75 libros y ganado más de 100 premios literarios. Retirado de las letras por motivos laborales durante 7 años, en 2015 resurgió de la penumbra. Actualmente está acabando de reeditar su obra en catalán, publicándola en castellano y empezando a editarla en inglés. Además, es dramaturgo, guionista audiovisual y articulista. También lleva a cabo, por encargo, cualquier función dentro del sector editorial. Visita su muro de Facebook

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