sábado, 13 de febrero de 2010

Cuando una buena novela se queda en una película mediocre

Este reportaje de Goyo G. Maestro fue publicado en La Razón hace un par de días. En él se aborda la dificultad de hacer una buena película a partir de una buena novela. La imagen que ilustra este artículo es la misma que fue publicada en la versión digital de La Razón.

11 Febrero de 2010 - Goyo G. Maestro
 
    “La carretera” y la saga “Millennium” demuestran lo difícil que resulta adaptar al cine una novela de éxito


    La escena es habitual. Una persona sale del cine con el siguiente comentario en la boca: “No tiene nada que ver con el libro”. O este otro: “El libro es mucho mejor”. La experiencia de ver una película raras veces es satisfactoria para quien ha leído la obra en papel que la inspiró. En muchas ocasiones el espectador tiene la sensación de que no está a la altura, o peor aún, piensa que la versión cinematográfica es mala.

    Adaptar un buen libro a la gran pantalla es un proyecto muy tentador para muchos directores. También para un escritor puede resultar muy seductora la idea de ver su historia en el cine. Sin embargo, una decisión así está llena de riesgos. La novelista Lucía Etxebarría lo explicó una vez de esta manera: “Cuando vendes tu novela al cine, es como vender a tu hija a un burdel: si la joden, te aguantas”.

    ¿Se hubiera deprimido el difunto Stieg Larsson al ver la versión que se ha hecho de su trilogía Millennium? ¿Qué habrá sentido Cormac McCarthy, autor de “No es país para viejos”, tras asistir a la proyección de “La carretera”, la película basada en la novela del mismo título que recibió todo tipo de elogios?

    La historia del cine está llena de grandes fiascos, aunque también hay muchas películas que, como mínimo, son tan buenas como el libro. El escritor Lorenzo Silva cita “Apocalypse Now”, inspirada en “El corazón de las tinieblas”, de Conrad: “Coppola fue capaz de transmitir el mismo clima asfixiante y el horror que Conrad relataba en el libro”, explica. También son ejemplos de adaptaciones películas como “El gatopardo” de Lampedusa y “MobyDick”, llevada al cine por John Huston y protagonizada por Gregory Peck.

    La fidelidad al original no es sinónimo de acierto. “Hay muchas películas infieles que me encantan”, dice Silva, cuya novela, “La flaqueza del bolchevique”, fue llevada al cine. “Las películas de Kubrick eran poco respetuosas con los libros, y eran buenísimas. Me estoy acordando de “Barry Lyndon” y “Eyes Wide Shut”. Por su parte, el cineasta Agustín Díaz Yanes alaba el olfato de Clint Eastwood para convertir libros “normalitos” en “grandes películas”.

    Pero no siempre se puede discernir cuándo una adaptación es superior al original. Para el profesor José Luis Sánchez Noriega no tiene fundamento la comparación entre un libro y una película porque son dos lenguajes distintos. A su juicio, lo pertinente para calibrar la calidad de una película es saber qué lugar ocupará el filme dentro de la historia del cine y de la filmografía de su autor.

    Donde no parece haber división de opiniones es en la idea de que hay géneros más aptos para ser llevados al cine: “Las historias de acción y de aventuras son, en principio, más asequibles; también las puramente cómicas y las dramáticas”, comenta Díaz Yanes, director y guionista de “Alatriste”. “Las novelas intimistas, de discurso interior, son muy difíciles de traducir en imágenes. Pienso, por ejemplo, en Proust y en su “En busca del tiempo perdido”, o incluso en Madame Bovary”. Todo lo contrario pasa con obras de género policiaco, un terreno muy fértil para las versiones, ahora y siempre. Basta recordar los libros de Raymond Chandler volcados al cine, como “El sueño eterno” y “El largo adiós”, en las que él hizo de guionista. Entre los contemporáneos hay que citar a James Ellroy, y su célebre “L.A. Confidential”.

    A veces, los prejuicios del espectador que conoce el libro pueden nublar su dictamen sobre el filme. Quien haya leído un volumen de “Millennium” tiene una idea bastante definida de cómo es Lisbeth Salander, y, por tanto, no tolerará muy bien que en la pantalla sea muy distinta a cómo la imaginó en su cabeza. Por eso, hay quien prefiere no acudir a una sala, para que el celuloide no estropee el buen rato que pasó con el papel.

    Pero si hay uno que tiende a sentirse especialmente defraudado es el propio autor del texto. Muy conocidos son los disgustos que se ha llevado Juan Marsé por las adaptaciones de algunas de sus novelas. A Agustín Díaz Yanes lo que más le preocupaba cuando se puso a rodar “Alatriste” era dejar contento a su autor, Arturo Pérez Reverte: “Muchos alatristianos criticaron la película, pero a Arturo le gustó, y eso para mí era lo más importante”.


    Fotograma de la película «Los hombres que no amaban a las mujeres». © La Razón, 12/2/2010

    La culpa puede venir del propio guión. “Cuando se sintetiza una novela de 500 páginas en un boceto de 40 páginas puede que se deforme el espíritu del original”, dice Díaz Yanes. “Para mí lo importante es no apartarse demasiado del espíritu que le imprimió el autor”.

    No hay fórmulas para hacer una buena versión. ¿Cómo captar con una cámara los sentimientos y los pensamientos más hondos de los dos protagonistas de “La carretera”, una historia sobrecogedora que narra el viaje de un padre y un hijo por un mundo devastado tras una hecatombe nuclear? “Claro que se puede fotografiar la poesía de un libro”, dice Lorenzo Silva. “Lo que pasa es que lo tiene que hacer un genio”.


    Francisco Rodríguez Criado tiene otro blog: Ciconia

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