miércoles, 1 de diciembre de 2010

Los taxis de mi vida

Taxis de Nueva York. Fotografía encontrada en Viajero solidario

Haciendo zapping días atrás me topé con El Follonero justo cuando subía a un taxi neoyorkino al tiempo que le gritaba al conductor: “¡Siga a ese taxi!”. No sé cuál sería la intención del programa: dos minutos después cambié de canal y, como suele ocurrirme, empecé a divagar con pensamientos estériles. En cualquier caso, el Follonero hizo realidad uno de los sueños de mi infancia. Cuántas veces he vivido esa experiencia en mi imaginación (“¡Siga a ese taxi, es cosa de vida o muerte!”), febril y angustiado en la persecución de un espía, un peligroso terrorista o de una hermosa amante dispuesta a firmar con su huida la sentencia de mi infelicidad.
Ay, nada de eso me ocurrió jamás. Los taxis de mi vida han sido terriblemente aburridos. De nada me han servido excepto para tareas tristemente prosaicas: me han llevado al hospital, a la estación de autobuses o al aeropuerto, pero jamás me han conducido a ningún clímax digno de recuerdo. Ni escenas escalofriantes, ni sentimientos arrebatados, ni urgencias impostergables, ni situaciones al borde de un ataque de pánico. Los míos han sido taxis sin emoción, sin banda sonora, sin subidones de adrenalina.
Bien mirado, este desajuste entre realidad y ficción tiene su razón antropológica: uno elige la ficción para vivir en el apasionamiento y la realidad para vivir en la seguridad. Mientras tanto, los taxis, esos vehículos nacidos por y para la ficción, todo corazoncitos de aluminio, siguen culebreando abatidos por las grandes ciudades a la espera de que algún cliente aventurero les inste a hacer aquello para lo que han nacido: para perseguir y para ser perseguidos.

Francisco Rodríguez Criado

(Artículo publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO Extremadura el miércoles 1 de diciembre de 2010).  



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2 comentarios:

  1. Leyéndote me viene a la cabeza el taxista de "Mujeres al borde de un ataque de nervios". Pero bueno, hay mucho jugo que sacarle a un viaje en taxi aunque parezca de lo más anodino.

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  2. Leyéndote me viene a la cabeza el taxista de "Mujeres al borde de un ataque de nervios". Pero bueno, hay mucho jugo que sacarle a un viaje en taxi aunque parezca de lo más anodino.

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