Hasta hace bien poco, los cuentos infantiles eran más bien pequeños relatos de terror. De hecho, aunque estuvieran envueltos en un ambiente mágico, poblados de seres irreales y se sucedieran en ellos acontecimientos asombrosos, siempre contenían elementos de horror a los que los héroes debían enfrentarse. Y estos elementos, aunque a veces vinieran de ogros, brujas o lugares encantados, también muchas veces se daban en el seno familiar. Las historias infantiles de ahora, por contra, sí que son "infatiloides" y tratan al niño como si fuera medio tonto.
Puede que no fuera para niños, pero el argumento de sus libros, muy apegado a la aventura por la aventura, tampoco encaja con la literatura para adultos (aunque el trasfondo sí lo sea). :-)
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Hasta hace bien poco, los cuentos infantiles eran más bien pequeños relatos de terror. De hecho, aunque estuvieran envueltos en un ambiente mágico, poblados de seres irreales y se sucedieran en ellos acontecimientos asombrosos, siempre contenían elementos de horror a los que los héroes debían enfrentarse. Y estos elementos, aunque a veces vinieran de ogros, brujas o lugares encantados, también muchas veces se daban en el seno familiar. Las historias infantiles de ahora, por contra, sí que son "infatiloides" y tratan al niño como si fuera medio tonto.
ResponderEliminarPuede que no fuera para niños, pero el argumento de sus libros, muy apegado a la aventura por la aventura, tampoco encaja con la literatura para adultos (aunque el trasfondo sí lo sea).
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